Cruza la calle huyendo.
Deja sus pies marcados en el cemento fresco de la vereda.
Los ojos y las miradas de los vecinos
registran una película con sirenas que esta ciudad acostumbró.
Empañan la cuadra de tanto mirar sin ver con sus alientos perros.
Una palma de su mano queda en el paredón del baldío.
Mientras ella quema fotos (cumpleaños, abrazos, canchitas)
que revuelve con un fierrito para apurar las cenizas.
(Agendas, libros, cuadernos).
Y con ellos números de tías o primas, del colegio o
del club, prólogos, frases, dibujos con muy bien diez.
Quema ella ensimismada en el fuego inquisidor de
la parrilla del fondo.
Un Dios -perro gruñe y distrae a horribles sombras.
Salta ligustrinas, araña ramas de paraísos, pasó el eco del tiro
en el oído, la esquina ve jóvenes dando vuelta en círculos,
dónde, cómo, por qué?.
Nunca supimos todo lo que nos pasó.
GB
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