miércoles, 27 de marzo de 2013

JUAN PERON DIXIT II

Desde los balcones de la Casa de Gobierno 8 de julio de 1944 “Compatriotas: La presencia de los trabajadores del país en esta histórica plaza, en representación de cuarenta sindicatos argentinos que comprenden la hora y que viven las inquietudes del Gobierno de la Patria, constituye para mí el más insigne honor y el estímulo más significativo que yo pudiera recibir. Sólo ostento tres títulos que me enorgullecen: el de ser soldado, el de ser considerado primer trabajador argentino y el de ser un patriota. El de soldado me lo he ganado con treinta y cinco años de servicios honradamente prestados a la Nación; el de trabajador argentino me lo habéis otorgado vosotros con un gesto que colma mi felicidad de hombre y de ciudadano, y el de patriota lo debo a la Providencia, que ha hecho que tenga la dicha de haber nacido en este país, que tanto amo y amaré por sobre todas las cosas. Al asumir la alta función para la que he sido designado por el Exce¬lentísimo señor presidente de la Nación, estos tres títulos serán el manda¬to que encaminará mi acción durante el desempeño de mi alta investidura; el de soldado, para cumplir las finalidades fijadas por el Ejército de la Patria, que no sabe de egoísmos ni de claudicaciones mezquinas; el de primer trabajador argentino, para continuar en la defensa de la clase trabajadora en que nos hallamos empeñados por mandato de una justicia superior, a todas las demás, que es la de lograr la felicidad de la Patria buscando el bienestar de las masas que laboran su grandeza; el de patriota, para trabajar hasta el último aliento por el engrandecimiento material y moral de nuestra Patria, y si fuera necesario, cuando ninguna energía quede, ofrendar la vida en su defensa donde fuere menester. Sé que seremos combatidos, pero sé también de nuestra voluntad y de nuestra férrea energía y afirmo que no hemos de desmayar en la defensa de estos ideales que construyen la necesidad básica y fundamental del Estado en estos momentos. Al hablar en otra oportunidad a los trabajadores de la Patria, les soli¬cité que tuvieran confianza en nuestra honradez y decisión. Hoy me en¬cuentro absolutamente persuadido de que esa confianza existe y que ella debe constituir el fundamento de lo que les pediré en este momento a los trabajadores compatriotas. Es necesario que esa confianza se transforme hoy en fe sobre lo que todavía debemos realizar, y que realizaremos cua¬lesquiera sean los obstáculos que se opongan, porque no medimos el es¬fuerzo ni mediremos el sacrificio, pues tratándose de ofrendar todo lo que tenemos en aras de la Patria, no puede existir limitación mezquina de nin¬guna naturaleza. Esta confianza que habéis dispensado y esta fe, que estoy seguro dispensaréis, tienden a un objetivo superior: a la unidad de todos los argentinos, para lo cual es necesario hacer desaparecer luchas odiosas y diferencias absurdas, para que en este país, con nuevos ideales, con los laureles de la pureza y virtud a su frente, se pueda decir algún día que se ha cumplido el ideal tan antiguo como el mundo, de que no haya hom¬bres excesivamente ricos ni hombres excesivamente pobres. Cuando esas diferencias hayan desaparecido, lograremos la unidad por el convencimiento de que cada argentino, por humilde que sea, por in¬significante que pueda ser el puesto que ocupa en la Nación, es un elemento indispensable en el país, que debe trabajar con todo empeño a fin de que todos vayamos adelante, sin desfallecimientos. Es necesario que la Revolución llegue a las almas, porque en este país, donde la naturaleza con toda prodigalidad ha derrochado a manos llenas la riqueza material, deberíamos dar todos los días gracias a Dios por sus dones maravillosos; pero esa riqueza no es todo. Es necesario ten¬der también hacia la riqueza espiritual, hacia eso que constituyen los úni¬cos valores eternos y que son los que unirán, si es necesario, a los ca¬torce millones de argentinos, en defensa de la Patria, a costa de cualquier sacrificio. Es menester seguir esta acción, porque la Patria se encuentra en la buena senda de su salvación. Hoy la voz de orden debe ser “adelante so¬bre este camino”, y ello es lo que yo pido a todos los compatriotas, ami¬gos o enemigos, por la suprema dignidad del Estado, por la obligación que tenemos de seguir adelante, honrando las virtudes de nuestros mayo¬res y aspirando a la felicidad de nuestros descendientes.” “La conquista social no se discute; se defiende. Las masas trabajado¬ras argentinas, con su extraordinario instinto, han descubierto ya dónde se encuentra la verdad y donde se esconden la insidia y la falacia. Esta es una Revolución del pueblo y para el pueblo. Los que piensan lo contrario se-equivocan.” GB

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