lunes, 25 de marzo de 2013
BORGES DISCIPLINADO.POR ALBERTO ELIZALDE LEAL, OPINION
Borges disciplinado
Por Alberto Elizalde Leal. Secretario de redacción
contacto@miradasalsur.com
Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires, en la calle Tucumán, en una típica casa porteña de patio grande y galería. Pasó parte de su infancia en Palermo, estudió en Suiza y escribió muchos libros importantes para la literatura argentina. Su familia era de raigambre oligárquica y extranjera y durante su juventud se afilió a la UCR. Fue tenazmente antiperonista y murió a los 87 años en Ginebra, ciudad que había elegido como su última morada. Punto final. Esto es –palabras más, palabras menos– lo que un alumno de cuarto año hubiera escrito como síntesis biográfica de Borges, copiando los conceptos(?) centrales de la nota que el historiador Alberto Lettieri publicó en Miradas al Sur el 3 de julio pasado en este mismo espacio de contratapa. De más está decir que el avispado estudiante hubiera agregado también algunos datos tomados de Google y Wikipedia, fuentes donde Lettieri parece haber abrevado en la escritura de su texto. No es solamente la pedestre enumeración de información archiconocida ni la abundancia de adjetivos (recurso que Borges hubiera fulminado) ni la ausencia de alguna mención a su obra, ni siquiera la audaz conjetura sobre los estados de espíritu del escritor (“...el retorno de la democracia en 1973 fue percibido con espanto...”) lo que ha motivado a este empedernido lector de la poesía y la prosa borgeana para manifestar su discrepancia y ensayar una respuesta al texto de marras publicado por quien es un habitual colaborador de Miradas al Sur.
Durante los tenebrosos días de la última dictadura, Borges se manifestó repetidamente contra la posibilidad de una guerra con Chile y condenó también la aventura bélica de Malvinas. Un oficial del Ejército publicó una nota –o solicitada– criticando a Borges, de quien se manifestó amigo y admirador. La respuesta no se hizo esperar y con la ironía y el humor que eran su marca registrada, JLB dijo que hasta ese momento siempre le había tocado defenderse de sus enemigos y se encontraba de pronto en el extraño trance de defenderse de un amigo. Criticar la nota de un amigo de la casa no es fácil ni especialmente gratificante, pero más allá de cierto desapego a los rigores de la redacción periodística o las obviedades informativas ya referidas, en el entretejido de un texto que se propone apodíctico se deslizan, ominosos, los rizomas de un canon conceptual absolutamente inadecuado para la comprensión de la obra y la vida de un autor y las condiciones de producción de su discurso estético y simbólico.
Repetir una y otra vez, como un mantra tibetano, las características antipopulares, antidemocráticas y pro oligárquicas del Borges hombre norges ys arroja instantáneamente al infierno en llamas del monismo ontológico, la imposibilidad de lo diverso y, por lo tanto, el congelamiento del especimen –ahora transmutado en cosa-en-sí-mala– en categoría eterna e inamovible: personero de la antipatria.
Sus graves pecados opacan el resto de su vida. Así, no existe un Borges poeta, ni un Borges cuentista, ni un Borges ensayista, ni traductor, ni prologuista, ni crítico, ni nada. Hay solamente una totalidad marcada por el hierro del juicio popular. Se lo juzga, diría Jorge Semprún, por la parte más inerte y viscosa de sí mismo: su ser social. Esta mirada pre-Saint-Beuve desconoce totalmente la abundantísima obra de crítica literaria y análisis del discurso que –por lo menos desde el siglo XIX– ha ido construyendo la noción de la especificidad de los discursos sociales y la complejidad de la relación entre el autor, su obra y el contexto social y cultural.
Borges, ¿es la nota de Lettieri? Las acusaciones de catecismo peronista que se le propinan, ¿describen su totalidad? ¿Esas palabras dibujan su contorno real o nos entregan un pedacito, el más olvidable y gris de un Borges que es más su obra que él mismo? La posteridad, esa ucronía supuestamente feliz con que los mortales soñamos, ¿reconocerá el Borges que nos dibuja el crayón militante pero grosero de Lettieri? Los historiadores de la cultura de esos años, los semiólogos, los incansables buscadores de los mitos literarios, los simples lectores, ¿creerán la imagen que nos entrega ese texto inútilmente despiadado?
¿O se sumergirán, maravillados, en un mundo de impecables metáforas, de inquietante universos desconocidos, de morosas poesías alejandrinas y amables aunque implacables cuchilleros?
En Borges y yo podemos leer: “Nada me cuesta confesar que he logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición”. El hombre-Borges y el Escritor-Borges son uno y son distintos, el reconocimiento de esta unidad contradictoria entre lo biográfico, lo literario y lo social ha sido establecido largamente por la crítica y la insistencia de Lettieri en la presentación de un Borges unilateral, insensible aprovechador de los recursos del Estado, hace pensar que si él, en lugar de Sartre, se hubiera ocupado de Jean Genet, hubiera simplificado su vida con una simple fórmula: “Fue un delincuente homosexual, psicológicamente inestable que
ocasionalmente escribía teatro y fue pareja del filósofo Michel Foucault”.
Finalmente, hay en el texto un pasaje en el que se alude al nombramiento de JLB como “inspector de aves y ferias”, alejándolo de su puesto en la Biblioteca municipal Miguel Cané, describiendo el hecho como “una oportunidad que el gobierno democrático y popular le daba para salir de su mágico mundo de ilusiones…etc.”. También califica el nombramiento como un “ascenso” en el escalafón municipal. La frase destila cinismo y se alinea incondicionalmente con el propósito disciplinador que el gobierno peronista tuvo al nombrar a un intelectual en una función para la que no sólo no estaba preparado, sino que era consecuencia de sus posiciones políticas. La pequeña venganza de burócratas intrascendentes era en realidad una manifestación más de las necesidades de combatir, anular y reprimir el disenso de los sectores estudiantiles e intelectuales afines a la oposición al gobierno. Pero, ¿qué disciplinar en Borges? Pese a su afiliación a la UCR, su antiperonismo nunca fue activo, no pasó de declaraciones y manifestaciones más o menos públicas, no formó parte de grupos militantes ni participó de actividades conspirativas.
¿Disciplinar sus ideas? Parece ingenuo pensar que un acto burocrático pudiera expurgar a Borges de sus convicciones. Foucault nos dice en Vigilar y castigar que “el poder disciplinario tiene como función principal la de enderezar conductas” y dispone en tal sentido de una vasta panoplia de dispositivos coaccionantes, intimidantes, de vigilancia, control y seguimiento de los cuerpos a disciplinar. De alguna manera, la disciplina social, a través de sus dispositivos, “fabrica” individuos que deben adaptarse a cierto corpus praeceptum, cierto orden social que, a veces, los outsiders de la sociedad, los fabricantes de mitos, monstruos y ciudades fantásticas se empeñan en criticar. Borges se autodefinía anarquista y su (imposible) sueño de libertad individual absoluta chocó muchas veces con la realidad de un país en cambio y la afluencia de la sociedad de masas. Lo dijo a su manera, en las líneas de un poema: “Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muerto en la tierra. Afirmar lo contrario es mera estadística, es una adición imposible. No menos imposible que sumar el olor de la lluvia y el sueño que anoche soñaste”.
24/03/13 Miradas al Sur
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario