Imagen: Leandro Teysseire
En todo el país, la Anses otorgó 2.036.496 créditos vía la tarjeta Argenta en este año, concentrando la entrega en los últimos meses del año electoral. De ese total, 978.774 fueron para los titulares de la Asignación Universal por Hijo; 376.704 para las personas que reciben las pensiones no contributivas y la pensión universal para el adulto mayor; 91.825 para los titulares del sistema único de asignaciones familiares y 589.193 para los jubilados y pensionados. El crédito por 3000 pesos era a 12 meses y por 500 pesos a 24 meses, a una tasa del 24 por ciento anual. Las deducciones por el pago de las cuotas no podían exceder el 30 por ciento del valor de la prestación mensual.
Este programa de fomento del consumo popular, bastante oneroso pero, en última instancia, expansivo de la demanda, formó parte del populismo “bueno” encarado por el Gobierno de Cambiemos en clave electoral.
Hoy suben los combustibles en alrededor del 10 por ciento promedio, con un par de puntos para arriba en las naftas y otros para abajo para el gasoil. Las petroleras estaban habilitadas a realizar el ajuste el primero de octubre. En acuerdo con el gobierno lo pospusieron para el día siguiente de las elecciones.
La estrategia de alterar el cronograma de ajuste en los precios de las naftas, que alivió por unas semanas el bolsillo de los automovilistas y de transportistas, fue otro aporte del populismo “bueno” a la causa electoral del oficialismo. Ahora el precio de la súper subirá a un piso de 22 pesos por litro, equivalente a 1,24 dólares, pasando a ocupar Argentina así el segundo lugar del país con los combustibles más caros de Latinoamérica, después de Uruguay.
El programa Fútbol para Todos, que podría financiarse con apenas 4 días de intereses que el Banco Central paga por las Lebac al mundo de las finanzas, siguió en forma precaria para los abonados a la TV por cable. El populismo “bueno” intervino también en la Superliga del Fútbol Argentino que comenzó a fines de agosto. El gobierno acordó con los dos conglomerados extranjeros (Fox y Turner-TNT), que pasaron a controlar el negocio del fútbol, mantener abierta la trasmisión de los partidos en las señales de cable, aunque sin el servicio de alta definición.
A partir del primer fin de semana de noviembre, cuando se jugará el Superclásico, ya no habrá esa posibilidad: sólo tendrán acceso a ver los partidos de fútbol en directo quienes paguen 300 pesos mensuales, más el abono de TV por cable y el correspondiente al decodificador HD.
El cronograma de ajustes de los servicios públicos esenciales diseñado por el populismo “bueno” concentró los aumentos para después de las elecciones. El alza del gas será del 40 por ciento, sobre una base que acumula más del 400 por ciento, por la actualización que se hará en función del valor del fluido en boca de pozo y de lo que percibirán las distribuidoras. Ese no será el último aumento. En abril del año próximo habrá otro ajuste mínimo del 30 por ciento.
En el último bimestre de este año también aumentará la luz. El ajuste en el transporte previsto inicialmente para este año quedó para el primer trimestre del año próximo. El peaje en las rutas subirá para la temporada de las vacaciones de verano. Habrá además incrementos en el servicio de agua y cloacas, telefonía celular, prepagas y taxis.
Economistas del establishment y analistas del oficialismo combaten con pasión al populismo “malo” y consienten el “bueno” con una candidez enternecedora, porque el deseo de que el gobierno gane las elecciones ha sido más fuerte que sus convicciones económicas. También han mantenido un prudente silencio acerca de los profundos desequilibrios que acumula el programa económico de Cambiemos, sólo cubiertos con la potente anestesia de la deuda interna y externa.
El populismo “bueno” ha cuidado relativamente el bolsillo en el año electoral con el objetivo de acorralar y derrotar en las urnas al populismo “malo”, cuya política no era engañar ni generar un consumo pasajero, sino alimentar la demanda agregada como motor del crecimiento económico para fomentar un círculo virtuoso de expansión y de inclusión social.
Ahora, pasadas las elecciones de medio término, el populismo “bueno” mostrará su verdadero rostro: el ajuste regresivo sobre los ingresos de la mayoría de la población.
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