Por Adrián Murano
Jaime Duran Barba le enseñó a Mauricio Macri algo que el peronismo sabe desde siempre: el voto es un acto más emotivo que racional. Se vota como se siente. Y es evidente que, luego de 12 años de gestión intensa, muchos argentinos sienten la necesidad de meter "un cambio". Pero ¿cuál?
La destreza de la campaña diseñada por el ecuatoriano fue patentar el concepto –bautizó Cambiemos a la alianza PRO-UCR-, y dejar puntos suspensivos para que cada votante lo rellene a gusto. Por eso, entre los votantes de Macri hay quienes quieren que se mantengan muchas políticas del kirchnerismo, pero que "cambien" las formas: menos interpelación, conflicto, reto, grito en la tele. Hay, también, gente que detesta la política de Derechos Humanos del gobierno e intuye que el "cambio" que propone el ingeniero es volver a la impunidad. Los trabajadores de altos ingresos que votan al PRO suponen que eliminará el Impuesto a las Ganancias; los chacareros, que venderán a precios internacionales; los importadores que se reducirán los aranceles y los exportadores que se suprimirán las retenciones.
Muchos de esos cambios deseados son contradictorios entre sí. Y tienen daños colaterales ¿Cuáles complacerá Macri? Imposible saberlo de su boca, porque, como confesó Federico Sturzenegger, Duran Barba los adiestró para que no den precisiones sobre lo que piensan hacer. Se puede tomar como referencia la gestión del PRO en la Ciudad, tratar de decodificar las pocas definiciones del candidato, rastrear antecedentes de sus asesores para forjar un pronóstico, pero nada de eso neutralizará la idea ya instalada de que Macri encarna un "cambio". En eso, Duran Barba ya ganó.
Pero la competencia que viene tiene poco y nada que ver con la que pasó. En tres semanas, iremos a las urnas, ahora sí, para elegir el futuro. Los argentinos no tenemos experiencia en balotaje, pero los antecedentes de otras latitudes indican que, frente a una decisión tan crucial, el voto se vuelve más racional que emocional. Los ciudadanos exigen precisiones sobre qué, y cómo, los candidatos se proponen hacer lo que dicen que van a hacer. También es de esperar que ingresen a escena fantasmas que hasta ahora aguardaron en bambalinas. A Scioli, por caso, lo acechan las dudas sobre su pericia como administrador. Con Macri sobrevuela el espectro de la Alianza, un intento de gobierno coalicionista que terminó con el país en llamas.
Protagonista de aquella experiencia trágica, el radicalismo intentó tapar rápido ese agujero en la estrategia PRO: "No pasará con Cambiemos lo que pasó con la Alianza", dijo ayer el presidente de la UCR, Ernesto Sanz. No precisó por qué ahora será distinto a lo que fue. Como enseñó Duran Barba, es cuestión de creer o reventar. En este caso, quizá, literalmente.
iNFO|news
Jaime Duran Barba le enseñó a Mauricio Macri algo que el peronismo sabe desde siempre: el voto es un acto más emotivo que racional. Se vota como se siente. Y es evidente que, luego de 12 años de gestión intensa, muchos argentinos sienten la necesidad de meter "un cambio". Pero ¿cuál?
La destreza de la campaña diseñada por el ecuatoriano fue patentar el concepto –bautizó Cambiemos a la alianza PRO-UCR-, y dejar puntos suspensivos para que cada votante lo rellene a gusto. Por eso, entre los votantes de Macri hay quienes quieren que se mantengan muchas políticas del kirchnerismo, pero que "cambien" las formas: menos interpelación, conflicto, reto, grito en la tele. Hay, también, gente que detesta la política de Derechos Humanos del gobierno e intuye que el "cambio" que propone el ingeniero es volver a la impunidad. Los trabajadores de altos ingresos que votan al PRO suponen que eliminará el Impuesto a las Ganancias; los chacareros, que venderán a precios internacionales; los importadores que se reducirán los aranceles y los exportadores que se suprimirán las retenciones.
Muchos de esos cambios deseados son contradictorios entre sí. Y tienen daños colaterales ¿Cuáles complacerá Macri? Imposible saberlo de su boca, porque, como confesó Federico Sturzenegger, Duran Barba los adiestró para que no den precisiones sobre lo que piensan hacer. Se puede tomar como referencia la gestión del PRO en la Ciudad, tratar de decodificar las pocas definiciones del candidato, rastrear antecedentes de sus asesores para forjar un pronóstico, pero nada de eso neutralizará la idea ya instalada de que Macri encarna un "cambio". En eso, Duran Barba ya ganó.
Pero la competencia que viene tiene poco y nada que ver con la que pasó. En tres semanas, iremos a las urnas, ahora sí, para elegir el futuro. Los argentinos no tenemos experiencia en balotaje, pero los antecedentes de otras latitudes indican que, frente a una decisión tan crucial, el voto se vuelve más racional que emocional. Los ciudadanos exigen precisiones sobre qué, y cómo, los candidatos se proponen hacer lo que dicen que van a hacer. También es de esperar que ingresen a escena fantasmas que hasta ahora aguardaron en bambalinas. A Scioli, por caso, lo acechan las dudas sobre su pericia como administrador. Con Macri sobrevuela el espectro de la Alianza, un intento de gobierno coalicionista que terminó con el país en llamas.
Protagonista de aquella experiencia trágica, el radicalismo intentó tapar rápido ese agujero en la estrategia PRO: "No pasará con Cambiemos lo que pasó con la Alianza", dijo ayer el presidente de la UCR, Ernesto Sanz. No precisó por qué ahora será distinto a lo que fue. Como enseñó Duran Barba, es cuestión de creer o reventar. En este caso, quizá, literalmente.
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