La euforia del mercado por la aprobación de la Ley Bases la última semana parece haber sido esporádica. El jueves saltaron las acciones, los bonos y bajaron fuerte los dólares financieros. Pero al día siguiente, las empresas argentinas en Nueva York se tiñeron de rojo, el riesgo país no consiguió alejarse de los 1400 puntos y el dólar blue volvió a mostrar presión.

El elemento político es sólo uno de los puntos que debe tenerse en cuenta para pensar el movimiento de los activos bursátiles argentinos, la estabilidad del tipo de cambio y el rumbo que puede marcar la economía. La macro siguió acumulando inconsistencias en los últimos meses y los inversores no tienen claro cómo será el camino para resolverlas.

Una forma sencilla de pensarlo es con el dato de inflación del mes pasado, que se ubicó en 4,2 por ciento. Se trata de una cifra más baja de la esperada pero que sigue siendo altísima para una economía que registra caídas de actividad extraordinarias (algunos sectores como la construcción bajaron casi 40 puntos y su situación se compara con la de los primeros meses de la pandemia).

A este último punto se suma que para junio la inflación podría volver a acelerarse. Por un lado, por el impacto de las tarifas de los servicios públicos, que le agregarán cerca de 1 punto a los precios del mes. Por el otro, hay una inercia difícil de romper con política monetaria contractiva y un ancla cambiaria en la que pocos confían, principalmente cuando el campo parece dar por hecho que el crawling del 2 por ciento al mes tiene el boleto picado.

Interrogantes

El gobierno festejó el resultado del último índice de precios minorista pero en la práctica volvió a dejar un sabor amargo. Se siguen acumulando más interrogantes que certezas. El que mira la economía de los últimos seis meses se encuentra con un desplome del Producto impactante, un salto de la desocupación a niveles de dos dígitos y una tasa de inflación que en los próximos meses continuará en ritmos cercanos al 5 por ciento mensual. Se trata de motivos de sobra para rumiar que algo no cierra.

Otro eje de las inconsistencias de la macro se vincula con el esquema cambiario. El equipo económico viene prometiendo desde que asumió la unificación del tipo de cambio y la implementación de un nuevo esquema basado en una competencia de monedas. Pero en la práctica no consigue los dólares necesarios para llevarlo adelante.

No entraron inversiones privadas de importancia (a pesar de las rondas de reuniones con multimillonarios de Estados Unidos), los mercados internacionales no parecen tener interés en volver a prestarle a la Argentina y la carta de los organismos de crédito como el Fondo Monetario se cocina a fuego muy lento (sin certezas de que funcione).

El Gobierno aseguró la semana pasada que avanza en la implementación de un nuevo acuerdo con el FMI para recibir fondos frescos para levantar las restricciones sobre la compra de dólares. Se rumoreó que busca obtener por lo menos 8 mil millones de dólares del organismo, pero en el grueso de los informes del mercado se analizó más como una especulación del gobierno (y la necesidad de mostrar futuro) que como una opción concreta.

El problema es cada vez más evidente. El equipo económico no consigue nuevas divisas, la inflación no baja de niveles del 4 o 5 por ciento mensual y el dólar oficial se mueve a un ritmo del 2. La expectativa de devaluación va en aumento y la brecha cambiaria en torno del 40 por ciento parece sostenerse en ese nivel y no por encima gracias a los controles cambiarios.

El equipo de Milei dice que no existe un proceso de apreciación del dólar oficial y que no necesita los controles cambiarios, pero en la práctica demuestra exactamente lo contrario. Hace algunos días, una consultora con largo recorrido en la city hizo una síntesis del problema bastante ocurrente. “No hay 'cepodependencia' ni atraso cambiario. Eppur si Muove”.