"En medio de la gran crisis del año 1929, el país, a través de los diarios y círculos influyentes, ofrece un aspecto fantasmal, confuso, angustiante. Se es argentino por patronimia geográfica, pero en lo hondo, este atributo de la personalidad se siente como una humillación. Nada une a los jóvenes con el pasado. Sus inquietudes, en gran parte estimulados por la improvidez material que les amenaza, se disuelve en la consolación intimista, en la atmósfera desesperanzada de una literatura decadente que viene de Europa. En ella reconocen sus angustias inubicables. Por esa época, París asiste a la aparición de un competidor ruidoso e insolente: el yanquismo.
La clase media siempre en actitud imitativa, asiste al contagio nivelador de una cultura que rompe las fronteras. Mezcla de sexos y palabras en ingles. Si París fue la conciencia plebeya de una aristocracia recién llegada el yanquismo ha sido la personalidad idiota de la clase media."
Juan J. Hernandez Arregui, Imperialismo y Cultura.
PROF GB
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