viernes, 29 de marzo de 2019

EL CARAMELO 28 marzo, 2019 0 Columna de opinión,

Crónicas carcelarias
Por Ramiro Ross
Si escribir con letra más que chica –milimétrica- es una habilidad poco común, allá adentro, entre rejas y paredes, se transforma en un arte supremo. Me ha tocado ver escritos extensos hechos en un papel de cigarrillos que, por supuesto, no pude leer, ya que si escribir de esa forma es un arte, descifrarlo es una ciencia solo para elegidos.
No conforme con escribir esa pequeña obra de arte carcelaria, el trabajo no terminaba ahí, aún faltaba reducir su pequeñez a su mínima expresión, que era doblarla en tantas partes como fuera posible, ya que el “cartero” le podría ir la vida en esa tarea si era descubierto por la requisa.
Doblarla requería de manos finas que no rompieran el papel, ya que eso implicaría realizar el escrito nuevamente. Posteriormente se realizaba la impermeabilización del “caramelo”, que no era otra cosa que envolverlo en un trozo de plástico tipo supermercado y sellarlo quemándolo con la brasa de un cigarrillo para que no se humedezca con la saliva, si es que se transportaría en la boca de alguna visita o abogado, cuando no en lugares menos románticos del cuerpo.
La confirmación de que el caramelo había llegado a destino y que fue leído por el destinatario, nos producía una alegría inmensa, que nos hacía soñar que nuestros compañeros y seres queridos supieran que aún estábamos vivos y con las ganas de luchar intactas.
La forma de burlar todas las prohibiciones era nuestra obsesión, cada mañana algún compañero amanecía con alguna idea que suponía brillante, para hacer cosas que nos estaban prohibidas, aunque la mayoría de ellas eran irrealizables, y al presentarle el inventor los defectos de su plan terminábamos todos muertos de risa… menos el dueño de la idea.
Los encargados de llevar el correo, se transformaban en “Mercurios” (el mensajero de los dioses), y a la vuelta nos traian infinidad de mensajes y recomendaciones de nuestros familiares y compañeros que peleaban por nuestra liberación. Era conmovedor ver transpirar de nervios a alguno de los correos. Al llevar el caramelo en la boca o la ropa sabían que llevaban escritos ilegales y que la dictadura les cobraría su vida por esas acciones. Sin embargo era muy raro encontrar que alguien que se negara a llevar consigo nuestros escritos.
Marzo 2019

No hay comentarios:

Publicar un comentario