Imagen: DyN
Cuando fue presidente del Banco Central, Domingo Cavallo fue uno de los responsables, no el único, de la estatización de la deuda externa privada en la última dictadura militar. Como ministro de Economía de Carlos Menem impuso el régimen de convertibilidad que, al durar diez años y medio, concluyó en un descalabro socio económico mayúsculo. Cuando reincidió como titular del Palacio Hacienda en el gobierno de Fernando de la Rúa culminó su obra económica con el corralito. Como si nada de esos inmensos fiascos hubieran ocurrido, ahora se dedica a aconsejar acerca de lo que hay que hacer y, para completar ese escenario de impunidad, dice que la tarea de Federico Sturzenegger al frente del Banco Central es correcta.
Calificar de buena la gestión de Sturzenegger es revelador del nivel de alienación analítica de referentes del mundo conservador. Muchas son las inconsistencias de la economía macrista, no así del plan de negocios del gobierno, con el Banco Central liderando el ranking de medidas que la condujeron a una fragilidad inquietante. Pero no fueron sólo las de desregulación normativa y liberación financiera, sino las desconcertantes implementadas con variables muy sensibles, como la tasa de interés, el tipo de cambio y las reservas.
Subió y bajó la tasa de interés tantas veces en casi 29 meses de gestión que ningún análisis riguroso de la política monetaria puede evaluarla como profesional. Más bien, parece instrumentada por un grupo de improvisados. El manejo de la paridad fue igual de confusa, desde asegurar que el tipo de cambio se ubicaba en el precio que definiera la flotación libre hasta tratar de mantenerlo fijo con el objetivo de que actúe como ancla cambiaria. Con las reservas, el Banco Central afirmaba que no le preocupaba cuál era su magnitud, para luego anunciar que buscaba incrementarlas hasta el equivalente al 15 por ciento del PIB, unos 80 mil millones de dólares. El saldo de ese propósito es desalentador: del récord de 63.902 millones de dólares, el 11 de enero pasado, bajaron ayer a 55.998 millones. En menos de cuatro meses, el Central dilapidó el 12,4 por ciento de las reservas.
Si la administración de la tasa de interés, el tipo de cambio y las reservas internaciones fue errática, la política antiinflacionario fijando metas fue decepcionante, superando por mucho en cada uno de los tres años (2016-2018) la cota superior. El desconcierto no es sólo por pifiar las metas cuantitativas sino, fundamentalmente, por el desvarío analítico que afirmaba que los muy fuertes aumentos de tarifas no tendrían impacto en la tasa de inflación o que no iba a ver traslación a precios de la suba del dólar.
La previsible corrida, aunque difícil de estimar cuándo iba a producirse, por la inmensa burbuja especulativa de las Lebac, tiene en estos días una intensidad que refleja, simplemente, el saldo de la gestión de Sturzenegger. Ni la bandera de la ortodoxia de respetar la independencia del Banco Central puede exhibir después del papel de acompañante que cumplió en la conferencia de prensa del 28 de diciembre pasado, cuando el Poder Ejecutivo anunció la modificación de las metas de inflación de este año.
Cavallo elogia esta gestión de Sturzenegger y la inmensa red de voceros oficiosos afirma que los resultados desalentadores de la economía macrista son por carencias en la comunicación del gobierno. Lo escriben sin pudor y no lo hacen en las páginas de humor.
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