lunes, 12 de octubre de 2015

Disparos sobre Siria

Los bombardeos rusos de los últimos días se suman a los que hace la coalición que lidera EEUU y abren un mapa nuevo en Siria. Los estallidos dibujan una serie de alianzas cruzadas por la negativa: los enemigos de mis enemigos son mis aliados.

Por Diego González

Después de mucho tiempo, Moscú y Washington coinciden en algo: hacia dónde tirar las bombas. Tanto Barack Obama como Vladimir Putin sostienen que el enemigo fundamental es ISIS (o el “Estado Islámico”). En lo que no llegan a ningún acuerdo es en qué hacer ni con quién. 

Después de 10 años, el presidente ruso viajó a Nueva York para hablar ante la Asamblea General de la ONU. Marcó la cancha y anunció sus próximos pasos. “Es un error enorme negarse a cooperar con el Gobierno sirio y sus fuerzas armadas que luchan contra el terrorismo con valentía, cara a cara”, dijo Putin. Esa la gran diferencia: mientras Moscú busca que la coalición anti Estado Islámico se encolumne detrás del presidente sirio Bashar al Assad, Washington quiere su renuncia para crear un nuevo orden que termine con el conflicto que ya dejó más de 200 mil muertos y millones de refugiados.

En el mismo viaje, Obama y Putin tuvieron un mano a mano. La reunión de una hora y media fue el primer encuentro entre ellos después del conflicto en Ucrania de 2014, momento desde el cual EEUU y Europa venían buscando aislar a Rusia. Así como en 2013 Moscú detuvo a Obama de formar una coalición con Inglaterra y Francia para atacar a Al Assad, ahora Putin encuentra en Siria una nueva oportunidad para ganar protagonismo en el ajedrez global.

Hoy los realineamientos orbitan en torno a la definición rusa. Irán -aliado táctico de los Estados Unidos por el reciente acuerdo nuclear- apoya a Moscú y al gobierno sirio, al tiempo que alienta a los chiitas libaneses de Hezbollah que también operan en el territorio. Esta situación crispa a Israel, cuyo primer ministro salió a denunciar que Irán, con ayuda de Siria, busca formar un “frente terrorista” en los Altos del Golán. También jugaron fuerte contra Assad las monarquías del Golfo (Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Qatar): apoyaron a todo lo que se le opusiera. Lo cierto, es que el Frankestein que crearon está fuera de control.

Turquía, por su parte, tiene elecciones en noviembre. Recep Erdogan, presidente e islamista moderado, hace su juego. Su principal enemigo interno son los kurdos, que a su vez son los únicos que le disputan al Estado Islámico el control de la frontera entre Siria y Turquía. Golpear a los kurdos fortalece a Ankara que a su vez tiene una enemistad histórica con Assad. Esto favorece al Estado Islámico.

Para Rusia la relación con Siria es clave. Los Assad mantienen lazos con Moscú desde la guerra fría cuando estaba en el poder Hafez al Assad, que gobernó hasta su muerte en el 2000. A tal punto que para 1971 se construyó la base militar de Tartus, la única rusa sobre el Mediterráneo.

La sensación es que Estados Unidos y Europa -preocupada por los refugiados- tienen poco margen y que sólo les queda resignarse y aceptar la participación rusa. A su vez, sin aliados firmes, tampoco se vislumbra un horizonte estable para Siria e Irak. Mientras Obama hablaba ante la ONU, desde el Congreso estadounidense que controlan los republicanos, emitieron un comunicado en el que señalan que 7.000 extranjeros -entre ellos 250 norteamericanos- viajaron a Siria e Irak este año para unirse al Estado Islámico. Esto, dice el informe, demostraría que las estrategias de Washington "han fracasado".

En este juego de alianzas cruzadas, el Estado Islámico se expande en Siria e Irak. Con una violencia comparable a la de los jemeres rojos de Camboya en los tiempos de Pol Pot, ISIS se beneficia de las contradicciones de sus enemigos. Al contexto hay que sumarle las históricas divisiones religiosas entre sunitas y chiitas.

El historiador Pierre-Jean Luizard señala: “La <trampa del Daesh> [Estado Islámico en árabe] consiste en provocar la implicación apresurada del mayor número de actores estatales (...) Sus provocaciones cruentas y sistemáticas parecen responder a un listado consciente y diligente de todo lo que puede provocar reacciones emocionales y fomentar la guerra”. El conflicto no parece tener un horizonte de paz, no existe una propuesta clara de solución política. Cada vez más actores son los que se superponen en un juego de alianzas negativas con bombardeos que bordean un conflicto total. Lo que está en juego es Siria es más que Siria.

Putin, ante una corresponsal norteamericana, explicitó sus intenciones: “No busquen a quién culpar cuando son ustedes cometiendo errores. Deben hacer lo opuesto, sobreponerse al interminable deseo de dominar (...) No queremos ni buscamos confrontación. Cuando empiecen a considerar nuestros intereses nacionales en sus acciones, cualquier otro desacuerdo que podamos tener se autoregulará”.

Télam

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