(PARA PROPIOS Y EXTRAÑOS)
“Tachar de totalitarios a los obreros argentinos es algo que sale de lo absurdo para caer en lo grotesco. Precisamente han sido las organizaciones obreras que me apoyan las que durante los últimos años han batallado en defensa de los pueblos oprimidos contra los regimenes opresores, mientras que eran(aquí como en todas partes del mundo, sin excluir los países que han hecho la guerra, salvo Rusia)la aristrocacia, la plutocracia, la alta burguesía, el capitalismo, en fin, y sus secuaces, quienes adoraban a las dictaduras y repelían a las democracias, seguían esta conducta cuando pensaban que las dictaduras defendían sus intereses y la democracias los perjudicaban, por no ser muro suficiente de contención frente a los avances del comunismo.
Si mis palabras requiriesen una prueba, podría ofrecerla bien concluyente en las colecciones de los diarios de la oligarquía, que ahora se estremecen ante cualquier presunto atentado a las esencias democráticas y liberales, pero que tuvieron muy distinta actitud cuando el problema se planteaba en otros pueblos. Y si la prueba no fuese todavía categórica, remitiría en el caso al examen de la actuación de los partidos políticos que han gobernado en los últimos tiempos, y cuyos prohombres, actuando de vestales un tanto caducas y en mucho recompuestas, quieren ahora compatibilizar sus alardes democráticos, puramente retóricos, con la realidad de sus tradicionales fraudes electorales, de sus constantes intervenciones a los gobiernos de las provincias, con el abuso del poder en favor de los oligarcas y en contra de los desheredados.
Pero si, como ha sucedido en la Argentina y en virtud de mi campaña, el elemento trabajador, el obrero, el verdadero siervo de la gleba, el esclavizado peón del surco norteño, alentados por la esperanza de una vida menos dura y de un porvenir mas risueño para sus compañero y para sus hijos, sacuden de sumisión ancestral, reclaman como hombres la milésima parte de las mejoras a que tiene derecho, ponen en peligro la pacifica y tradicional digestión de los poderosos y quieren manifestar a su fuerza y su voluntad en unas elecciones, entonces la democracia, aquella democracia capitalista, se tiene estremecida en sus cimientos y nos lanza la imputación del totalitarismo. De este modo, llegaríamos a la conclusión de que el futuro Congreso representara un régimen democrático si triunfan los privilegios de una clase hasta ahora dominante, y que representara un régimen dictatorial si, como estoy seguro, triunfan en las elecciones las masas de trabajadores que me acompañan por todo el país. Más no importa los calificativos. Nosotros representamos la autentica democracia, la que se asienta sobre la voluntad de la mayoría y sobre el derecho de todas las familias a una vida decorosa, la que tiene a evitar el espectáculo de al miseria en medio de la abundancia, la que tiene impedir que millones de seres parezcan de hambre mientras centenares de hombres derrochan estupidamente su plata.
Si esto es demagogia, sintamonos orgullosos de ser demagogos y arrojándoles al rostro la condenación de su hipocresía, de su egoísmo de su falta de sentido humano y de afán lucrativo que van desangrando la vida de la Nación. ¡Basta ya de falsos demócratas que utilizan una idea grande para servir a su codicia! ¡Basta ya de exaltados constitucionalistas que solo aman la Constitución en cuanto los ponga a cubierto de las reivindicaciones proletarias! ¡Basta ya de patriotas que no tengan reparo en utilizar el pabellón nacional para cubrir averiadas mercancías, pero se escandalizan cuando lo ven unido a un símbolo del trabajo honrado!
Nuestra trayectoria en el terreno social es tan clara como en el político. Desde que a mi iniciativa se creo la Secretaria de Trabajo y Prevención, no he estado preocupado por otra cosa que por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población asalariada.Se acabaron las negativas de los patrones a concurrir a los tramites conciliatorios promovidos por los obreros, se terminaron las infracciones impunes a las leyes del trabajo; se puso fin a la amistosa mediación de políticos, de grandes señores, de poderosos industriales, para lograr que la razón del obrero fuese atropellada.
La Secretaria de Trabajo hizo justicia estricta, y si en muchas ocasiones se inclino hacia los trabajadores, lo hizo porque era la parte más débil en los conflictos. Esta posición espiritual de la autoridad es lo que no han tolerado los elementos desplazados de la hegemonía que venían ejerciendo, y aquí esta la calve de su posición al organismo creado. A eso es a lo que llaman demagogia. Que el empleador burle al empleado representa para punto......El Estado puede orientar el ordenamiento social y económico sin que por ello intervenga para nada en la acción individual que corresponde al industrial, al comerciante, al consumidor. Estos, conservando toda la libertad de acción que los códigos fundamentales les otorguen, pueden ajustar sus realizaciones a los grandes planes que trace el Estado para lograr los objetivos políticos, económicos y sociales de la Nación. Por esto afirmo que el Estado tiene el deber de estimular la producción; pero debe hacerlo con tal tacto que logre a la vez el adecuado equilibrio entre las diversas fuerzas productivas.
Pero aun hay otro motivo que obliga al Estado argentino a regular ciertos aspectos de la economía: los compromisos internacionales que tiene contraídos lo obligan a orientar las directivas económicas supranacionales sin perder de vista la corporación entre todos los países. Y si esta cooperación ha de ser eficaz y ha de basarse en ciertas reglas de general aplicación entre Estados, no veo en que forma la economía interna de cada país haya de quedar a merced del capricho de unos cuantos oligarcas manejadores de las finanzas, acostumbrarse a hacer trabajar siempre a los demás en su provecho.
Al Estado rejuvenecido por le aporte de sangre trabajadora que nuestro movimiento inyectara en todo el sistema circulatorio, corresponderá la misión de regular el progreso económico nacional sin olvidar el cumplimiento de los compromisos que la Nación contraiga o haya contraído con otros países.Por esto, en los postulados éticos que presiden la acción de nuestra política, junto a la elevación de la cultura del obrero y a la dignificacion del trabajo, incluimos la humanización del capital. Solamente llevando a acabo estos postulados lograremos la desaparición de las discordias y violencias entre patronos y trabajadores. Para ello no existe otro remedio que implantar una inquebrantable justicia distributiva.
En el nuevo mundo que surge en el horizonte no debe ser posible el estado de necesidad que agobia todavía a muchísimos trabajadores en medio de un estado de abundancia general. Debe impedirse que el trabajador llegue al estado de necesidad, porque sepan bien los que no quieren saber, o fingen no saber, que el estado de necesidad esta al borde del estado de peligrosidad, porque nada hace saltar tan fácilmente los diques de la paciencia y de la resignación como el convencimiento de que la injusticia es tolerada por los poderes del Estado, porque, precisamente, ellos son los que tienen la obligación de evitar que se produzcan las injusticias.
Es, pues, el elemento humano actual y futuro el factor que ha de requerir la preocupación fundamental del Estado. Innecesario es decir que el abarca la elevación del nivel de vida hacia el estándar compatible con la dignidad del hombre y el mejoramiento económico general; la propulsión de organizaciones mutualistas y cooperativas; el incremento de la formación técnica y capacitación profesional; la construcción de casas baratas y económicas para obreros y empleados; los prestamos para construcción y renovación del hogar de la clase media, pequeños propietarios, rentistas y jubilados modestos; el estimulo, fomento y desarrollo del vasto plan de seguridad social y el mejoramiento de las condiciones generales de trabajo. No puede hablarse de emprender la industrialización del país sin consignar bien claramente que el trabajador ha de estar protegido antes que la maquina o la tarifa aduanera. En definitiva, la Argentina no puede estancarse en el ritmo somnoliento a que la condenaron cuantos se lanzaron a vivir a sus cotillas; tiene que recobrar el pulso firme de una juventud sana y de una sangre limpia. Para eso necesita la aportación de esta sangre juvenil de la clase obrera; no puede seguir con las corrientes sanguíneas de múltiples generaciones de gente caduca, porque llegaríamos a las nefastas consecuencias de las viejas dinastías, que habían muerto físicamente antes de que los pueblos las echaran, cansados de aguantarlas.”
Prof GB
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