sábado, 10 de octubre de 2015

¿Hay una sedición en marcha? Por Adrián Murano

Faltan dos semanas para que la Argentina elija al sucesor de Cristina Fernández, luego de 12 años de mandato K. Hay mucho en juego. Y aunque la anodina campaña que llevan adelante pareciera indicar otra cosa, la oposición está dispuesta a jugar fuerte para quedarse con un triunfo que, según lo que marcan las encuestas, aún está lejos de fraguar. Por el contrario, es el oficialismo quién sigue liderando la intención de voto. De hecho, la posibilidad de que Daniel Scioli gane en primera vuelta está dentro del "margen de error estadístico" de los sondeos de opinión. Es ahí, precisamente, donde planean golpear los opositores que imaginan formas alternativas de quedarse con la presidencia, incluso al margen de lo que indiquen las urnas.

En La Nación de ayer, el columnista Carlos Pagni confiesa el plan. "Algunos asesores de Mauricio Macri se han planteado un interrogante: ¿Cómo debe contabilizarse el voto en blanco para las elecciones del próximo 25?", pregunta el escriba. Y se contesta: "La Constitución establece que para alcanzar la presidencia hay que obtener el 45% de los votos, o más del 40% siempre que se obtenga una ventaja superior a 10 puntos respecto del segundo. Si el universo sobre el cual se realiza el cálculo incluye los votos en blanco, para alcanzar el 40 o el 45% haría falta un mayor caudal electoral. Dicho de otro modo: aumenta la probabilidad del ballotage."

La expresión de deseo del PRO, que Pagni hace propia, es imponer la idea de que el voto en blanco debe formar parte del conteo. El deseo contraría la contabilidad electoral que se aplica desde la reforma constitucional de 1994, donde se instauró el sistema de balotaje. La Carta Magna establece con claridad que el porcentaje se obtiene sobre los "votos afirmativos válidamente emitidos", es decir, descartados los considerados "nulos" y el voto en blanco, al cual el uso, jurisprudencia y costumbre considera "negativo". Así se aplicó en todas las elecciones que se ejecutaron hasta hoy. Sin embargo, parece que el temor a la "reelección del proyecto" activó una insólita relectura de estos antecedentes y, según el PRO vía Pagni, ahora debería revisarse la prescripción constitucional.

Por supuesto, no es la pureza republicana o electoral la que guía esta inquietud, sino una intención más ordinaria: judicializar la elección y provocar caos político. Como confesó el editorialista de La Nación. "¿En qué decantará esta discusión? Es probable que los abogados de Macri pidan una declaración de certeza ante la jueza electoral María Servini de Cubría. Según el momento en que lo hagan, el planteo podría derivar en una solicitud de per saltum ante la Corte. Muy relevante: ese tribunal nunca se expidió acerca de la forma de computar el voto en blanco (…) ¿Serán los jueces quienes determinen la identidad del próximo presidente?", se ilusiona el PRO, via Pagni, exhibiendo la estrategia con el desparpajo de la impunidad.

No es la primera vez que voceros opositores proponen escenarios de litigio, crisis política y acefalía. El pasado 13 de septiembre, también en La Nación, Joaquín Morales Solá lo planteó con un título contundente: "¿Y si Zamora es presidente?" En el texto, uno de los escribas favoritos del establishment fantaseó con trasladar a la Nación la traumática experiencia de Tucumán. "¿Qué sucedería si fuera necesario esperar el escrutinio definitivo para saber si habrá segunda vuelta?", se preguntó el cronista que acompañó a las patotas del genocida Antonio Bussi. Su tesis ya entonces establecía que la estrecha diferencia que distancia a Scioli de un triunfo en primera vuela abría las puertas a un litigio que superaría los plazos institucionales. "¿Qué sucedería si cualquiera que saliera segundo planteara la necesidad del escrutinio definitivo o la revisión de muchas urnas en todo el país para aceptar su derrota? ¿Cuándo los argentinos (y el próximo presidente) sabrán quién ganó definitivamente? –volvió a preguntarse en ese texto Morales Solá-. Un cuadro de extrema conflictividad podría llevar la definición hasta más allá del 10 de diciembre.

Cristina Kirchner y Amado Boudou deberán irse a sus casas el 10 de diciembre, pase lo que pase (…) La única alternativa posible sería que Cristina le entregara el gobierno al presidente provisional del Senado, el radical K Gerardo Zamora (…) Una fuente inmejorable de la justicia electoral, consultada sobre la posibilidad de que Zamora termine siendo presidente provisional del país, contestó con una frase corta, seca: 'No es imposible y ni siquiera improbable. Todo dependerá del grado de los litigios políticos y judiciales'", concluyó el columnista opositor, con el clásico recurso cobarde de poner en boca anónima la idea propia.

La coincidencia entre lo que en su momento planteó Morales Solá y hoy plantea Pagni no es casualidad. De hecho, el periodista procesado por espionaje da detalles sobre la operación que su compañero de periódico insinuó semanas atrás. Gracias a Pagni, ahora sabemos que el modo de postergar la eventual proclamación de Scioli se haría cuestionando el modo de establecer el porcentaje de votos necesarios para ganar en primera vuelta. Y dejando la decisión en Ricardo Lorenzetti, autoproclamado amo y señor del máximo tribunal.

Quizá todo esto sea parte de la mente afiebrada de un asesor –o candidato- que, cegado en su ambición de poder, imagina maneras de obtener lo que busca sin medir consecuencias sociales. Quizá sea apenas un blef, un orejeo en el que sólo buscan mostrar lo que son capaces de hacer si sus mandatarios –un candidato, grupos empresarios, una combinación de ambos- así lo requirieran. Ojalá así sea. Porque la joven democracia argentina no soporta más sediciones que violenten la voluntad popular. Ya pasó mucho de eso. Esta vez, no pasará.

09/10/15 Tiempo Argentino

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