Por Silvana Melo
(APe).- Casi dos millones de personas sumó la pobreza a los pies de la pirámide durante 2018. Tres millones y medio pasan hambre. ¿En el país de las vacas? ¿En la tierra que siembra soja en las banquinas? ¿En las llanuras donde corren ríos de leche tibia? En el triángulo del mundo donde la inequidad reparte la producción de alimentos para 400 millones de personas entre los 30 millones de privilegiados que pueden alcanzarlos. El resto, come grasa y azúcar superindustrializada, sobras de otros banquetes, fideos, polenta y arroz, hidratos de carbono especialmente pensados para la pobreza, cero nutrientes, energía apenas para el minuto siguiente y la dignidad negada, tajantemente: la pobreza respira aire enrarecido, pisa suelo envenenado, toma agua tóxica.
Pero además, no accede a una educación ni a una salud igualitarias, no tiene el acceso a la información necesaria como para ejercer un trabajo de ciudadanía transformador. Los niños de esta pobreza están condenados a su cárcel.
En el país de las vacas, la flagrancia acelera la maquinaria judicial. El descartado roba una tira de asado para poner al fuego bajo la autopista 25 de Mayo. Lo sorprenden. El desechado se lleva objetos baratos para vender. Lo ven. El anónimo, sin nombre ni documento, arrebata alfajores de un kiosco de esquina, abierto y excitante. Corre pero lo detienen. Se encuentran en algún calabozo donde pasan la noche. No comen pero tienen menos frío. Sus familias quedaron solas bajo los puentes. Imaginando, resignadas, que el estado convierte a la justicia en un pac man que devora desgraciados y deja robar en paz a la gente importante.
La tierra de la desigualdad tiene caras y nombres en las fojas de la responsabilidad. Hay decisiones políticas concretas que dejan afuera de una fiesta privada a trece millones de personas. Que disponen hambrear a tres millones y medio. Que encierran en la cárcel de la pobreza a seis millones de niños. Y ésa es perpetua. Será muy complejo salir del calabozo social si está escrita en el expediente sistémico la fatalidad de ese destino.
El 31,3 % de pobreza medido por la UCA es el mayor desde que la UCA mide. Hay diez millones o doce o catorce que fueron pobres y van a serlo, hasta el fin de los días. Porque son los condenados del sistema, que necesita víctimas y piras sacrificiales con multitudes en las llamas.
Mientras el dólar supera los 44 pesos y la leche vuelve a ser una quimera.
Mientras los Reyes de España abren el Congreso de la Lengua. En otro país. Que sólo se ve por teve.
Agencia de Noticias Pelota de Trapo
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