El poder transformador de la letra K
El miedo no es zonzo. Las espadas económicas y mediáticas del bloque oligárquico ven con desesperanza el derrumbe ontológico de sus políticos opositores. El nudo estratégico del proyecto de Cristina Fernández de Kirchner para la transformación del país. El escenario en la Provincia.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Que berreen las derechas de distinto pelaje se entiende, y muy bien; y que utilicen todos sus recursos semánticos para tratar de impedir la consolidación del nuevo marco de consensos sociales y culturales que está labrando el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, se comprende mejor aun. Pero que los cables se crucen y los alambres rechinen en el territorio político propio de esas transformaciones es más difícil de explicar: no quedan demasiadas alternativas, quienes desde ese campo murmuran descontento lo hacen porque no entienden lo que sucede en el país o, lo que resultaría peor, porque decidieron pararse sobre la vereda de enfrente.
La respuesta de la sociedad a la recuperación soberana de YPF, manifestada también en el apoyo a la política oficial respecto del tema Malvinas, recuerda y amplía aquel 54% de octubre pasado; ahí están las cifras de los encuestadores (de todos) para los amantes de aritmética política, aunque prefiero recordar que no hay campaña mediática que triunfe cuando los actores concretos del cuerpo social, en el caso que nos ocupa el gobierno y su creciente militancia social, se manifiestan en forma tangible, tangibilidad que en esta Argentina se manifiesta a través de acciones de Estado, en sintonía con las demandas populares.
Sin embargo, quizá ayude a la comprensión de lo dicho atender con cuidado los discursos con los que la presidenta viene rodeando sus decisiones políticas, desde el día mismo de su asunción para este segundo mandato, cuando dijo que su gobierno piensa y actúa para los millones de argentinos y no para las corporaciones.
Desde aquella intervención en el Congreso Nacional hasta las más recientes, en ocasión de promulgar la ley YPF, y la del lunes último, cuando recordó que lo verdaderamente agraviante es la apropiación colonial de los recursos de un pueblo soberano, en cada una las palabras de Cristina –incluso cuando se refieren a tópicos de mayor domesticidad– lo que surge con claridad es su prédica respecto de aquellos ejes que, como señalé en estas páginas en varias oportunidades, conforman el nudo estratégico del peronismo en su era K: revalorización actualizada del federalismo (ahí están sus diálogos directos, casi siempre a través de inversiones de la Nación, con gobernadores e intendentes); construcción de un nuevo sistema generativo de mayorías (es difícil recordar una experiencia anterior del peronismo con tanta capacidad de convocatoria a múltiples y diversas identidades culturales y políticas); impulso decisivo a las nuevas generaciones hacia la militancia y la gestión del Estado (lo que explica las campañas y hasta los insultos sistemáticos a los protagonistas de esa experiencia, para lo cual las derechas y sobre todo sus aparatos mediáticos concentrados construyeron un chivo expiatorio, un “enemigo satánico”: La Cámpora).
Es que esa Argentina conservadora sabe que el nuevo valor expresivo de la K, para el cual ellos mismos trabajaron, aunque con intenciones descalificadoras, tiene un infinita capacidad: la de avanzar con nuevos paradigmas, profundamente republicanos, inclusivos desde el punto de vista social, y revulsivos de un modo de entender a la economía y a la política que se está yendo a pique en el mundo entero. Esas derechas saben que si las transformaciones paradigmáticas que Néstor Kirchner propuso en 2003 y que en la actualidad la presidenta no duda en profundizar; si esas transformaciones se convierten en un nuevo aparato de sentidos comunes desde los cuales construir consensos, entonces el país oligárquico se enfrentará a una tablero que los ajedrecistas califican de jaque mate. Tienen miedo y por eso son peligrosas.
El miedo no es zonzo. Las espadas económicas y mediáticas del poder oligárquico ven con desesperanza el derrumbe ontológico de sus políticos opositores. No saben qué hacer con Mauricio Macri y se recriminan haber elegido a un incompetente formado al calor de los privilegios lumpenburgueses heredados de la dictadura; miran a los radicales y prefieren girar la cabeza; ¿quiénes se acuerdan de los devaneos de un tal Eduardo Duhalde, amontonando al “peronismo disidente”? ¿Y de Lilita Carrió?; y podríamos seguir con los intentos de relanzamientos espasmódicos de otro tal (Alberto Fernández), quien resultó ser empleado de Repsol; con “periodistas” pergeñadores de campañas difamatorias que terminan consumiéndose en sí mismas (y sí mismos). En fin.
Pero el miedo no se rinde, y parece apuntar a un zona obvia de toda obviedad, la provincia de Buenos Aires; por su volumen político electoral y económico y porque cuenta con un gobernador, Daniel Scioli, quien para ellos (los del país oligárquico) puede funcionar como esperanza seria contra la K. Pero resulta que el vicegobernador, Gabriel Mariotto, es uno de los cuadros más activos de esa, “la maldita letra”. Pues entonces qué hacer se preguntan las derechas, y lanzan ideas: todos contra Mariotto, que además “es o está con el demonio, La Cámpora”, y de ahí a instalar que gobernador y vice están poco menos que sacándose lo ojos sólo hubo un paso, y ese paso creen finalmente haberlo asegurado con la creación de La Juan Domingo, un núcleo peronista que respalde a Scioli, contra “la terrible K”, otra vez.
Pero les salió mal. El lunes, la agencia pública de noticias de la provincia de Buenos Aires –www.agepeba.org– difundió un informe sobre el tratamiento mediático al lanzamiento “sciolista” que dice lo siguiente: el mandatario provincial ni siquiera estuvo presente en el acto de lanzamiento (de La Juan Domingo), pero La Nación, Clarín y algunos medios provinciales presentan a esa agrupación como la línea interna del gobernador”.
Este, por su parte, había dicho el domingo, como también lo consignó AgePeBa, que con Mariotto tiene “una buena relación y una gran responsabilidad, de cara a lo que nos ha encomendado la presidenta. Podemos tener estilos personales distintos, pero nos complementamos muy bien”. El vicegobernador, en tanto, afirmó que “el peronismo puede convivir en un disenso honesto de discusión, esto no quiere decir que nosotros tengamos la razón y La Juan Domingo no”; alertó sobre la necesidad de no apelar al pasado e insistió en que algunos de los que dicen acompañar a Scioli “no registraron la llegada de un nuevo tiempo”. “El gobernador es un hombre de este tiempo”, remató Mariotto.
Fue él mismo el encargado de afinar algunas definiciones, cuando, la semana pasada, en el marco de un acto militante en Córdoba, destacó lo siguiente: “Hay operaciones que nos quieren romper la construcción política, por eso estamos acá. Un abanico de ciudadanos y ciudadanos de distintos orígenes que tienen un vértice, la lealtad y el amor a Cristina. De este abanico de representación tiene que surgir la organización, no podemos perder la oportunidad. No podemos repetir los errores del pasado y no tener una construcción genuina del peronismo.”
Son palabras que pueden ayudar a comprender el sentido del título de este texto: el poder transformador de la letra K.
(*) Artículo publicado hoy por el diario Tiempo Argentino.
GB
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