La línea de crédito a las pymes por 100 mil millones de pesos que anunció Mauricio Macri a fines de febrero para darle oxígeno a la economía todavía no se pudo implementar correctamente por el aumento de 14 puntos de la tasa de interés que produjo el Banco Central desde ese día. Con esa disparada de las tasas, el plan quedó averiado, girando en el aire, como en su momento ocurrió con los contratos de Participación Público Privada para obra pública. Los préstamos debían estar disponibles en 27 bancos públicos y privados desde el 1 de marzo, pero eso no ha ocurrido en la mayoría de las entidades. “Estos créditos van a ayudar en esta transición a cruzar el puente entre lo que nos pasó y esta nueva normalidad en la cual estamos entrando. Esto es una ayuda hacia la normalidad, gracias a que estamos logrando una estabilidad cambiaria y tenemos un Banco Central con una política monetaria muy clara”, enfatizó el Presidente el 27 de febrero desde Timbúes, Santa Fe, en la presentación de los préstamos para capital de trabajo y exportaciones de las pymes. Sin embargo, días después la supuesta normalidad y la deseada estabilidad cambiaria trastabillaron: el dólar empezó a dispararse y el BCRA respondió con un fuerte incremento de la tasa de las Leliq para frenar otra corrida. Los intereses pasaron del 49,98 por ciento que había cuando Macri lanzó los créditos al 63,74 por ciento actual. La reacción de la banca privada frente al cambio de condiciones fue dejar en suspenso la nueva línea de financiamiento subsidiado y encarar una negociación con el ministro de Producción, Dante Sica, y el titular del Central, Guido Sandleris, para garantizarse que cobrarán rápido y el total de la diferencia entre la tasa a la que deberían salir los créditos, entre 24 y 29 por ciento anual, y los intereses por arriba del 63 por ciento de las Leliq.
El caso ilustra sobre la profunda inestabilidad de variables clave para la economía, que se sacuden como si estuvieran sueltas en la cubierta del Titanic. Las tasas suben y bajan a una velocidad asombrosa, lo mismo que el tipo de cambio. Las Leliq pasaron de un máximo de 73,5 por ciento en octubre del año pasado a un piso de 43,9 por ciento el 14 de febrero. De ahí, en apenas un mes volvieron al 63,7 por ciento. Los inversores que participan de esa bicicleta financiera ya son expertos en spinning, entre ellos numerosos empresarios pymes, que buscan subsistir montándose a la ola especulativa de los intereses y el dólar. Frente a movimientos tan abruptos, que refuerzan la sensación de incertidumbre, la interpretación que ofrece el Gobierno es que la recesión terminó en noviembre, que existen señales de normalidad y que es cuestión de esperar a que se asienten. En las últimas tres semanas, a su vez, el dólar osciló en un rango de más de tres pesos. Fue de los 40,14 pesos que estaba cuando arrancó el discurso del Presidente en el Congreso, el 1 de marzo, hasta los 43,50 pesos del jueves 7. De ese récord cayó a 41,13 de ayer. Es decir, 1 peso más que hace quince días y 2 pesos menos que hace ocho.
En medio de ese tembladeral, Macri, Dujovne, Sandleris, Marcos Peña, Miguel Braun y Rogelio Frigerio repitieron en la semana que la economía va mejor, en un discurso que choca de frente con los indicadores que produce el propio Gobierno, como los de empleo e inflación. En materia de precios, el 3,8 por ciento de febrero no fue la excepción sino la regla. La última vez que el IPC empezó con 1 fue en enero de 2018. Ese mes el Indec midió un aumento de precios minoristas del 1,8 por ciento. Desde entonces ya pasaron trece meses seguidos con la inflación arriba del 2 por ciento mensual, de los cuales en siete la inflación superó el 3 por ciento y alcanzó picos del 6,5 y 5,4 por ciento. Para marzo las proyecciones del mercado se ubican otra vez arriba del 3 por ciento, dado que los precios de los alimentos no paran de subir y también siguieron los tarifazos en el transporte. Para inicios de abril las petroleras anticipan nuevos ajustes, en una rueda que no se detiene, lo mismo que las tarifas de gas y subte. En cuanto al empleo, el próximo jueves el Indec dará a conocer los resultados del último trimestre de 2018, que arrojarían al país nuevamente a una desocupación de dos dígitos, de acuerdo a versiones de medios oficialistas. De ser así, se romperá una marca de doce años con el desempleo en un dígito, período que arrancó en el tercer trimestre de 2006. Antes que eso, las políticas neoliberales también habían hundido a los argentinos en una desocupación de dos dígitos a lo largo de trece años, entre 1993 y 2006. Uno de los actores fundamentales de aquel proceso fue Domingo Cavallo, quien sigue armando planes económicos con Miguel Angel Broda, Ricardo López Murphy y Guillermo Calvo. No es casual que sus herederos ahora en el Gobierno vuelvan a alcanzar sus tristes marcas de decadencia y frustración.
“Ayer fui a cambiar un cheque de una distribuidora eléctrica de primera línea, con garantía total de pago, y me hicieron un descuento del 55 por ciento. Es tremendo”, lamenta un industrial que estaba esperando la línea de crédito que anunció Macri el 27 de febrero para las pymes, por un total de 100 mil millones de pesos. Según denuncian dirigentes de cámaras fabriles, los bancos están demorando la entrega de ese financiamiento que debía aportar para capital de trabajo a una tasa de entre 24 y 29 por ciento. La razón de la tardanza es que las entidades financieras están terminando de negociar con el Gobierno cómo les va a reintegrar el subsidio de tasa que practica el Estado, dada la urgencia que genera tanta volatilidad en los mercados. Los préstamos supuestamente debían estar disponibles el 1º de marzo, por un plazo de 120 días hasta el 30 de junio. “La línea no tiene un cupo para las micropymes ni ninguna orientación a los bancos, que pueden elegir prestarle solo a los clientes más rentables, mientras el resto no accede a nada”, advierte Eduardo Fernández, titular de Apyme. “En la gran mayoría de las sucursales los créditos todavía no están disponibles y hay mucha selectividad respecto a quién le prestan”, agrega Guillermo Moretti, vicepresidente tercero de la Unión Industrial Argentina. El sacudón de la tasa de las Leliq modificó los parámetros de la línea crediticia y el Gobierno todavía está tratando de acomodar los números para poder arrancar, asumiendo mayores costos por la promoción.
“La economía no se configuró para salir de la crisis. Más bien todo lo contrario. Se dispararon las tasas y el dólar, recrudeció la inflación, los salarios siguen perdiendo poder adquisitivo. No veo por dónde van a recuperar el consumo interno, que representa dos terceras partes del PIB”, discrepa Emmanuel Alvarez Agis, titular de la consultora PXQ y ex viceministro de Economía, con la versión oficial de que la recesión llegó a su fin y se ha iniciado una fase de salida.
El Gobierno, por el contrario, parece caer a cada paso en las inconsistencias que genera su propia política económica. Durante más de dos años probó con las metas de inflación, hasta que tuvo que abandonar esa política porque no podía estimar con algún grado de certeza cuánto subirían los precios. Ahora lo intenta con el control de los agregados monetarios, pero se sigue topando con tasas de inflación que superan el 50 por ciento interanual. El FMI le fija la política cambiaria y monetaria. El mercado le mueve el dólar y lo fuerza a ajustar las tasas. Los tibios planes de ayuda financiera que intenta instalar se le complican por los mismos incrementos de intereses del Banco Central. Macri y sus funcionarios han llevado a los argentinos al baile de las tasas, que marea a la producción, castiga a las mayorías y solo deja conformes a los especuladores que saben enriquecerse con la timba financiera.
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