Por Tomas Borovinsky y Martín Rodríguez :: @borovinsky / @Tintalimon
I.Es esta la primera elección gris de la joven democracia argentina? ¿La primera elección con candidatos que disputaron el centro? Vivimos una obvia paradoja: después de tres gobiernos consecutivos que buscaron restituir el lugar de las ideologías políticas (recordemos el simpático “sorry Fukuyama” de CFK) llegamos a tres candidatos ideológicamente casi indistinguibles y capaces de una retórica inusual: autores de frases con las que sólo se puede estar de acuerdo. Massa sobrevivió al napalm de los medios y el gobierno y Scioli y Macri alcanzaron el balotaje en una elección que sorprendió a todos, traicionando una vez más las encuestas y coronando a María Eugenia Vidal en el distrito más importante del país, venciendo al peronismo (dividido), en una elección inédita desde 1983. Si Macri obtiene la presidencia, sería la primera vez que, por el voto popular, una fuerza política ocupa la Nación, la CABA y la PBA (Alfonsín lo hizo con Saguier y Menem con Grosso, pero a dedo). Y lo del PRO resultaría una imagen curiosa: un aluvión inverso, del centro a las periferias, de la capital a la provincia, de la metrópolis a la Nación. Un triunfo colosal de la macrocefalia argentina, diría Ezequiel Martínez Estrada. Por lo pronto, de estos tres candidatos, solo uno tiene comprometido a fuego su futuro. Massa, como diría Stolbizer, ya ganó (preservó contra viento y marea sus votos decisivos) y se impuso como un líder panperonista a nivel nacional. Macri puede perder y se queda con CABA y PBA, nacionalizando y asegurando el futuro de su partido. Scioli es una empresa unilineal: un hombre solo de la política, peronista de pactos, cuyo objetivo es esta consagración o nada.
II.
La elección de Scioli como candidato fue racional y se completó en la fórmula: una suma de kirchnerismo emocional y peronismo clásico que encarna el elegido y su vice. El Frente Para la Victoria encumbró a su candidato –el que más medía– sin interna real y buscando juntar en paridad el fantasma de una liga de gobernadores (los Gioja, Urtubey, Closs) y la militancia kirchnerista pura (y metropolitana) en la busca del poder. Una especie de matrimonio contra natura que desembocó en unas PASO que decepcionaron un poco y en unas generales que lo hicieron todavía un poco más. El orden de los factores altera el producto y con la suma de las partes no tenés la mayoría. Los ocho años de bullying político que sufrió Scioli de parte del kirchnerismo didáctico y el giro brusco (de esos mismos) con el que lo abrazaron como a la tabla salvadora para quedarse en el poder, le restó credibilidad y desnudó la elección (hasta ahora) como una razón sin pasión. Scioli representó en ese cierre la presencia de ese viejo peronismo de gobernadores (un contrapeso simbólico al kirchnerismo) que no se rebeló nunca. Sólo funcionó esa invocación en la retórica política conservadora. Pero hay algo en la agresividad simbólica del kirchnerismo (esta tensión de ubicar desde dónde habla cada uno en la elaboración televisada de su relato) que también roza una lógica anti política destructiva: colocó en primer plano un tribunal ideológico separado de las preferencias electorales, y, aún más, separado de las conveniencias políticas. De Scioli mostró sus fotos. Nunca imaginó una película. Esta semiótica funciona, al final, como un árbol materialista que tapa el bosque político. Si “el candidato es el proyecto” y el proyecto (económico) sufre su decadencia: el proyecto necesita un candidato. Era al vesre.
III.
¿Pero dónde quedó el 54% del 2011? Massa se llevó en 2013 una porción de la sociedad descontenta y no devolvió ese pedazo luego del post-optimismo social inaugurado en el segundo mandato de CFK. El massismo encarna en su electorado un panperonismo crítico del presente kirchnerista con demandas populares como la del pobre que no cobra el plan porque está un poco más arriba, el trabajador al que le comen el sueldo con ganancias, el ciudadano que vive acechado con la inseguridad, etc. Como escribió Felipe Real: “serían las enfermeras y obreros que quieren orden y progreso social laburando.” Según Felipe son los que “se quejan de sus vecinos que cobran plan sin jugarla a diario, son antivagos, antichorros, antiacomodo”. Massa expuso una interna abierta del peronismo y mantuvo cautivos a los mismos a los que Scioli prometía devolver a la representación del FPV. La construcción política kirchnerista desde 2011 fue autodestructiva, y a los resultados electorales nos remitimos: perdió todas las elecciones y alimentó a que se coagule una oposición nacional articulada. Cristina se llevó el 54% a la casa y promovió, otorgando poder, una renovación ideológica acelerada y de abierta contradicción al peronismo general. Mucha ideología con pocos votos.
IV.
Al final Durán Barba tenía razón y sus ideas funcionaron: Macri salió segundo pero dio el batacazo y se quedó con la PBA (que parece que no hacía falta entregar a nadie) garantizando la supervivencia del PRO más allá de noviembre. En el medio, en un segundo plano, los radicales hicieron su negocio redondo, recuperando sobre todo intendencias y peso parlamentario, y como ejército de reserva de los miles de huecos burocráticos que los amarillos deberán rellenar si ganan, encima, todo. La democracia tiene una cierta dosis de incertidumbre y el instante de apertura de lo político trae sorpresas. Tanto análisis termina territorializando demasiado y fijando la localización del voto. Una remera que diga: la genta vota lo que se le canta. Ordenaba Perón: “rompan el candado o la tranquera o corten el alambrado”. En la cabeza de su mentor, el justicialismo era una asociación de hombres libres.
V.
Poco a poco el oficialismo subestimó a la sociedad sobreestimando al Estado. La decadencia socioeconómica del kirchnerismo tardío fue dando avisos en sondeos y, más importante aun, en elecciones que culminarán en el balotaje de noviembre. Pero en la carrera a noviembre todavía queda un centro por disputar para ganar . Macri y Scioli tienen que convencer al 30% de la sociedad que no los votó y para eso se tienen que traicionar para trascender. Como Francisco que tuvo que traicionar a Bergoglio para iniciar su papado universal. Macri no es quien era en 2003 del mismo modo que Scioli no puede ser el mismo que fue durante el kirchnerismo para ganar en noviembre. Representar más implica dejar de ser quien sos.
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