lunes, 30 de enero de 2012

MAS GREENPEACE

SOBERANÍA NACIONAL Y CUESTIÓN AMBIENTAL
“Greenpeace ha cambiado de distribuir desinformación a distribuir odio”.
Patrick Moore, ex fundador.


Se percibe cierto hartazgo social por la creciente intromisión en los asuntos nacionales de diversas organizaciones extranjeras habitualmente ejecutadas por empleados de dudosa argentinidad que, con un estilo cada vez mas exigente, vienen emplazando a los distintos gobiernos argentinos desde hace años. Una cosa es la apertura e integración de Argentina con el mundo y otra cosa es la desintegración de la soberanía Argentina.

La exposición realizada el pasado miércoles 25 de enero por la Presidenta Argentina, incluyó un reproche hacia las entidades ambientalistas que puso bajo sospecha los verdaderos objetivos de las Ong´s internacionales del sector. También disparó una multitud de análisis políticos teñidos de incredulidad y escepticismo, que atribuyen a las urgencias internas de los respectivos gobiernos, la actual escalada diplomática con Gran Bretaña. Un repaso a la línea seguida por la política exterior en los últimos años, nos evita caer en tal reduccionismo y comprueba que atraviesa la cuestión principal de las Malvinas, pero marcha hacia un objetivo que nos convoca a todos, la Soberanía Nacional.

Al retomar sus funciones, Cristina Kirchner afirmó que el reclamo de soberanía Argentina sobre las Malvinas "también abarca la defensa de nuestros recursos naturales, porque están depredando nuestro petróleo y nuestra pesca". “No escuché a ninguna ONG ambientalista hacer una crítica al Reino Unido sobre lo que están haciendo en Malvinas. La verdad es que me gustaría que con la misma fuerza y sentimiento que defienden tantas causas nobles defendieran también esto”
Las internacionales del ambientalismo, task force de la contracultura colonial
La inmediata reacción de Greenpeace Argentina vino de la mano de Eugenia Testa, la nueva directora política de la entidad, que reemplazó en el cargo a Juan Carlos Villalonga, cuando éste último pasó a organizar el Movimiento Politico y Social “Los Verdes”, luego de fracasar en el intento de impedir la megausina de Río Turbio.

Dice Testa “No nos sentimos aludidos porque Greenpeace ha sido una de las ONG que habló sobre explotación petrolera"… “Dentro de sus políticas de gobierno la cuestión ambiental ha brillado por su ausencia".
Efectivamente, Greenpeace Argentina habla sobre una serie de temas, pero en otros pasa a la acción. En 1998 se refirió a las actividades proyectadas por compañías petroleras alrededor de Malvinas, dejando allí el asunto. Su central, Greenpeace Internacional, con oficinas en Londres y en Amsterdam, no movió un dedo contra la British Petroleum ni contra la Royal Dutch Shell, a pesar de tenerlas en el vecindario.

Para sabotear Río Turbio, la Ong anglo-holandesa publicó una onerosa solicitada en el Washington Post con el título “Don´t cry for me Patagonia” y un provocativo montaje con la imagen de Evita, organizó escraches a la Presidenta de la Nación en Buenos Aires, Río Turbio, Canadá y Copenhague, con la dramática consigna “carbón ó glaciares”, encadenó un generador de la usina y movilizó grupos ambientalistas de Río Gallegos y de la localidad Chilena de Punta Arenas.


Los $ 2.800 millones invertidos en tecnología de última generación para la usina, tal vez no afligieron tanto a los estrategas coloniales, como la inversión de casi $ 4.000 millones anunciados en el conexionado que integra la Patagonia al sistema eléctrico nacional. Desde la geopolítica, esta medida vale tanto como un regimiento de infantería. Pero Greenpeace, que en 1998 se limitó a hablar sobre el petróleo de Malvinas, estuvo obsesivamente preocupada y particularmente activa durante los últimos años en evitar esta obra fundamental para nuestra soberanía.

En la misma línea, Greenpeace había combatido la venta del reactor nuclear a Australia, la mayor exportación de tecnología nacional, cuando la propuesta Argentina superó entre otras a la de Inglaterra. Las acciones se coordinaron con las filiales de Francia y Australia, en una contumaz campaña digna de ser aplicada contra la ya señalada prospección petrolera en Malvinas. Ahora, para detener el Plan Atómico Argentino – objetivo declarado en el marco de su oposición dogmática a la energía nuclear, que también asume el Movimiento citado como fachada de la “nueva izquierda”, verde y europea -, se está diseminando entre nosotros el temor a “mega-represas, petróleo y gas no convencional, carbón y energía nuclear es un menú energético letal que el gobierno decide sin mediar consulta alguna con la sociedad”. Pareciera que el único camino apto para reducir nuestra participación de menos del 1 % en la aún no confirmada medición de emisiones mundiales de dióxido de carbono, es la utilización de los sistemas tecnológicos de generación eléctrica que aún no dominamos y donde padecemos una costosa dependencia, sin contar que detener el desarrollo nuclear, nos llevaría al cierre de los reactores actuales y a depender del exterior para la provisión de los insumos de nuestra medicina nuclear.


Cualquier persona que desee honradamente saber lo que Argentina prepara en el rubro generación de energía, puede dirigirse a los institutos específicos desplegados en todo el territorio nacional. Aún teniendo una posición opuesta al gobierno, es bastante fácil comprobar el nivel de preparación de nuestros científicos y el impulso recibido por el sector desde el año 2003, comprender la necesidad de diversificar la matriz energética, discernir las proporciones de cada sector en la actual emergencia de duplicar la generación total para el 2020, comprobar que la energía barata es la que producimos con tecnología propia y verificar el acierto de explotar nuestro liderazgo nuclear, mientras alcanzamos la producción propia de molinos eólicos y paneles solares.


Pero Greenpeace introduce aquí y en todo el mundo la visión del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), instituto londinense creado por el gobierno de Margaret Thatcher y desprestigiado por el “Climagate” previo a la reunión de Copenhague en diciembre de 2009. No le importa que Argentina cuente con científicos, datos propios y un pensamiento propio capaz de cuestionar las tesis del origen antropogénico del calentamiento global y del cambio climático.


Tampoco se queda en palabras la estructura financiera de la entidad. Todos conocemos entre nuestros allegados a alguien que, inocentemente, aceptó el mangueo telefónico. Es que, después de ver una buena cantidad de famosos en los comerciales producidos por el creativo marketing verde, cuesta admitir que personalidades tan carismáticas, hayan prestado su imagen para las campañas de una entidad involucrada en contra de nuestros intereses estratégicos. Sobre todo, en la sospecha que aún hoy la filial argentina tributa casi el 30 % de lo recaudado a la organización central, norma establecida para las delegaciones de la internacional ecologista esparcidas por el planeta.

Y mas aún, cuando la prensa digital ha documentado ya en el año 2000 que la central de Greenpeace “batalló” contra la Shell para que la petrolera se dedique a fabricar paneles solares, con la insólita estrategia de invertir 250.000 euros en la compañía. ¿Porqué no adoptaron la misma estrategia con las empresas de nuestro país ?
En noviembre de 1989, el periodista y cineasta Islandés, Magnus Gudmunsson, estrenó su documental “Supervivencia en el Alto Norte” (Survival in the High North), donde mostró la falsedad incurrida por Greenpeace al contratar personal que torturaba focas mientras eran filmadas por la organización para su campaña “Salven las Focas”. La campaña consiguió que se prohibiese el comercio de pieles de focas en Europa, sumiendo a las poblaciones de esquimales y lugareños de Groenlandia en la desesperación y en la dependencia de la seguridad social del Estado. A consecuencia de este documental, renunció el presidente de Greenpeace Noruega y director de Greenpeace International, Björn Öekern, declarando:


“...nada del dinero recaudado por Greenpeace fue usado para protección del ambiente... Greenpeace es, en realidad, un grupo ecofascista”. A la vez Frans Kotte, jefe de contadores de Greenpeace Internacional, reveló la existencia de cuentas secretas en Bancos Suizos, por valor de 20 millones de dólares reunidos en las campañas “Salven las Ballenas” y otras cosas necesitadas del “salvamento conservacionista”. Según Kotte, las cuentas eran de compañías holding, reservadas a los máximos dirigentes de Greenpeace, como David McTaggart.

En favor de la brevedad de esta nota, me limito a sugerir una leve investigación digital que permita disipar cualquier vacilación sobre el crédito que se merece esta organización, pues consta en infinidad de medios confiables una larga lista de fundamentaciones científicas que la desmienten y de escándalos financieros que la comprometen.


La cuestión ambiental reducida al ecosistema natural
Pero lo mas desubicado que dijo Greenpeace fue que “dentro de sus políticas de gobierno la cuestión ambiental ha brillado por su ausencia”. Tal afirmación sólo puede partir de una conciencia limitada sobre la cuestión ambiental, refugiada en la defensa del ecosistema natural, cuando es evidente que la exposición presidencial apuntó a reclamar acompañamiento en defensa de la soberanía nacional, es decir al ecosistema histórico-cultural, como cuestión principal dentro de la cual la ambiental es una de sus partes.

La visión ambiental de Greenpeace, como de su hermana mayor World Wide Fund, WWF (Vida Silvestre), parte de la mirada global de la oligarquía británica, urgida por proteger de la especie humana a las especies vegetales y animales de los 6.600 millones de acres propiedad de la reina, la tercera parte de la superficie continental del planeta, valuadas en unos u$s 33 trillones, más que el valor estimado de la totalidad de los recursos naturales de la tierra, calculados en u$s 25 trillones (Cavin Cahill, A Quién le Pertenece el Mundo “Who owns the World”).

La mayoría de las ideas del ambientalismo y ecologismo internacional son dadas a luz en Inglaterra, desde que un científico británico, James Lovelock, formuló la "Hipótesis Gaia", originando la visión de la tierra como un organismo vivo que debe ser protegido del hombre depredador.


La conciencia “invasora” del ambientalismo colonial, verdadera infantería civil destinada a ocupar territorios ricos en recursos no renovables, recrea el antagonismo entre la “civilización” europeizante y la “barbarie” criolla. Y como aún hoy, parafraseando a Sábato, "más vale descender de un chanchero de Bayona llamado Vignau, que de un profesor de filosofía napolitano", una buena cantidad de nuestros jóvenes idealistas se suma a la militancia ambientalista manipulada por los globalizadores, donde vale más aceptar lo que indique el conservacionismo internacional, que entregarse en las “garras” de la autonomía cultural y el sentido común, sobre todo si a este último se le ocurre venir provisto con las categorías innovadoras del Movimiento Nacional y Popular.


La ecología medioambientalista creada para la ocupación de los países propietarios de recursos no renovables, es ejercitada a través de excéntricas protestas y denuncias sistemáticas sobre la conservación de bebés ballenas, delfines, glaciares, bosques nativos etc., como metodología de construcción de un poder social apto para ser transformado luego en el nuevo poder político verde. Esta moda es la ocasión de grandes negocios, instrumento de penetración cultural, desinformación colonialista y dependencia económica.

No obstante, es totalmente cierto que hay especies animales y vegetales en riesgo de extinción, así como el planeta en su conjunto sufre las consecuencias del régimen de despilfarro imperante. Pero también es completamente cierto que la especie mas amenazada es la especie humana, desde que el pensamiento y las políticas eugenistas se convirtieron en el instrumento de reducción masiva de la población mundial.


La soberanía política, cuestión ambiental principal
Pero hay otra ecología, humana e inclusiva que reconoce que, además de vivir en su “nicho ecológico”, el hombre solamente puede “ser” en la historia. Y puede “ser” en tanto persona, familia, comunidad nacional y comunidad cultural autónoma, que afirma su identidad para integrarse generosamente. Esta conciencia sabe que no es posible separar el nicho ecológico del histórico y cultural, tanto como sabe que los depredadores del planeta son los mismos responsables de la postergación, división y esclavitud de los pueblos.


Para preservar el ecosistema natural, antes se debe preservar el ecosistema histórico, devolviendo al hombre la fe un su misión y al pueblo el dominio de su Patria. Cada industria recuperada ha sido una medida ecológica. Cada trabajo creado, cada usina inaugurada, cada pequeña comunidad social organizada, cada asignación por hijo, cada acto para crear la Patria Grande como hábitat para todos, han sido actos de preservación ecológica de la humanidad argentina y latinoamericana, frente a la voracidad depredadora del norte industrializado.


Una vez retomado el mando de la historia, en el ejercicio pleno de la soberanía política, se asume el cuidado del ecosistema natural según la propia estrategia. Se despliega así una ecología propia, integral e histórico-natural, que se realiza por medio de una pacífica revolución ecosistémica, donde nada que sea malo para el hombre, puede ser bueno para la naturaleza y nada que sea malo para la naturaleza es bueno para el hombre.


La recreación de nuestro ecosistema histórico-cultural exige también el abandono de las categorías ideológicas, los modos y las formas de la modernidad agonizante del norte, con una simultánea asunción de nuestra propia modernidad. Por eso, en el actual contexto cultural todavía plagado de escepticismo y cientificismo, retumba el silencio sobre las frases mas transgresoras del discurso presidencial : “quiero agradecer a los que rezaron por mi salud”, “Doctor, si usted no puede decirlo porque es científico, no se preocupe, lo digo yo, fue un milagro”, “el amor es mas fuerte que el odio”.(1)

Dejar la hipocresía y el desapego a la verdad, es una tarea de todos en general y en particular de cada uno, pues la cura de nuestros males no depende exclusivamente de las estructuras externas al hombre. Greenpeace calla que desde 1987 hasta 1992, había establecido en el cabo Evans de la isla Ross la base de verano World Park para presionar a los países del Tratado Antártico a fin de que declaren a la Antártida como “parque mundial”, precisamente lo que necesitaba Inglaterra y EE.UU. para imponer su estrategia de internacionalización de la Antártida, verdadero objetivo del atropello colonial en nuestras Islas Malvinas.


Sería formidable que Greenpeace Argentina declare su independencia y nacionalice el uso de su dinero, sus barcos y su ingenio propagandístico, para detener el mayor desastre del ecosistema histórico cultural argentino y latinoamericano, que es la invasión de los territorios insulares y el territorio antártico. Desde el 2004 está a la mano la secretaría del tratado en Buenos Aires, un lugar apto para sus impactantes manifestaciones. Es más, junto a las Embajadas, es el mejor lugar para exigirle a todos los países del hemisferio norte que desocupen lo que legítimamente le corresponde a los países del sur.

Raúl H. Reyes, Mar del Plata, Viernes 27 de enero de 2012

(1) La contracultura exige ver para creer. La cultura sabe creer para ver : en 1987, un carcinoma de útero puso en riesgo la vida de una embarazada y su hijo. Ella decidió dar su vida si era preciso, para que naciera su tercer hijo. Fue atendida por un prestigioso oncólogo y, sin que el médico lo supiera, por el Padre Mario Pantaleo en González Catán. Cuando el carcinoma desapareció, antes del tratamiento, el Doctor, conmocionado porque todas las pruebas habían dado positivo, explicaba en voz muy baja que “en la casuística del hospital, el 6 % de los casos se retraía”. Es una intensa experiencia de emociones intransferibles, que volvieron a la memoria escuchando el relato presidencial. La embarazada tuvo a su hijo y luego a dos mas. Es la esposa del autor de la nota.

Prof GB

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