Pichones de derecha
Por Raúl Arcomano
Marginal y subterráneo, el nacionalismo reaccionario reaparece en algunas pintadas callejeras. Jóvenes, militancia, xenofobia y discurso autoritario.
Las pintadas aparecieron a fines de junio en dieciocho locales de La Cámpora, en la Ciudad de Buenos Aires, en el conurbano y en Corrientes. En uno escribieron: “Montos chorros”, al lado de un signo de peso. No fueron ataques anónimos. Los firmó la Vanguardia de la Juventud Nacionalista (VJN). Para esta agrupación nacionalista, los jóvenes militantes kirchneristas son “nuevos setentistas que han hecho de la corrupción su ambiente habitual, por eso cabe llamarlos montochorros, es decir, ladrones de dineros públicos que reivindican a los terroristas de ayer mientras disfrutan de sus sueldos mal habidos”. Así lo señalaron en un comunicado, días después de las pintadas. Y amenazaban: “De ahora en adelante, los señalaremos en cada uno de sus lugares de rapiña.” Como la VJN, son varias las agrupaciones de jóvenes ultranacionalistas que irrumpieron desde hace unos años en la escena política. Debate indagó en el funcionamiento, las aspiraciones y las raíces ideológicas de la extrema derecha joven que, como otros sectores de militancia, también vive una renovación política.
La VJN, por ejemplo, nació en 2006, a instancias de estudiantes universitarios y secundarios. No se sabe cuántos jóvenes la integran actualmente: “No damos información sobre la cantidad de integrantes ni de militantes”, responde Juan Picasso, estudiante de Derecho, dos trabajos, 25 años. Es el secretario general del “comando” de este movimiento. “No somos un partido, somos enemigos de la partidocracia”, dice. Picasso agrega que militan mediante campañas de volantes, pintadas y comunicados públicos. “Cuando lo veamos conveniente, disputaremos la calle a los partidos”. La VJN funciona con un esquema cuasi militar. En cada ciudad o pueblo se constituyen escuadras. Los jefes de escuadra forman el comando provincial, que a su vez integra el comando nacional. “Todos los jóvenes que trabajan, estudien o no, integran nuestra organización. Tenemos dos categorías: militantes y adherentes. Para ejercer cualquier responsabilidad dentro de nuestro movimiento, se debe ser militante”, explica.
Picasso señala que VJN adscribe al “nacionalismo católico, tradicionalista y jerárquico”. En materia histórica, son revisionistas. “Rechazamos la historia oficial liberal y la nueva historia oficial. Cuestionamos el mito de la soberanía popular y el sistema partidocrático. Creemos que es falso e irrepresentativo. Somos antiparlamentaristas, antiliberales y antimarxistas. Estamos en contra de la ‘economía de mercado’ y del colectivismo marxista”, explica el militante. Y agrega su catarata de dogmas: creen que la Constitución de 1853 fue el “estatuto del coloniaje”, que estableció “la tiranía unitaria” que aplastó a sangre y fuego la resistencia federal durante dos décadas. También consideran que “el protoradicalismo” tuvo una gran oportunidad histórica de rescatar el verdadero legado nacional. Sin embargo, según la VJN, sucumbió ante la Ley Sáenz Peña y terminó “siendo funcional al régimen falaz y descreído” que venía a derrumbar. Por eso, el nacionalismo inició una “crítica profunda” del sistema a fines de los veinte, y va plasmando su ideario rescatando “la esencia católica de nuestra nación”.
La Juventud Nacionalista Darwin Passaponti, entretanto, toma el nombre de un adolescente, militante de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES), que murió asesinado a balazos el 17 de Octubre de 1945. Según Metapedia, el “portal del nacionalismo argentino”, los autores de los disparos fueron “los marxistas que ocupaban el diario Crítica en Avenida de Mayo”. La Passaponti es la columna juvenil del Partido Alternativa Social, que comanda Alejandro Biondini. Antes, Biondini había liderado otro espacio, Nuevo Triunfo. Todavía es posible ver las fotos de sus seguidores con camisas pardas, con los brazos en alto y brazaletes, y su bandera que imitaba la cruz gamada. En 2009 la Corte Suprema le negó la personería jurídica a ese partido para que se presentara a elecciones: los jueces lo consideraron nazi y antisemita. Biondini se hace llamar Kalki. Para los hindúes, Kalki es la última encarnación del dios Vishnu que vendrá montado en un caballo blanco para matar a toda la humanidad con su espada.
Manuel Ardissone es el líder de la Passaponti. Define su agrupación como de “nacionalistas sociales argentinos”. Dice que reúne a miles de militantes y afiliados y que cuentan con una estructura “muy fuerte y numerosa” en Capital Federal y el conurbano, con delegaciones en otras ocho provincias. “Nos preparamos para las legislativas de 2013, pero sobre todo se está formando la fuerza para las presidenciales de 2015”, explica a Debate. Su objetivo político -asegura- es “mostrarle a la gente que hay una opción y un camino distintos a los que plantea este sistema corrupto”. ¿Cómo militan? Con charlas, reuniones, actos, pintadas. Tienen también un programa de radio que transmiten por internet, llamado “La juventud despierta”. En los últimos programas, por ejemplo, trataron temas como “los triunfos del nacionalismo en el mundo y la lucha en la Argentina”, “el aniversario del bautismo de fuego de nuestra Fuerza Aérea en 1982” y pusieron un audio “del coronel Seineldín sobre el Día del Trabajador”. Todo, con la “mejor música patriótica”.
Biondini no es un elemento decorativo en la agrupación. Ardissone habla de él como si un sacerdote hablara de Dios. “Es el Líder (sic)”. También sostiene que su papel excede completamente al partido Alternativa Social, a su columna juvenil o a las distintas organizaciones hermanas que actúan en el patriotismo militante. “Él es sin duda el máximo referente del nacionalismo argentino en la actualidad. No tiene cargos partidarios: Kalki conduce el movimiento en su conjunto, y el partido se encuadra y sirve al movimiento. Su lucha y militancia son un ejemplo para las juventudes políticas”, afirma. Amén.
Sin embargo, Luis Fernando Beraza, periodista, escritor y autor del libro Nacionalistas, analiza: “Lo que he oído de esta agrupación es de una pobreza de ideas realmente llamativa, sin línea política alguna y por lo tanto inocua. Ni siquiera llega a ser una fuerza testimonial. No veo que guarden demasiada vinculación, más allá de algunas formas, con el viejo nacionalismo del pasado”.
Otra de las agrupaciones de jóvenes de derecha es Squadristas. El nombre refiere a los “camisas negras” de Benito Mussolini. Son, entonces, los camisas pardas argentinos. Hay una decena de grupos squadristas en todo el país. Cada célula es llamada fascio. Se consideran a sí mismos “la nueva cara del fascismo argentino, a pesar de la persecución de parte de jodidos (sic) y marxistas”, como escribieron en un sitio. El cronista intentó contactarlos en varias oportunidades. Sin éxito. En un escueto mail respondieron: “No respondemos a las agresiones o a entrevistas de los medios de desinformación, por lo tanto agradecemos que no pierdan su tiempo”. No son tan activos ni tan numerosos como la Passaponti o la VJN. Salvo alguna pintada o charla doctrinaria, el lugar de militancia de los squadristas es la web.
Una de esas acciones que promueven desde Internet se hizo realidad hace dos años, un día antes de un nuevo aniversario del golpe de Estado de 1976. Pintaron las paredes exteriores de El Olimpo, en el barrio de Floresta. El ex centro clandestino de detención amaneció con una frase que decía: “Acá murieron asesinos”, y mostraba un pañuelo blanco manchado con pintura roja. También suelen recordar todos los años a Marcelo Scalera. Es el joven de 32 años que murió en mayo de 1996, después de recibir golpes mortales en una pelea que se produjo entre neonazis y punks en un recital callejero, en el Parque Rivadavia. Scalera es un mártir para todo grupo nacionalista que se precie de tal. Los squadristas no son menos: señalan que Scalera murió luego de “un combate contra la lacra marxista”. Además del homenaje a Scalera, otro día importante es el 28 de octubre. Ese día recuerdan una trascendental -para todo fascista- fecha histórica: la Marcha sobre Roma.
HALCONES Y ÁGUILAS
Excepto los sectores que se sumaron al peronismo, el nacionalismo fue históricamente antidemocrático, con dificultades para integrarse al juego electoral. Sin partidos con alternativas reales de ganar elecciones, la derecha se valió, a lo largo de la historia, de los golpes de Estado. Desde 1930 hasta 1976. Precisamente durante el último régimen de facto, algunas agrupaciones ultranacionalistas y ultracatólicas estuvieron más a la derecha que la dictadura militar. Lo que no es poco. A lo sumo criticaban a los uniformados por la política económica, de tono ultraliberal. Hoy, la gran mayoría de los jóvenes nacionalistas repite los lugares comunes de los adeptos procesistas. “Esos militares liberales sirvieron a los intereses extranjeros, al igual que lo hicieron Montoneros o el ERP, y todo derivó en una guerra civil en la que la única perjudicada fue la Argentina. No vemos diferencias entre ese gobierno militar y los posteriores gobiernos democráticos, porque todos respondieron a una mentalidad colonial y antiargentina”, razona Ardissone.
Picasso va más allá: dice que el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional no fue una dictadura. “El PRN fue la respuesta de un grupo de oficiales superiores de las fuerzas armadas ante el desborde causado por la insurrección guerrillera en nuestro país”. La película de los setenta que se armó Picasso es así: hubo una “guerra” iniciada por gobiernos extranjeros: la URSS, China, Cuba, el Chile de Allende, la Nicaragua sandinista. Contaron con la colaboración de “terroristas argentinos”, para imponer un “gobierno marxista-leninista por la fuerza”. Durante esa guerra, las fuerzas policiales “fueron desbordadas” por las fuerzas de la guerrilla. Y gran parte de la sociedad reclamó la utilización de las Fuerzas Armadas para que pusieran fin a “la escalada terrorista”. Por tanto, según Picasso, “en esa guerra hubo soldados y policías que combatieron valientemente a la guerrilla y salvaron a la Nación de caer en una tiranía castro-guevarista. Muchos de esos soldados se encuentran hoy presos en el marco de juicios viciados de nulidad”.
Sobre los juicios orales y públicos de lesa humanidad, claramente, no tienen una buena opinión. Ardissone sostiene que “dejaron de tener sentido y ya son parte de un discurso político”. “Se hacen juicios por los mismos hechos que ya se juzgaron hace treinta años, pero no se lleva a los tribunales a los terroristas. Poner bombas y crear organizaciones armadas con financiamiento extranjero también es ilegal, en cualquier época”. Para el líder de la VJN, por su parte, se trata de “la venganza de las organizaciones terroristas” contra quienes los derrotaron militarmente, “disfrazada de justicia” gracias a la colaboración de una Corte Suprema “adicta” y de jueces “pusilánimes o cómplices de la guerrilla marxista”.
JUVENTUDES
Tanto la Passaponti como la VJN destacaron la militancia juvenil. “Es fundamental para una política saludable: mientras más politizada esté la juventud, mejor, porque así se forma un pensamiento crítico que puede analizar y actuar en consecuencia frente a los actos y hechos de los políticos gobernantes”, razonó Ardissone. Sin embargo, no se privó de lanzar dardos contra La Cámpora, la agrupación kirchnerista que se transformó en ícono del auge de la militancia joven: “No es más que un consorcio de empleados que militan porque cobran sueldos del Estado. Además, de jóvenes no tienen nada”. Picasso, por su parte, diferenció los tantos: “Con los militantes de La Cámpora tenemos grandes diferencias, pero somos capaces de reconocer su trabajo y su entrega, aunque lo hagan al servicio de una causa injusta y antinacional”. Ardissone, además, critica las políticas kirchneristas que “buscan destruir a la familia, como son la pretendida legalización del aborto o la despenalización del consumo de drogas”.
Según el investigador y docente Germán Ferrari, que escribió el libro Símbolos y fantasmas, la derecha en la Argentina siempre tuvo una unión de intereses comunes con la Iglesia Católica. “Los nacionalistas fueron siempre pre Concilio Vaticano II. Es decir: antiabortistas, antidivorcio, anti educación sexual, anti matrimonio igualitario”, explica.
Con respecto a la xenofobia, el nacionalismo tuvo expresiones marginales pero sin mayor importancia. Grupúsculos como Alerta Nacional plantean un rechazo a los inmigrantes de países limítrofes, incluso hablan del “peligro chino”. “Son tan grotescos que no pueden tener entidad alguna”, aporta Beraza. Ardissone intenta una defensa. Dice que no están en contra de la inmigración, pero se desdice rápido: “Sí nos oponemos a la inmigración ilegal. Es un delito”. Luego agrega que no aceptan tener fronteras “sin ningún tipo de control”. Y señala que, por culpa de esta “inacción”, el narcotráfico “se instaló en el país”. Y concluye su argumentación indicando que la inmigración “ilegal fomentada y subsidiada por el kirchnerismo” compite “deslealmente” con el trabajador calificado argentino. Picasso opina de manera similar: “No favorecemos indiscriminadamente cualquier inmigración sino aquella que permita su integración a un tronco común, como ocurrió durante décadas con los hijos de inmigrantes nacidos en nuestro territorio nacional, que se sentían tanto o más argentinos que los nativos de quinta generación”.
En Europa preocupa el resurgimiento de grupos de extrema derecha. ¿Se sienten identificados con algunos?, preguntó Debate. “Los nacionalismos europeos suelen ser los chivos expiatorios sobre los que se descargan todos los ataques. Tras su derrota militar en 1945, sigue usándose su recuerdo para atacar al opositor político. De tanto usarse para calificar a todos, ya no significa prácticamente nada. Es simplemente un puñal que se arroja con la intención de causar daño”, concluye Picasso.
¿Y la identificación con el nazismo y el fascismo? Responde Ardissone: “El nazismo fue una expresión de la sociedad alemana en los años veinte y treinta. Nosotros no somos ni alemanes ni italianos ni estamos en Europa. Somos argentinos, latinoamericanos y pertenecemos al siglo XXI. El sistema tiene la patología de catalogar a todo lo que no le gusta de facho o nazi, tal como a quien profesaba una ideología de izquierda se lo tildaba antes de zurdo. Es dialéctica en definitiva”. ¿Pensará lo mismo su líder, Biondini?
Revista Debate
http://www.revistadebate.com.ar/2012/08/10/5759.php
GB
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