El Solo se levanta, se despeina, mira al
sur
y camina desacostumbrado sin besos ni
adioses.
Murmura humo de negro, relojea la
esquina y
hace señas al bondi rojo, techo negro.
Es el 333 para la estación.
El Solo recuerda mares parado en medio
del pasillo.
Extraña su sombra perdida en el andén
aquél sábado de otoño.
Se ríe solo, de solo pensar que nunca
llega tarde.
Furia su ansia redimida de amor y ya se
tiene que bajar.
Los paraísos, las enredaderas, los
sauces, los rosales le
brillan compañeros y afila el Solo su
arma bajo el cielo
del Dios que tiene el cielo.
El Solo agradece, es bueno, no bello,
soldado de adoquines,
cocinas, terrazas, ropa blanca,
desterrados, bicicletas fabriqueras.
Empuña la mañana, cruza el portón,
carajea entre dientes y
vuela al cuello de los grises burócratas
de verdeolivaazulados
y tiñe de vientitos el playón de la
Vucotextil.
Amorando derrumbó PLOMIZOS Y BREA.
GB
No hay comentarios:
Publicar un comentario