sábado, 25 de julio de 2020

AUTOPISTA AL INFIERNO

La derecha sigue aferrándose con uñas y dientes al país anterior a octubre de 1945

Una columna de opinión que orbita en la galaxia del vicioso pintoresquismo antropológico antiperonista como “Crisis Económicas Argentinas, un Ovillo que No Se Deja Desatar”, del doctor en Economía Aplicada Darío Judzik, la historiadora Camila Perochena y el politólogo y productor televisivo Santiago Rodríguez Rey (de ahora en más el trío JPRR), apareció unos días atrás en un semanario porteño de sesgo radical galerita. Este texto no merecería un talante diferente al del tedio que despierta, si no fuera porque recorre dos tramos con particularidades que, pese a ser apocadas, la pandemia y el mal momento económico reinantes sugieren tener presente:
  1. La actitud abierta y crecientemente desafiante y muy hostil a los intereses bien entendidos de las mayorías que ha tomado un considerable sector de la derecha, desde que por primera vez en la moderna democracia argentina accedió al gobierno favorecida por el voto. Ese cambio de forma surca el mar de fondo.
  2. Que importantes sectores del movimiento nacional, frente al desafío que plantea que la vuelta a la normalidad económica sea para sentar las bases de la superación estructural de las rémoras del subdesarrollo, se tiente con el diagnóstico versionado por el trío JPRR y se haga la ilusión de que evita retroceder en la habilidad de no innovar.
Para el movimiento nacional el peligro de la operación no se subsume en que el arreglo del endeudamiento externo invite a aquietarse, pegando un par de pitadas al narguile cargado con el narcótico de la burguesía nacional. Tal por ejemplo el ineluctable destino de la muy reciente movida pergeñada por Graciela Fernández Meijide y Eduardo Duhalde. La tóxica parsimonia del paraíso artificial ofertista está destinada a darle espacio a la soliviantada derecha, que por lo que se deja ver en una serie de sectores que la conforman, se muestra muy predispuesta a emprender la hartura del orden político a los garrotazos.
El trío JPRR respira en términos académicos la atmósfera de la Universidad Di Tella. La institución proveyó, y en gran forma, de cuadros a las áreas económico-financieras estatales durante el gatomacrismo. Entienden que las causas de las crisis que regularmente padecemos estriban en que “la dirigencia y la sociedad se encuentran con frecuencia con que el balance entre el consumo de bienes y servicios y el nivel de vida promedio, no se corresponden con la capacidad de crear ingresos”. El haber cometido ese mismo pecado una y otra vez fue lo que pavimentó nuestra autopista al infierno. Verdad que matizan al refrendar que en el siglo y medio que siguió a nuestra entrada en el mercado mundial vendiendo lana de oveja, la “Argentina encontró en la inestabilidad macroeconómica un patrón sistemático, casi una forma de ser. Pero las causas de la inestabilidad no siempre fueron las mismas y las recuperaciones no descansaron en los mismos motores”. Sin embargo la salvedad les sirve para afirmarse en la observación de que el meollo de la inopia está en el berretín nacional de la prodigalidad.

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