LA MALA LECHE
Perón
Los amantes de la gauchi-política se electrocutarían de placer al oír -de la propia voz de Perón- que vivió en el desierto, que conoció (la metafísica de) la pampa en una lejana estancia en la provincia de Chubut, que fue hijo de una mujer criada por indios y de un juez de paz de quienes adquirió la sabiduría de la naturaleza y una idea de justicia brotada de la bondad de los animales. Ocho radiografías así, bien descriptas sobre Perón y en boca de Perón, pueden mirarse contra la luz. ¿Dónde?
Tal como lo contó preciosamente Diego Sánchez hace algunas semanas se acaba de estrenar en canal Encuentro el programa La Argentina según Perón, basado en el archivo abandonado de una larga entrevista que le hizo al General el periodista Tomás Eloy Martínez en Madrid, precisamente en la Quinta 17 de Octubre del barrio Puerta de Hierro, en el lejano febrero de 1970. Ahí, la voz de Perón dialoga con las inquietudes de quien luego haría de eso la base de su obra periodística y que sabe que ha logrado las condiciones ideales de una conversación íntima. ¿Y qué se escucha en Madrid, en ese 1970? La Argentina según Perón se divide en ocho capítulos de media hora con sugestivos títulos: “Infancia”, “Instrumento del destino”, “La construcción de Evita”, “La economía”, “El arte del conductor”, “Todos somos animales”, “Los anticuerpos” y “La militancia”. Todos abren y cierran bloques “conceptuales” para construir el organismo invertebrado que pueda redondear más o menos una idea de los significados generales del movimiento.
Una primera observación da cuenta de que al programa le faltan más voces de Perón (hay pocos audios) y le sobran algunas voces de especialistas, sobre todo le sobran versiones del peronismo de izquierda, es decir, del sector que hace años se siente en las mejores condiciones para dar la versión de los hechos.
Perón es el Perón de 1970, y percibe clima de revolución pero se mantiene bastante a raya en su astucia siempre más atenta al hombre que está solo y espera, al argentino laburante promedio, al deseante de progreso y confort, que a las aventuras revolucionarias.
Si uno hace un censo más o menos rápido distingue entre peronistas y no peronistas un reconocimiento: el hecho de que Perón era un gran político, el más maquiavélico de todos, un conductor de las fuerzas bajas donde se conjugan las ambiciones y la codicia, adentro de un movimiento que produjo la altura que produjo. Esa imagen de un Perón sobre todo hábil es por lo menos contradictoria con la nebulosa de algo más ideológico o puro. Es “el mejor político” en los términos más clásicos y burgueses y, a la vez, el creador de las mayores tensiones sociales del siglo 20 con su sentido de justicia. Puede sonar paradójico: las virtudes de un político que conoce como nadie el “juego sucio” y que simultáneamente, en su uso, “desencadena” fuerzas oceánicas. Pero habla de ellas, de sí mismo, de sus “artes”, con la distancia y el ojo de un científico que coloca contra una lamparita encendida el negativo de la condición humana argentina. La calidad de un cuerpo que modera la calidad del sueño. Perón es desencanto y es la economía concreta de lo que significa una vida mejor. Perón fascina a los iniciados en la escuela del sol y de la rosca. Perón es un oráculo para los que creen que la Argentina ya se pensó y que ese pensamiento y ese sueño quedó ahí, intacto, sólo enredado en el nido de víboras de su lengua. Así, entonces, todo interesado por lo público seguramente lo admirará siempre y será fan oculto del mejor encantador de serpientes. Sabiduría popular y formación prusiana hacen a su naturaleza. Perón describe la importación del fascismo italiano que intentó (“un socialismo nacional”) y al que sintoniza a la época -sin decirlo- por la adaptación conflictiva que aún un orden fascista implicaba para este país. Por la justicia social que también entrañaba ese fascismo como ideal en una Argentina no desarrollada.
Habla de los mitos con las manos sucias de quien los creó y los recrea. Dice de Evita: “Eva Perón es un producto mío. Es sensible como toda mujer”. El peronismo de género se cae de culo. Dice de Vandor: “Le dije que se cuide.” Perón asume esos nombres. Se reapropia de una Evita tan dejada a disposición de las izquierdas entristas, quizás. Y recoge del piso el cuerpo ensangrentado de Vandor para decir: yo te avisé que el movimiento recibe anticuerpos para fortalecerse en su eliminación. Te dije que te cuides.
Perón es un hombre al desnudo que enseña con el grabador prendido la sociología organicista de su eterno juego pendular. No tiene el secreto de la Coca Cola, tiene el secreto de los chorizos y las salchichas y los patys. Es Perón, es 1970 y mientras una generación de jóvenes sube al monte a hacer la colimba montonera o guevarista dice que en un pueblo siempre hay idealistas y materialistas, pero en estas proporciones: 10% idealistas y 90% materialistas. Perón reconoce eso aún cuando palmea a los “maravillosos”. Los describe según su visión zoológica: son perros. 10% de perros buenos y fieles a sus instintos. Y un 90% restante de gatos sobrevivientes. La Argentina según Perón es una buen modo de entender otra verdad más: el General priorizó siempre su percepción de la “larga duración” por sobre las urgencias de una época y de una generación.
FUENTE NIAPALOS.
GB
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