CULTURA //// 07.02.2021
Estas últimas semanas hemos asistido a debates en los medios de comunicación masivos
sobre el plan de inoculación en nuestro país, en donde se invisibiliza intencionalmente
la contraposición de dos paradigmas: el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y
el de la Provincia de Buenos Aires.
Lic. Daniela Giorgetta y Lic. Adelqui Del Do* | Ilustración: Sol Giles
Por decisión de sus autores, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
De nada sirven las conquistas
de la técnica médica si ésta no puede llegar al pueblo por los medios adecuados.
Ramón Carrillo
Provincia o Ciudad
A fines de enero, el GCBA habilitó una plataforma en la página web de la Ciudad para comenzar a
dar turnos para la tan ansiada vacunación contra el COVID-19.
La “difusión” de esto comenzó a circular en redes sociales (principalmente WhatsApp);
grupos de personas (profesionales independientes de la salud) sumidas en la incertidumbre y
la ansiedad preguntaban cómo anotarse, pues la página no los dejaba.
Otres contaban que se habían podido anotar a las siete de la mañana,
otres por propia deducción habían llegado a la conclusión de que a las 8
de la misma mañana no había más turnos.
Luego, por testimonios de colegas nos enteramos de la anulación de muchos
turnos asignados, sin la explicación correspondiente.
Después de haber intentado anotarnos durante toda la mañana, nos resignamos a asumir
que efectivamente no habría más turnos, dado que ya nadie más había conseguido sacar uno.
¡Qué suerte los que consiguieron! ¡Si nos hubiésemos despertado más temprano!
¡Si hubiéramos mirado el celular antes!, fueron algunas de las cosas que nos dijimos y
pensamos embroncados por no haber podido ni siquiera inscribirnos para cuando hubiera más turnos.
Pero claro, si algo de eso que pensamos hubiera pasado, otre se encontraría
en nuestra misma situación.
Y aquí aparece sin velos una de las lógicas más estructurales del neoliberalismo:
¡sálvese quien pueda!; que, tal como refiere Jorge Alemán (2013), es un nuevo tipo de “racionalidad”
dominante construida por el neoliberalismo, que se apropia del orden del Estado y
produce un nuevo tipo de subjetividad. Es así como sucede la “naturalización” de
una suerte de competencia en la que gana el más apto, el que primero se “aviva”;
en palabras de Alemán (2013), “el empresario de si mismo” que no necesita de la presencia
y cuidado del Estado.
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