Hola, ¿cómo estás? Espero que bien. “No es momento de hablar de candidaturas”, le dice Alberto Fernández a #OffTheRecord. La consulta de Cenital ocurre a partir de dos episodios que son difíciles de ver inconexos: la pared de Tomás “Toto” Massa con su padre en el programa Paren la Mano de Luquitas Rodríguez, Germán Beder -aka el hombre más gracioso del país- y Alfredo Montes de Oca, y las declaraciones de Máximo Kirchner en El Destape sin fin, la nueva plataforma audiovisual de Roberto Navarro. “¿Massa 2023?”, preguntó Montes de Oca. “No”, respondió el menor de los hijos del ministro luego de una duda prolongada. “¿La palabra final la tiene él?”, insistió Beder a STM. “Tampoco”, se anticipó Toto. “Pero mi familia pesa mucho, mucho, mucho”, concluyó el ex intendente de Tigre. NdeR: por motivos personales comí con Tomas (Jr) hace algunos meses. En aquel momento, me dijo que la familia le demandaba a Massa dejar la política y que, por primera vez, había una posibilidad cierta. Lo que pasó el viernes no fue una puesta en escena sino la materialización de una conversación intrafamiliar de larga data. ¿Toto Massa decide la historia política de Sergio? ¿Máximo anticipa la de Cristina? Un dato no deja de ser curioso: la vicepresidenta se enteró por la transmisión en vivo de las declaraciones de su hijo mayor. No hubo premeditación. En el caso del ministro el cálculo puede ser otro: ahuyentar a la política para tranquilizar la economía. Hay otro motivo que es menos noble: las menciones públicas intentan presionar a Alberto Fernández para que defina o convoque a discutir la estrategia electoral. El Presidente, por ahora, no acusa recibo y evalúa incorporar al gobierno al saliente CEO de Syngenta, Antonio Aracre. También piensa en hacer un intento por el expresidente de Toyota Argentina, Daniel Herrero: el jefe de Estado evalúa que podría conducir la unidad de YPF Litio. “Manzur no se va a ir, tal vez se tome licencia”, dicen en Casa Rosada. Su lugar lo ocuparía Juan Manuel Olmos. Las firmas que sí materializaron sus salidas fueron las de Jorge Ferraresi y Juan Zabaleta. Gabriel Katopodis no. Fernández cuenta a sus colaboradores que Massa, en privado, repite lo que sugirió en público: no quiere ser candidato: “Quiere reconstruir su relación con la sociedad e intentar en 2027”. “Cristina tuvo una actitud generosa y no fue un obstáculo, yo tampoco lo voy a ser: si Massa está mejor que yo, lo voy a apoyar”, repite en privado. Esa reflexión impacta por la ausencia. Fernández no baraja a Cristina candidata. Igual que Máximo. El análisis de Kirchner corporiza la misma institucionalidad que demostró Cristina a lo largo de su carrera política: si el Presidente es candidato, no puede tener rival interno. Paradójicamente, de los tres solo Fernández parece con la voluntad de reelegir -aunque se niegue a hablar del tema- en un escenario donde el 70% de la población rechaza ya desde la escucha a cualquier dirigente político. Es más: hasta los discursos sobre empleo, pobreza o seguridad son percibidos como discusiones entre privilegiados. No es casualidad que en una encuesta presencial de cuatro mil casos a nivel nacional que encargó el PRO, en caso de haber PASO el dirigente más votado por candidato sería Javier Milei. Para el oficialismo es tan importante bajar la inflación como mantener vivo al líder de La Libertad Avanza. En el Frente de Todos no hay novedades: en unas primarias, CFK cuadruplica a cualquier rival interno. La misma encuesta muestra un horizonte de esperanza para el oficialismo: si las elecciones fueran hoy, JxC alcanzaría los 37 puntos -con Horacio Rodríguez Larreta como el candidato más firme de la oposición- contra 33 del Frente de Todos. Una situación abierta que no se condice con el espíritu quebrado del oficialismo. Mientras tanto, durante la presentación de su libro/programa, el expresidente Mauricio Macri hizo énfasis en la cuestión del costo de sostener a Aerolíneas Argentinas, un tema con el que eligió marcar la agenda y extenderse sobre los usos alternativos virtuosos que los fondos estatales podrían haber tenido. Un contrafáctico que su fuerza política ya utilizó -e incumplió- a la hora de hablar de jardines de primera infancia. En La Rural, analogó el costo de la aerolínea estatal con el de “la mejor red de transporte de trenes” que, si nos aferramos a la evidencia, no hubiera construido. El punto merece de todos modos ser atendido en su propio mérito. Los argumentos para defender una aerolínea estatal en abstracto no aplican al funcionamiento concreto de la nuestra. Aún cuando por distintos motivos -que incluyen hasta cuestiones geopolíticas- muchos países sostienen aerolíneas de bandera, a las que pueden rescatar excepcionalmente o capitalizar con participaciones minoritarias permanentes o mayoritarias temporales, son escasos los ejemplos de mayoritariamente estatales en países desarrollados o en otros de la región, y ninguna es subsidiada en la proporción y con la constancia de la de Argentina. Por problemas de diseño institucional, las limitaciones en la productividad de pilotos, mecánicos y azafatas, y el factor de utilización de la flota son significativamente inferiores a las de otras aerolíneas comparables. Las negociaciones con cinco sindicatos distintos, sus rigideces en materia de convenios y la complicación de ordenar distintos arreglos explican una configuración que es la contracara exacta de acuerdos virtuosos como el de Toyota y el SMATA. En cuanto a las funciones sociales de la aerolínea estatal, el problema no es la cuestión de perder dinero sino cómo o en qué se lo pierde. Incluso en su función social primaria y habitualmente mencionada, vinculada al sostenimiento de las economías regionales y la conectividad, las frecuencias son escasas, mientras el cabotaje argentino, sensiblemente más caro que el brasileño, chileno o peruano. Ninguno de estos problemas es intrínseco a que el Estado sea el propietario de la compañía. Air New Zealand, una empresa también afincada en un país del hemisferio sur, geográficamente remoto y con poca población, o la muy rentable Singapore Airlines tienen mayoría estatal y modelos de negocios normalmente funcionales. En su mayor medida, como fue señalado, sin embargo, estos problemas son de diseño institucional y no de gestión. La actual es consciente del problema y encaró un agresivo plan de reducción del déficit, que se achicó a una cifra cercana al millón de dólares por día mientras los balances muestran una reducción de pérdidas y deudas aún cuando el déficit de las empresas públicas en su conjunto se duplicó en estos años. Los problemas de funcionamiento en la relación con los sindicatos aparecen patentes, por ejemplo, en la negativa del secretario General de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico, Ricardo Cirielli, a que el gremio que conduce discuta estrategias de productividad para que el personal técnico de aerolíneas pueda prestar servicios de mantenimiento y reparación de aviones -que hoy lo hace, por ejemplo, a Fly Bondi- en un volumen mucho mayor al actual. Curiosamente, Cirielli se alineó con el macrismo en la mediática compulsa de Independiente. La elección retórica de Macri es inteligente: Aerolíneas es el escenario para dar una discusión no sobre su funcionamiento sino sobre cuál tiene que ser el rol del Estado, que en su mirada -y el libro hace pocos esfuerzos por ocultarlo- es simplemente un generador de pérdidas o ineficiencias cuya participación en la vida económica ha de ser reducida y, en lo posible, eliminada. Permitir que la discusión sobre Aerolíneas se convierta en una sobre el rol del Estado es tan conveniente como pisar una mina antipersonal. El mismo efecto tendría dar el debate sobre los resultados económicos de una actividad en abstracto. YPF está motorizando las inversiones y el desarrollo de Vaca Muerta, ¿tiene sentido discutir su resultado operativo de corto plazo? ¿Cuál es el lugar de AySA en la ampliación del tendido cloacal? ¿Sería sano entregar su gestión al sector privado si la empresa no gana dinero? La respuesta que surge de la experiencia es que en modo alguno. Los ferrocarriles que Macri puso como contraejemplo virtuoso del gasto en la compañía de bandera serían, como es la regla en el mundo, casi con seguridad fuertemente deficitarios, por lo que de invertir en la mejor red, una decisión virtuosa y necesaria, sumaría luego más gastos que ingresos. La cuestión se transparenta aún más cuando salimos del rol puramente empresario del Estado y pensamos en organismos como el Conicet o la CNEA. Aunque puedan ser susceptibles de reformas que los haga mejores y más eficientes, que el Estado no perdiera dinero en su funcionamiento sería una señal de disfunción, y el gasto en estos organismos, bien dirigido, es incluso insuficiente. Mientras Macri hablaba en la Rural, se presentaba la agenda económica de Lula, que incluía entre otras cosas la desburocratización de procesos, junto a los necesarios avances en infraestructura y logística. Dar el debate en términos de pro o anti Estado, en vez de por los resultados sociales de cada actividad, es un maniqueísmo en el que Macri se siente más cómodo que discutiendo políticas e instituciones en concreto. La defensa ciega de Aerolíneas en su actual configuración puede, paradójicamente, legitimar la prédica sobre una elección entre la privatización y desregulación maximizadas y un Estado empresario bobo. Defender a INVAP, INTA o YPF, que cumplen obvias funciones de provecho, requiere separar la paja del trigo. Por último, es curioso que muchos de los que predican sobre el destino de los recursos públicos y hablan de derroche y corrupción suelan a su vez defender incluso moralmente la evasión -con consecuencia entre prosa y acto en el caso del exPresidente- y acompañar la puesta en escena de entidades como la Asociación de Magistrados, que consideran que es un acto persecutorio pagar los mismos impuestos que todos los mortales. Ni siquiera en la corporación aquella pulsión parece unánime. En la Corte Suprema, donde el presidente Horacio Rosatti mantiene su posición favorable al impuesto y previa a ser nombrado como juez en el Máximo Tribunal, el defecto de la iniciativa aparece en cuestiones formales. Puesto en el presupuesto y reduciendo efectivamente remuneraciones actuales, el descuento de ganancias chocaría con el texto constitucional y con la Ley de Administración Financiera en forma expresa. Tecnicismos. Antes de cerrar esta edición quería contarte del argentino que está tratando de evitar que explote una planta nuclear en Ucrania. Es Rafael Grossi, director del Organismo Internacional de Energía Atómica. Estuvo reunido con Putin y Zelenski, los presidentes de Rusia y Ucrania, en el plazo de una semana. Y después volvió a Argentina exclusivamente para juntarse con Tomás Aguerre y conmigo. Bueno, no fue solo para eso, pero acá te dejo la entrevista que le hicimos para Cenital. Además quería anticiparte que nuestro experto en Política Internacional, Juan Elman, viajará nuevamente a Brasil para informarte de primera mano sobre el balotaje que puede cambiar el destino regional. ¿Querían más? Hacia fines de semana anunciaremos la cobertura que venimos armando para el Mundial. Claro que todo esto no es generación espontánea: es posible gracias al apoyo de nuestra comunidad, cuyo aporte representa el ingreso más importante de nuestro medio. Si podés darnos una mano, te invito a que te sumes. Gracias por todo. Ojalá hayas disfrutado de este correo tanto como yo. Estoy muy agradecido por tu amistad que, aunque sea espectral, para mí no tiene precio. Iván |
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