Incluso si Mauricio Macri no hubiera hecho la formidable elección que hizo en la provincia de Buenos Aires y en todo el país, Sergio Massa no hubiera tenido otro camino. Más allá de sus 10 años como parte del activo kirchnerista, el creador del Frente Renovador despegó en 2013 y no tenía –ni tiene- otra opción que apoyar al candidato de la oposición que busca clausurar el ensayo político de los últimos 12 años. Massa no precisa respaldar a Daniel Scioli para volver al peronismo del que nunca se fue. Gane quien gane, necesita consolidarse como parte de la etapa que viene. Su situación se parece en ese punto a la de la Elisa Carrió de 2003, que apoyó a Kirchner de cara a la segunda vuelta contra Menem que nunca se concretó. Lilita había sido una tenaz propagandista del antimenemismo y -aunque conocía más a Cristina que a su marido- no tenía forma de declararse prescindente en el balotaje. Carrió apoyó a Kirchner, pese a que se había sentido víctima de la campaña del voto útil que inició Clarín para respaldar al candidato que proponía Eduardo Duhalde.
Sin acreditar durante la última década una militancia anti-gobierno de la misma envergadura, Massa puede argumentar que enfrentó un operativo reeleccionista que pretendía forzar un tercer mandato de la Presidenta. Además puede desempolvar la alianza que firmó con Macri para eso, la misma que minimizó en 2014 y quiso reeditar sin éxito en 2015. Pero la jugada del ex intendente de Tigre consiste en dos movimientos: apoyar ahora a Macri para dejar atrás el pasado kirchnerista y acentuar después su perfil crítico del nuevo gobierno hasta convertirse en líder de la oposición que viene.
Guiado por Durán Barba y por su propio instinto, el jefe de gobierno porteño alentó las corrientes proscriptivas del Frente Cambiemos que truncaron una gran PASO opositora que incluyera a Massa. Macri no lo hacía sólo para cerrarle la puerta al pejotismo de los que “ya gobernaron”, sino también porque quería evitar una competencia directa prematura y más complicada que la de enfrentar a Lilita y a Ernesto Sanz. En pocas horas, el jefe de Gabinete de Cristina anunciará su decisión, pero su sendero político lo emparenta con la misma dirigente que durante los últimos dos años lo acusó de vínculos con el narcotráfico y lo fulminó con críticas. Todo indica que Massa seguirá su huella de cara al balotaje. Lo que no está claro es cuáles serán los plazos y las formas que adoptará después, para convertirse en opositor ante una eventual presidencia de Macri. Más allá del tono impostado de su discurso público, será difícil que logre igualar la virulencia y la creatividad que Carrió ejercitó durante los últimos 12 años a la vera del poder.
iNFO|news
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