Viejos terratenientes incrustados
en la tierra como huesos
de pavorosos animales,
supersticiosos herederos
de la encomienda, emperadores
de una tierra oscura, cerrada
con odio y cercados de púa.
Entre los cercos el estambre
del ser humano fue ahogado,
el niño fue enterrado vivo,
se le negó el pan y la letra,
se le marcó como inquilino,
se le condenó a los corrales.
Pobre peón infortunado
entre las zarzas, amarrado
a la no existencia, a la sombra
de las praderías salvajes.
Pablo Neruda, Canto General, Las Tierras y los hombres.
GB
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