Por Mario Wainfeld
A veces los medios dominantes hablan del bosque y, cuando lo hacen, sinceran su programa de gobierno. Un editorial del diario La Nación del martes 26, titulado “Un cambio indispensable en las relaciones laborales”, propugna una amplia Contrarreforma que, de momento, sus aliados del Gobierno nacional no se animan a poner en la palestra. Es una pieza digna de la tradición de la “Tribuna de doctrina”: reaccionaria siempre, autoritaria o dictatorial cuando las circunstancias le son propicias. Una duda asalta a este cronista: dan ganas de aconsejar su lectura íntegra porque es un alerta salida del corazón mismo del oficialismo pero le da temor atragantar a las personas que están leyendo esta nota, en la mañana o el mediodía de un domingo difícil: en Macrilandia y sin fútbol.
El diario “de la gente como uno” despliega un inventario de medidas que abarcan el derecho laboral individual y colectivo. Se resucitan palabras que otros trepidan en mencionar, porque los ecos del pasado resuenan fuerte con ecos dolorosos. Flexibilización, períodos de prueba.
Se mociona terminar con la negociación colectiva tal y como se viene realizando desde 2003, volviendo a los convenios por empresa, que diseminarían la representación. Se pide disminuir la intervención del Ministerio de Trabajo, aún para homologar acuerdos… un modo de fomentar el liberalismo extremo en la puja entre patronales y sindicatos. Un hallazgo, cuestionado en un documento de la Asociación de Abogados Laboralistas, incorpora el editorial al viejo repertorio neoconservador. Es abolir la indemnización por despido y “suplirla” por un Fondo de desempleo individual. En los hechos las cesantías se tornarían gratuitas, desbaratando la “protección contra el despido arbitrario” establecido en el artículo 14 bis de la Constitución que La Nación no menta, ni siquiera para deplorar su existencia. Despido sin causa ni límites ni costos para la patronal, una de cuyas secuelas colaterales, no expresada, sería la supresión de facto de las vacaciones pagas. Si hubiera despido express sin contrapartidas, esa institución caería en la volteada.
Se insiste en aliviar a las empresas de cargas sociales y se exhiben como señuelo instituciones que ya existen: capacitación, programas de primer trabajo o empleo joven.
La prolija enunciación de lo que quiere devastar revela algo que las ediciones de los medios dominantes y el relato macrista niegan como mantra: el kirchnerismo existió como proyecto político y dejó un legado de instituciones laborales incompatibles con un programa de gobierno de derecha. Con su proverbial hipocresía, el órgano habla en nombre de los propios laburantes y de las necesidades de los inversores. Ni siquiera asume que es un engendro patronalista al mango, un alegato de clase, consistente con la CEOcracia que tan flojamente ejerce la gestión democrática.
A primera vista, el sector de la clase trabajadora concernido es el formal pero los segmentos del universo de trabajadores no son compartimentos estancos ni estáticos. La caída del grupo más protegido arrastraría a la baja a compañerxs menos favorecidos, ahondando por vía legal lo que ya está ocurriendo en la sociedad.
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Números que dan frío: Según el mismo Ministerio puesto en jaque se perdieron en mayo 40.114 puestos de trabajo registrado, con una variación interanual de 59.840 desde mayo de 2015. Es conocido el eficaz ahínco de los gobiernos kirchneristas para sostener los puestos de trabajo existentes, aún en los trances más severos de crisis internacional o local. La merma es mérito de Cambiemos, que va por más. Un punto y medio de crecimiento del índice de desempleo pondera el consultor Miguel Bein y uno quisiera creerle porque malicia que se queda corto. Así y todo serían 270.000 desocupados más, del sector nacional urbano.
Se suele repetir que son los sectores medios bajos los más damnificados por la política económica oficial. Sin negar que el descenso es colectivo, es forzoso destacar que los que más sufren la malaria son quienes viven de changas, ligadas al consumo y al mercado internos. Los informales, privados del colchoncito que proveen el laburo estable, el aguinaldo, las licencias pagas. Los guarismos respectivos son más esquivos, por definición, pero no por ello menos notorios. El politólogo Daniel Arroyo, dirigente del Frente Renovador, observador atento a los sectores populares, así lo subraya en una entrevista concedida a la FM La UNI UNGS, reseñada por la Agencia Paco Urondo. Habla de un escalonamiento dentro del universo popular. “Es el parate de la changa, el conurbano bonaerense es un mundo de changas. El que tiene un plan hace una changa, el remisero hace otra cosita. Cuando se paran esas actividades se dispara la pobreza. Después tenemos los despidos en el sector público y privado”.
Un síntoma alarmante es la mayor asistencia de pibas y pibes a los comedores escolares. Las escuelas les dan poco o nada de verdura y lácteos en la dieta, que se empobrece a su vez. El respectivo presupuesto provincial aumenta pero no en proporción a la suba de costos y de comensales: las calorías ingeridas merman. La leche se ha vuelto cara aunque los productores tamberos coquetean con la bancarrota: milagros del “modelo” y el funcionamiento de las cadenas de valor cuando el estado se desentiende. Una reunión de funcionarios con supermercadistas VIP discute el tópico, diz que con reproches cruzados. Nicolás Braun participa como propietario de “La Anónima”, una de las cadenas de súper que más facturan a nivel nacional. El Secretario de Comercio, Miguel Braun, representa al Estado. Nada más lindo que la familia unita, reflexionará la campanellista Laura Alonso que sigue investigando a paso de caracol el quid de los conflictos de intereses. Esta vez la representación es dual, quizá menos paródica que cuando actúa el ministro de Energía Juan José Aranguren, accionista y abanderado de Shell. Los distintos Braun se sientan en sendas sillas. Aranguren, fabulemos, debe cambiar a cada rato de asiento y de sombrero para ejercitar su doble representación. Volvamos al núcleo.
La malaria por “abajo” cunde. El gobierno lo sabe y alterna con las “organizaciones” (sociales) distribuyendo fondos sin proyecto recuperador alguno, solo pensando en prevenir un estallido.
La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) convocó a una movilización para el domingo 7 de agosto, festividad de San Cayetano. Marcharán desde la Iglesia respectiva a la Plaza de Mayo. Por primera vez desde el 10 de diciembre confluyen varias organizaciones, entre ellas el Movimiento Evita, Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa. Será una nueva expresión de la creciente revuelta callejera poli clasista, pluripartidista y multisectorial contra un gobierno que saca ventaja de la división política de sus adversarios. En este caso compuesta por distintas vertientes de izquierda: alguna del Frente para la Victoria, otras no. Los promotores dicen haber invitado a sumarse a las dos CTA y a sectores combativos de la CGT. A título de opinión del firmante: todos deberían llevar como consigna el pedido de libertad a Milagro Sala, la referente de la TUPAC. La única presa política del macrismo es una luchadora social, emergente del estamento más castigado de la clase trabajadora.
Ya que estamos: acaso sea hora de enaltecer la memoria de Saúl Ubaldini, último Secretario General de la CGT que supo interpelar y expresar a los trabajadores más humildes cuya aparición en la escena pública se produjo hace más de treinta años. Paz, Pan y Trabajo era la consigna de entonces, la del domingo será Tierra Paz y Trabajo.
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Las cuentas no cierran: Contrariando a la máxima kirchnerista, al gobierno no le cierran las cuentas ni aún con la gente afuera. La inflación es acumulativa y aunque disminuyeran un poco los índices mensuales, el acumulado anual será record. Comparable con Venezuela, podría ironizarse con una pizca de humor negro.
Los pagos de las facturas de gas están suspendidos, como consecuencia del desafío popular al tarifazo y las sentencias haciendo lugar a los justos reclamos. Las distribuidoras lloran miseria, el gobierno es sensible al dolor de las grandes corporaciones. El Jefe de Gabinete Marcos Peña amenaza: las facturas se pagarán sí o sí. ¿Sabe ya qué decidirá la Corte Suprema, acaso porque hay un pacto entre el presidente de la Nación y el del Tribunal Ricardo Lorenzetti? ¿O es una expresión de deseos, con formato de apriete? Si se aprobara el nuevo aumento con techo en el 400 por ciento y la sensibilidad social de Aranguren provocara un pago retroactivo desconsiderado, habría traslación a precios y un nuevo respingo de la inflación. “El mejor equipo de los últimos 50 años” cuenta con el último fundamentalista del monetarismo, el banquero central Federico Sturzenegger. Pero las alquimias del hombre son tan poco certeras como las profecías del temblequeante ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat- Gay. Todo aumento es inflacionario en este suelo, aunque la teoría idolatrada diga otra cosa y se practique cualquier enjuague con la emisión de moneda y otros manejos financieros.
La resurrección del tarifazo desencadenaría en efecto dominó otra suba en la canasta popular. Mete pavor pensar qué acontecería con la nueva devaluación que el establishment exige a su gobierno, en voz cada vez más elevada. La que anunció Prat-Gay en pleno verano no funcionó como él pensaba. Vaya a saberse si le falló la biblioteca o si mintió o si se mezclaron ambos factores. En todo caso, hay bombas de tiempo activadas por el oficialismo político y económico, que su mala praxis cotidiana parece “condenada” a detonar.
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La opo se despereza: El aludido Arroyo, los diputados Felipe Solá y Graciela Camaño se muestran activos, locuaces, ocurrentes, críticos del oficialismo. La estrategia del FR conducido por el diputado Sergio Massa se asemeja a la que ensayó, allá lejos y hace tiempo, Carlos Menem respecto del presidente Raúl Alfonsín. Acompañarlo en su momento de auge, mostrarse constructivo y hasta poco diferenciado… hasta que al oficialismo le llegue la mala. Entonces hay que despegarse, lo que va de Davos a este julio que termina. Pragmatismo puro, leyendo que el aura del gobierno no se apaga pero sí titila.
Algo similar, con menos gracia y menos punch, ensaya el desvencijado y desleído PJ nacional cuya plana mayor votó el acuerdo con los fondos buitres a cuatro manos. El diputado José Luis Gioja señala problemas evidentes con razón y sin encanto.
Los socialistas santafesinos quedan atrapados entre su tibieza y los desdenes y críticas que les propina Macri, casi un golpeador.
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Las marchas de agosto: Agosto será un mes movido. A la movilización del domingo de San Cayetano hay que irle sumando la Marcha Federal promovida por la CTA de los Argentinos. Hasta los tamberos volverán a la ruta para ejercer su derecho al pataleo. No habrá cortes ni desabastecimientos ni se tirarán productos perecederos como en los buenos tiempos de la Resolución 125, sería demasiado contra un gobierno “del palo”. Pero el sector se expresa, sumando diversidad a las protestas. Tal vez esté cercano el momento en que reparen que “contra Cristina estábamos mejor”.
Las dos CGT rumian su unidad. Se sabe: expresan al sector más protegido de la clase trabajadora… a veces en exceso. La socióloga Paula Abal Medina distingue bien tres niveles de la clase trabajadora, el “sindicalismo camionero” de Hugo Moyano se concentró en el primero, apenas se interesó por el segundo y desamparó o hasta desdeñó al tercero, el informal, que –todo lo indica– es el más golpeado desde diciembre aunque se note menos por sus características y los límites de sus organizaciones.
El arranque del blanqueo es la gran esperanza ídem del oficialismo. La obra pública, la segunda bala de plata, tarda en activarse.
Este año queda para la timba de augurios. La recesión ¿será del 1,5 por ciento del PBI como vaticinan los good fellows del Fondo Monetario Internacional? ¿O llegará al dos? ¿Servirá, consuelo de tontos o de sádicos (usted dirá), como moderadora de la inflación?
Macri avizora un crecimiento del 3 por ciento para 2017. Hasta ahora no pegó un pronóstico pero “se tiene fe”. Hasta “firma” ese porcentaje, voluntarista y en el mejor de los casos no tan deslumbrante si este año se bajó el dos o más.
La idea del rebote es tentadora y mendaz, como casi todos los simplismos. Las caídas feroces de la actividad industrial, el consumo y el empleo no son equitativas. Se distribuyen de modo desparejo entre distintas regiones, ciudades o ramas de la producción.
Macri está dolorido por las medidas que “tiene” que tomar pero muchos de sus aliados se han enriquecido. El promedio, como es habitual, es engañoso.
Una industria que conserve puestos de trabajo y capacidad instalada podría repuntar velozmente, si tiene mercado ávido para consumir. Ojo que son dos requisitos y no uno. Aquellas que se van desmantelando, despidiendo personal, llenándose de deudas no quedan rozagantes esperando el boom 2017. Muchas están cayendo sin haber tocado fondo. La apertura industrial depredadora cobrará fuerza el segundo semestre. La industria textil, el calzado entran en tirabuzones que un respingo acaso no interrumpirá, sobre todo porque el proceso pro importador se exacerbará.
La Nación apunta al futuro, el presente va castigando a la clase trabajadora, también de modo diferenciado. Las corporaciones empiezan a hablar de “productividad” que en su jerga sectaria es sinónimo raso de reducción de salarios. Los ayudaría que se engrosara el ejército de reserva, objetivo inconfeso que el macrismo viene cumpliendo a la perfección.
Los damnificados se organizan, ganan el espacio público, sin una fuerza política que los vertebre, encauce o conduzca. Eso sí, conscientes de sus derechos y de que está en sus manos defenderse.
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