El gobierno sigue mintiendo, con lo que la estafa continúa. Figurativamente es como “El rayo que no cesa”, título del exquisito poemario de Miguel Hernández, el poeta condenado a muerte por el franquismo que murió en el presidio de Alicante a los 32 años hace exactamente 75, el 28 de marzo de 1942.
La memoria del enorme poeta disculpará la paráfrasis, que aquí es adecuada porque hay una refulgencia fenomenal en todo lo que hace el macrismo, como la hay, con triste brillo, en los denuedos de la prensa oficialista que protege al presidente y sus funcionarios, y que es el verdadero gobierno de este país.
En materia económica hacen y dicen cosas que darían risa si no fueran trágicas. Ahí está la inflación, que ya supera todas las previsiones, que estos tipos decían que sería del 15% y ya está en el 26%. Y acerca de la cual el Sr. Sturzenegger, presidente del Banco Central, dijo esta semana que “si alguien quisiera que en julio no tuviéramos más inflación, se sabe qué hacer”. La misma impunidad oral del Sr. Macri y de la Sra. Michetti, que generalmente tampoco saben lo que dicen.
En el agro, como bien señala el productor y dirigente santafesino Pedro Peretti, la eliminación de trámites supuestamente para desburocratizar la actividad agropecuaria, es, en realidad, un engaña-pichanga como el del tero, que canta en un lado pero pone el huevo en otro. Enorme estafa adicional, los anuncios pronunciados y magnificados por los mentimedios en la Expoagro de Clarín y La Nación lo único que hacen es aliviarle impuestos a los grandes grupos concentrados, mientras “el campo” sigue despoblándose y los dueños son, cada vez más, extranjeros ultrapoderosos, prebendarios y criminales vía glifosatos y otros agrotóxicos letales.
He ahí, aunque patéticamente no se la difunde, la razón verdadera del desquicio territorial argentino y de las inundaciones y sequías desastrosas. Las cuales muy de vez en cuando algún artículo en esos periódicos reconoce, pero en plan justificatorio.
A la par, la obsecuente prensa oficialista silencia obstinada y absolutamente la más importante noticia política, económica y moral de este país: las cuentas offshore que siguen apareciendo (y son decenas o más) a nombre de la familia del presidente y de sus compinches del gabinete.
Ese periodismo venal es parte sustancial de la estafa iniciada en 2015, cuando convencieron al pueblo argentino de que el macrismo-radicalismo haría todo lo que sabían perfectamente que no iban a hacer. Tampoco se escribe ni se habla de eso; su misión es encubrir y desinformar. Censores son, además de mentirosos.
En cualquier país del mundo las cuentas offshore son un escándalo en sí mismas, y generalmente irreversible. Pero aquí los llamados “grandes diarios” y la telebasura se ocupan denodadamente de tapar las cloacas, que son innumerables, hieden a toda hora y –más temprano que tarde– un día de estos van a reventar, como siempre sucede con las cloacas.
En ese contexto hay que leer las revelaciones definitivas, incontestables, de Raúl Kollman en este diario, sobre el suicidio de Alberto Nisman. Tiempo al tiempo, la verdad siempre se conoce. Y por otra parte esta nota tampoco puede soslayar el entusiasmo registrado en el cónclave peronista de San Luis, en el que además de presencias de cajón y ausencias notables, uno de los momentos de mayor algarabía fue cuando se mencionó a la ex presidenta.
Como es obvio en casi todas las conversaciones argentinas, quienes compartimos los puntos de vista aquí expuestos somos conscientes de que algo tenemos que hacer, los ciudadanos de a pie, para desmitificar programas de tele tramposos, conductores y conductoras que la van de objetivos y mesurados, todo sonrisas o aparente seriedad, pero mansos al servicio de un sistema multimediático degradado que, en nombre de la libertad de expresión y la objetividad informativa, lo que en verdad hace es anestesiar y enfermar la cabeza del público televidente.
Por eso el enorme sistema multimediático es el verdadero gobierno de este país, y por eso esta columna asume la modestísima decisión que algun@s ciudadan@s vienen proponiendo en las redes sociales: no entrar a ningún sitio –bar, restaurante, comercio– en el que la tele esté encendida y clavada en TN. Una forma de leve pero decidida resistencia pacífica.
Lo más penoso del presente argentino, aquí y ahora, es que las clases medias manipuladas y atontadas que avalan a estos tipos y aprueban la estafa monumental, siguen sumidas en su necia vocación de ignorancia. He ahí el problema principal de este país, hoy. Y por eso algunos todavía llaman grieta a lo que es una vulgar, gigantesca y maliciosa estafa.
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