Ante un numeroso grupo de ladrilleros proveniente de diversas zonas del país.
21 de agosto de 1945.
Estado y sindicatos. El Pueblo. Identidad.
“Si se observa el panorama de la República , se ven perfectamente divididos los dos bandos. De un lado esta claramente determinada la oligarquía que se había entronizado en el país durante tantos años, esa oligarquía que había conseguido explotar todo lo que era explotable y había llegado hasta extremos de explotar la miseria, la ignorancia y la desgracia de nuestra clase trabajadora. Esos hombres, que jamás tuvieron escrúpulos ni frente a la desgracia, ni frente al dolor, ni frente al sacrificio de nuestras masas, se sienten hoy humanizados por un sentido de democracia que nunca sintieron sino para explotar la democracia en su propio provecho.
Así como antes la oligarquía exploto esa democracia en su provecho con la secuela de fraudes, coimas y negociados de que esta llena nuestra historia política; así como explotó la democracia en su provecho en perjuicio de la clase trabajadora, hoy pretende levantar la bandera de la democracia que no siente, para servir a sus futuros intereses políticos, que han de transformarse como siempre en pesos succionados a los pobres trabajadores que son los que menos tienen, pero que son los mal capacitados para trabajar, para sufrir y para producir.
En cambio, los trabajadores están dando al país un ejemplo que debe 'ser imitado por todos. Los obreros están unidos y organizados, protegidos en su organización gremial y sindical y apoyados por el Estado en sus justas aspiraciones. El Estado no obliga a la agremiación, pero aconseja que se 'agremien porque así los trabajadores en el futuro, bien organizados, con dirigentes honrados y leales a su frente, podrán mantener las conquistas logradas cuando nosotros hayamos desaparecido de la función pública.
Dijimos hace dos años que la Revolución debía pasar al pueblo, Para mí, "pueblo" es todo habitante de la República que se comporta de acuerda con las necesidades de la Nación. La parte más importante de un pueblo es la que trabaja y produce, y la menos importante es la que consume sin producir. No creo que lo que ha llegado a calificarse en todas partes como "pueblo" obedezca a este concepto integral. Cuando se dice "pueblo", somos nosotros; y cuando se dice "aristocracia", "capitalismo" y otras cuantas calificaciones, son ellos. Aquellos que afirman que nos hemos colocado frente al pueblo, deben volver la oración por pasiva, porque los que han estado, están y estarán siempre contra el pueblo son ellos y no nosotros. Ellos habían conseguido siempre triunfar, y no se pueden convencer de que ahora han sido vencidos.
Es natural, pues, que les quede ese elementalísimo recurso de apelar a cualquier medio para impedir la derrota. Seguiremos imperturbables en nuestro camino, convencidos de que los trabajadores no volverán a equivocarse oyendo los cantos de sirena y la dialéctica de hombres que en su vida no hicieron otra cosa que engañar al pueblo trabajador de la República. ¡Piensen ustedes cuántas verdades han dicho ellos y cuántas nosotros! ¡Piensen cuántas leyes obreras proclamaron ellos durante cincuenta años y cuántas cumplieron y, en cambio, cuántas conquistas sociales de las que nosotros no hemos hecho alarde, pero que hemos llevado a la práctica! Es que nosotros no decimos, sino que hacemos. No tenemos precio, no hemos negociado con la función pública. Si por desgracia en esta casa puede haber algún bandido a quien se le ocurriese lucrar con su cargo, el día que lo descubramos tendrá el castigo que le corresponde.”
“El país necesita una clase obrera que deponga todo interés que no sea el de la clase trabajadora que lucha por su unidad para defender sus propias conquistas, porque si no lo hace no encontrarán a nadie que lo haga en reemplazo de ella.”
Prof GB
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