lunes, 25 de noviembre de 2019

EL FIN DEL NEOLIBERALISMO ...y el renacimiento de la historia

NUEVA YORK – Al final de la Guerra Fría, el politólogo Francis Fukuyama escribió un famoso ensayo titulado “The End of History?” [¿El fin de la historia?], donde sostuvo que el derrumbe del comunismo eliminaría el último obstáculo que separaba al mundo de su destino de democracia liberal y economía de mercado. Muchos estuvieron de acuerdo.
Hoy, ante una retirada del orden mundial liberal basado en reglas, con autócratas y demagogos al mando de países que albergan mucho más de la mitad de la población mundial, la idea de Fukuyama parece anticuada e ingenua. Pero esa idea aportó sustento a la doctrina económica neoliberal que prevaleció los últimos cuarenta años.
Hoy la credibilidad de la fe neoliberal en la total desregulación de mercados como forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva, y por buenos motivos. La pérdida simultánea de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es coincidencia o mera correlación: el neoliberalismo lleva cuarenta años debilitando la democracia.
La forma de globalización prescrita por el neoliberalismo dejó a individuos y a sociedades enteras incapacitados de controlar una parte importante de su propio destino, como Dani Rodrik (de Harvard) explicó con mucha claridad, y como yo sostengo en mis libros recientes Globalization and Its Discontents Revisited y People, Power, and Profits. Los efectos de la liberalización de los mercados de capitales fueron particularmente odiosos: bastaba que el candidato con ventaja en una elección presidencial de un país emergente no fuera del agrado de Wall Street para que los bancos sacaran el dinero del país. Los votantes tenían entonces que elegir entre ceder a Wall Street o enfrentar una dura crisis financiera. Parecía que Wall Street tenía más poder político que la ciudadanía.
Incluso en los países ricos se decía a los ciudadanos: “No es posible aplicar las políticas que ustedes quieren” (llámense protección social adecuada, salarios dignos, tributación progresiva o un sistema financiero bien regulado) “porque el país perderá competitividad, habrá destrucción de empleos y ustedes sufrirán”.
En todos los países (ricos o pobres) las élites prometieron que las políticas neoliberales llevarían a más crecimiento económico, y que los beneficios se derramarían de modo que todos, incluidos los más pobres, estarían mejor que antes. Pero hasta que eso sucediera, los trabajadores debían conformarse con salarios más bajos, y todos los ciudadanos tendrían que aceptar recortes en importantes programas estatales.
Las élites aseguraron que sus promesas se basaban en modelos económicos científicos y en la “investigación basada en la evidencia”. Pues bien, cuarenta años después las cifras están a la vista: el crecimiento se desaceleró y sus frutos fueron a parar en su gran mayoría a unos pocos en la cima de la pirámide. Con salarios estancados y bolsas en alza, los ingresos y la riqueza fluyeron hacia arriba, en vez de derramarse hacia abajo.
¿A quién se le ocurre que la contención salarial (para conseguir o mantener competitividad) y la reducción de programas públicos pueden contribuir a una mejora de los niveles de vida? Los ciudadanos sienten que se les vendió humo. Tienen derecho a sentirse estafados.
Estamos experimentando las consecuencias políticas de este enorme engaño: desconfianza en las élites, en la “ciencia” económica en la que se basó el neoliberalismo y en el sistema político corrompido por el dinero que hizo todo esto posible.
La realidad es que pese a su nombre, la era del neoliberalismo no tuvo nada de liberal. Impuso una ortodoxia intelectual con guardianes totalmente intolerantes del disenso. A los economistas de ideas heterodoxas se los trató como a herejes dignos de ser evitados o, en el mejor de los casos, relegados a unas pocas instituciones aisladas. El neoliberalismo se pareció muy poco a la “sociedad abierta” que defendió Karl Popper. Como recalcó George Soros, Popper era consciente de que la sociedad es un sistema complejo y cambiante en el que cuanto más aprendemos, más influye nuestro conocimiento en la conducta del sistema.
La intolerancia alcanzó su máxima expresión en macroeconomía, donde los modelos predominantes descartaban toda posibilidad de una crisis como la que experimentamos en 2008. Cuando lo imposible sucedió, se lo trató como a un rayo en cielo despejado, un suceso totalmente improbable que ningún modelo podía haber previsto. Incluso hoy, los defensores de estas teorías se niegan a aceptar que su creencia en la autorregulación de los mercados y su desestimación de las externalidades cual inexistentes o insignificantes llevaron a la desregulación que fue un factor fundamental de la crisis. La teoría sobrevive, con intentos ptolemaicos de adecuarla a los hechos, lo cual prueba cuán cierto es aquello de que cuando las malas ideas se arraigan, no mueren fácilmente.
Si no bastó la crisis financiera de 2008 para darnos cuenta de que la desregulación de los mercados no funciona, debería bastarnos la crisis climática: el neoliberalismo provocará literalmente el fin de la civilización. Pero también está claro que los demagogos que quieren que demos la espalda a la ciencia y a la tolerancia sólo empeorarán las cosas.
La única salida, el único modo de salvar el planeta y la civilización, es un renacimiento de la historia. Debemos revivir la Ilustración y volver a comprometernos con honrar sus valores de libertad, respeto al conocimiento y democracia.
* Traducción: Esteban Flamini

LA REBELIÓN RECORRE AMÉRICA Un pantallazo a un subcontinente en llamas del que formamos parte


Puerto Rico, con Ricky Martin y Residente como portaestandartes de su lucha independentista; Honduras y Panamá; Haití, con su desesperado estallido que consumió 35 víctimas fatales y centenares de heridos en un mes y medio por la represión a quienes manifiestan contra la hambruna y piden la renuncia del agónico Presidente Jovenel Moise; Ecuador, con su octubre violento que obligó a Lenin Moreno a revertir el aumento de los combustibles para dar fin a diez días de protestas con decenas de muertos y heridos tras la virtual parálisis del país por las movilizaciones indígenas. La región andina es el epicentro de una América en estado de rebelión. Hong Kong, el Líbano, los chalecos amarillos en Francia. Es global el hartazgo y la causa es la misma, cada vez más el neoliberalismo adquiere ribetes de una dictadura financiera global. Todos ellos miran y huelen a Chile y Bolivia, fin del recorrido por la cintura cósmica de las reivindicaciones postergadas en el Sur.

La protesta en Puerto Rico, con Ricky Martin y Residente.

Decenas de organizaciones sociales y políticas encabezadas por la Central Única de Trabajadores (CUT) de Colombia convocaron al paro en rechazo a la reforma laboral de Duque que plantea la reducción del salario para los jóvenes y la reforma de las jubilaciones con el aumento de la edad para alcanzar ese beneficio. Los manifestantes cuestionan las privatizaciones, la rebaja de impuestos a las grandes empresas y multinacionales y los tributos a la clase trabajadora. Exigen un salario mínimo que permita vivir en condiciones dignas y el cumplimiento por parte del Gobierno de acuerdos paritarios por sector. La jornada fue acompañada de multitudinarias marchas en numerosas ciudades y hubo gases lacrimógenos en el centro de Bogotá y con mayor dureza en Cali. A las movilizaciones se sumaron los indígenas, campesinos, obreros, estudiantes y otros sectores populares. “Ningún ciudadano de Cali puede estar en la calle a partir de esa hora porque será detenido”, amenazó el alcalde Maurice Armitage, al declarar un toque de queda en esa ciudad a partir de las 19 en medio de la marcha por la jornada de paro nacional: “Quedan todos advertidos”, comunicó. Pero su amenaza no tuvo éxito. En Medellín los estudiantes realizaron piquetes a los que se sumaron maestros, trabajadores de servicios, jubilados, artistas y pobladores que colmaron las calles de la ciudad de manera pacífica.


En Chile ya se superaron los 30 días de protestas y movilizaciones consecutivos. El debilitado gobierno derechista de Sebastián Piñera sigue maniobrando en busca de un acuerdo con la oposición parlamentaria, que dé respuesta formal al pedido de reforma de la Constitución y le permita remontar la crisis política y terminar su mandato. El sistema de representación partidario que rige en la actual Constitución pinochetista se ha convertido en una trampa mortal que arrasó con la credibilidad del gobierno y de la oposición. El resto lo hizo el neoliberalismo extremo, aplicado en el país transandino desde el derrocamiento de Salvador Allende. Una nueva generación de jóvenes saltó los molinetes del metro y convocó a la protesta que, pese a la criminal represión aplicada, no ha sido sofocada todavía.


Una resistencia con historia

Imágenes lacerantes de hermanos bolivianos malheridos por balas de fuerzas de seguridad terrestres y por la acción de los helicópteros artillados que sobrevuelan las marchas pacíficas, realizadas en pos de una salida institucional para recuperar la democracia, constituyen la última vena abierta de nuestra América Latina. Tras el golpe de Estado que destituyó a Evo Morales, ninguneados por la prensa local alineada con la asonada, en medios internacionales que apenas muestran la realidad puede verse a pobladores indígenas y campesinos indignados, con inocencia, por el atropello a su Wiphala, desconcertados ante la violencia, tratando de explicar la justicia de su reclamo.
Con diez muertos y decenas de heridos, la Masacre de Senkata se suma a un historial teñido de sangre y represión: Catavi (1942), Siglo XX (1967), Octubre Negro (2003) y Sacaba (el pasado viernes). La Masacre de Senkata parece calcada a la Caravana de la Muerte que provocaron los militares durante del Guerra del Gas del año 2003, cuando los soldados también intentaron con tanques y balas abrir paso a los camiones cisterna que alimentan con combustible y gas a la ciudad de La Paz. Aquella matanza se dio sobre la autopista. Esta vez los manifestantes cayeron frente a la planta.


De la gravedad de la situación da cuenta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, que anunció una visita urgente a Bolivia, entre el 22 y 25 de noviembre, frente a lo que describió como el “riesgo de impunidad para violaciones de DDHH”. El comunicado de la Comisión condena “el uso excesivo de la fuerza por parte de operaciones combinadas de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas, e insta al gobierno de facto a tomar las medidas necesarias para evitar la impunidad”. Además, advirtió, resulta de “particular preocupación” la actuación de las fuerzas de seguridad para controlar el orden público, “sin que haya adecuado sustento legal”.
El Cabildo realizado el martes en la Plaza 14 de Septiembre colmada por una multitud de manifestantes aprobó un paro por tiempo indefinido en las 14 provincias del departamento de Cochabamba. Los oradores destacaron el desconocimiento al gobierno de Jeanine Áñez, la anulación del decreto supremo 4078, el esclarecimiento de las muertes producidas en Sacaba y el repliegue del Ejército. Los discursos coincidieron en manifestar que no se sienten representados por los actuales miembros del Ejecutivo. Varias oradoras expresaron dolor y queja por la cantidad de vidas de campesinos perdidas en las protestas.
Mientras tanto, la Central Obrera Boliviana permanece en una parálisis pro-golpista y solo los mineros de Huanuni tomaron iniciativas con bloqueos de los caminos entre Potosí y Oruro. El partido de Evo, el Movimiento al Socialismo (MAS), con mayoría absoluta en ambas cámaras, está intentando negociar una salida electoral y para ello propone declarar nulas las elecciones de octubre y nombrar un nuevo tribunal electoral.

Tácticas, estrategias y muerte

El anuncio público de Pablo Moyano acerca del reclamo del bono de fin de año de 20.000 pesos por el que van los Camioneros y la disputa por la representación convencional de los trabajadores de logística de Mercado Libre, que el actual secretario de Trabajo Dante Sica otorgó en dudoso trámite express al sindicato de Carga y Descarga, muestran que la esencia de los reclamos sindicales no ha sido desactivada por la “fe y la esperanza”. El convenio en cuestión encierra, al estilo del de Vaca Muerta, cláusulas de flexibilidad como el banco de horas. El tercero en la disputa con Marcos Galperín es el Gitano Armando Cavalieri, quien pretende recuperarse de la pérdida de afiliados por la caída de empleos en la actividad, con cierres de pymes y despidos en los supermercados. De esa pelea resta comprobar la afiliación reclamada por La Bancaria, dada la actividad del sector en la operatoria financiera.


El cúmulo de pedidos por actualizaciones salariales en las paritarias preanuncia un futuro de pálidos acuerdos de la CGT en la mesa del diálogo social. Las organizaciones con mayor poder de fuego dilatan la pelea real, para librarla en cada sindicato que aún conserve capacidad de negociación sectorial. No parece muy solidaria la estrategia, que entrega a la voracidad empresaria a los más desprotegidos.
Mientras se debaten tácticas y estrategias, las penosas condiciones de trabajo en la provincia de Jujuy (y en todo el Norte argentino en general) se cobraron la vida de once trabajadores. Un incendio de proporciones se desató en el Ingenio La Esperanza, en San Pedro, provincia de Jujuy. Según Salta/12 las víctimas fatales son once, y no cinco como dijeron las autoridades. La cifra fue confirmada por el Sindicato de Obreros y Empleados del Ingenio La Esperanza, cuyas autoridades habían advertido que había fallas de seguridad. Pudo verse a Gerardo Morales lamentando el suceso. Pero nada hará contra el trabajo semiesclavo y precario de Jujuy. El incendio comenzó alrededor de las 16, tras la explosión de tanques en el sector de destilería del establecimiento, informaron trabajadores y vecinos de esa localidad.  Como medida preventiva se evacuó al pueblo La Esperanza, de unos 5.000 habitantes, por el riesgo de una explosión mayor y de que el fuego se extienda en un perímetro más grande por el bagazo desparramado.



Sordos ruidos de acuerdos

Frente a las amenazas que ya se escuchan de los representantes del agro frente a cualquier incremento de las retenciones  y del posicionamiento de los grandes empresarios industriales vía el incremento de los precios, las expectativas se ponen cada vez más en la mesa de concertación social que según los comentarios más sonoros estaría presidida por Roberto Lavagna.
La Argentina, en espejo con la región, debe reconocer que un sector del vilipendiado sindicalismo junto al universo de las organizaciones sociales fueron la barrera de contención de los estallidos sociales frente a las brutales políticas de ajuste, de hambre y desempleo de la etapa macrista. Hoy la posibilidad de cambio de política llega por la resistencia y movilización popular más que por una debilitada presencia parlamentaria. El límite al neoliberalismo no se lo pusieron ni el parlamento ni la televisión sino las grandes movilizaciones callejeras, que cristalizaron en la paliza electoral que trajo alivio a los trabajadores y al pueblo.
Faltan dos semanas para que se vaya Mauricio Macri y comience una nueva era política en la Argentina, en medio de una región en crisis con permanentes amenazas golpistas. Una nueva esperanza nace en el pueblo y pasa por la capacidad del nuevo Presidente de convertirse en un piloto de tormentas y remontar el cráter que dejó el agotado mandatario que ocupará sus días venideros visitando juzgados y dando explicaciones para deslindar sus responsabilidades en los delitos que su gobierno rebautizó “conflicto de intereses”.


El modelo concentrador a escala planetaria comienza a crujir por donde se lo mire. Preocupa el arrastre que está generando aquí y allá la crisis de representación política y sus consecuencias sobre los partidos políticos y los políticos elegidos para representar a los ciudadanos, independientemente de ubicación e ideología (la izquierda, el centro y la derecha lo padecen). La predilección del imperio por las FFAA como elemento de control social y sus secuelas de muerte y represión, al punto de elaborar teorías sobre golpes duros y blandos, malos y buenos y su aplicación en complicidad con jueces y medios de comunicación, está tiñendo al mundo de autoritarismo. Nuestro país está a punto de comenzar un nuevo ciclo político con un pueblo hambreado, una economía paralizada y una región incendiada. Ese contexto no debe ser excusa sino aliciente para tomar las drásticas medidas contracíclicas que la etapa impone. En ese contexto histórico, el movimiento obrero debe probarse la ropa y salir al ruedo con autonomía de clase para asumir el rol que la historia le demanda.


MIRADA DE INDIO ¿Qué hizo nuestra familia para detener esa masacre?


Los hombres de tierra firme de Indias comen carne humana y son sodométicos más que generación alguna. Ninguna justicia hay entre ellos, andan desnudos, no tienen amor ni vergüenza, son como asnos, abobados, alocados, insensatos; no tienen en nada matarse ni matar; no guardan verdad si no es en su provecho; son inconstantes, no saben qué cosa sea consejo; son ingratísimos y amigos de novedades; précianse de borrachos y tienen vinos de diversas yerbas, frutas, raíces y grano; emborráchanse también con humo y con ciertas yerbas que los saca de seso; son bestiales en los vicios; ninguna obediencia ni cortesía tienen mozos a viejos ni hijos a padres; no son capaces de doctrina ni castigo; son traidores, crueles y vengativos, que nunca perdonan; inimícimos de religión, haraganes, ladrones, mentirosos y de juicios bajos y apocados; no guardan fe ni orden, no se guardan lealtad maridos a mujeres ni mujeres a maridos; son hechiceros, agoreros, nigrománticos; son cobardes como liebres, sucios como puercos; comen piojos, arañas y gusanos crudos donde quiera que los hallen; no tienen arte ni maña de hombres; cuando se olvidan de las cosas de la fe que aprendieron, dicen que son aquellas cosas para Castilla y no para ellos y que no quieren mudar costumbres ni dioses; son sin barbas y, si algunas les nacen, se las arrancan; con los enfermos no usan piedad ninguna, y aunque sean vecinos o parientes los desamparan al tiempo de la muerte o los llevan a los montes a morir con sendos pocos de agua y pan; cuanto más crecen se hacen peores; hasta diez o doce años parece que han de salir con alguna crianza o virtud; de allí adelante se tornan como brutos animales; en fin, digo que nunca crió Dios tan cocida gente en vicios y bestialidades, sin mezcla de bondad o policía.
Tomás Ortiz, fraile dominico, aconsejando la servidumbre de los indios frente al Consejo de Indias. Francisco López de Gómara. Historia general de las Indias.

Foto: Marcos Zimmermann


Foto: Marcos Zimmermann

Foto: Marcos Zimmermann

Son descendientes de aymaras, quechuas y chiquitos del Imperio Tihuanaco. Herederos de Huascar y Atahualpa. Integrantes del país del Tahuantisuyo. Son los pobres del altiplano. Traen consigo las penas de la mina, de la mita, de la encomienda y del yanaconazgo. Indios de sangre recorrida por el miedo y de pieles cocidas por la intemperie de tanto cuidar chivos, llamas, vicuñas y suris bajo el sol del mediodía. Y de regar maíz, coca y quinoa en los walipinis subterráneos durante las noches heladas. Gentes de tardes de luna y canto con cajas que truenan al viento ritmos y coplas que conjuran penas entre tonos y falsetes.


Foto: Marcos Zimmermann

Son también mujeres jóvenes en noches de chicha y amor a 4000 metros de altura y funerales de sus hombres devorados por las minas de estaño del cerro Posokoni, o de plata del cerro Rico. Huérfanos de padres carcomidos en los pulmones por el silicio y aplastadas sus cabezas por los derrumbes de la Pacha Mama, celosa por la presencia de alguna otra mujer en la mina. O por desidia de los patrones. Son, todos ellos, conocedores de la tristeza del singani que mataba en las casas de suicidio de El Alto donde, dicen, cuando la tristeza era mucha, se podía pedir ser encerrado por fuera en un cuarto con litros de ese alcohol para beberlo hasta terminar muerto. Dramas olvidados con el propicio de la distancia y la necesidad de dinero vuelto menester y garrote al mismo tiempo. Son, todos ellos, sobrevivientes de esas penurias, y muchas más que aquí no caben.

Foto: Marcos Zimmermann

Pero una vez, ellos fueron también luces. Poseedores de saberes arcanos, incomprensibles para los blancos. Custodios de campos a primera vista inertes pero llenos de claves y secretos sagrados, sin cuyo conocimiento un hombre no podía atravesarlos vivo. Sitios sobre los que los apropiadores marcaron divisiones extrañas a la geografía natural con teodolitos e impusieron estancias que enterraron bajo las cosechas voces y olores cargados de atributos de otro tiempo: gritos de malones, aroma a guanaco recién asado, bullicio de bacanales con aguardiente y hasta voces de chamanes con faldas, prediciendo amores y cataclismos. Misterios todos vueltos ahora cintas rojas atadas en las orejas de las llamas durante las Señaladas destinadas a promover progenie y fortuna. Nigromancia mudada en tabaco regado con chicha y enterrado muy dentro de la Pacha Mama donde es posible dejar deseos propios o pedidos grupales. Vinchas con medallas de plata arrancadas con destreza de la frente a los toros en los rodeos de Casabindo, que vuelven a hombres comunes héroes por un día. Celebraciones de la madre tierra en agosto. Bandas y misachicos en Pascuas. Desenfreno de diabladas de carnaval ornamentadas con albahaca en las orejas, chaschas en los pies y talcos en la cara. Y la esperanza de tantas niñas que bajan una vez al año de los cerros, en esos tiempos del Desentierro, para buscar en las quebradas al muchacho que las colmará de hijos y repetirá el ciclo de celo que mandan las estrellas y la tierra.

Foto: Marcos Zimmermann


Foto: Marcos Zimmermann

Pero estos indios son hermanos de muchos otros que sufrieron y sufren su mismo destino de sumisión y latrocinio. Son parientes de los “cincuenta putos” –así se refiere la crónica a los hechiceros con falda, respetados especialmente en América por su dualidad de género– que Balboa quemó en nombre de Cristo en una sola hoguera, en Cuareca. Son los araucanos devueltos por Valdivia a su terruño del sur del Biobío sin nariz, ni oreja, ni una mano, para que su vista aterrara a sus naciones e inculcara el escarmiento. Son los querandíes, cuyos cuartos de carne se disputaban los soldados de Pedro de Mendoza en Buenos Aires para cebar sus lebreles y alanos adiestrados en aperrear indios.


Foto: Marcos Zimmermann

Estos collas son también cada uno de los aniquilados de las campañas del desierto argentino de Pedro Andrés García de 1810, de Martín Rodríguez de 1820, de Juan Manuel de Rosas de 1833, de Adolfo Alsina de 1870 y de Julio Argentino Roca de 1879. Son hermanos de los ranqueles de Yanquetruz, Pichun y Paine obligados a realizar caminatas forzadas desde Poitahue y Leubucó hasta Bahía Blanca después de quitarles sus tierras. Parientes de las mujeres de los guerreros de Huala y Panguitruz que no aguantaban ese esfuerzo y eran abandonadas a la intemperie después de cortarles los tendones de Aquiles para convertirlas en alimento de los pumas. Y también de otras mujeres que eran entregadas como siervas a familias patricias en Buenos Aires, de sus maridos separados de sus familias y destinados a los ingenios tucumanos y jujeños, de sus hijos arrancados de los brazos de sus madres y confinados como peones de estancia en las tierras que les habían robado a ellos mismos. Son, estos aymaras y quechuas, herederos del mismo padecimiento de aquel grupo de alacalufes y yaganes raptados en Tierra del Fuego y llevados a Paris para ser exhibidos como bestias en el zoológico humano erigido por Maurice Maitre en 1881. Son hermanos de los araucanos confinadas en Valcheta, primer campo de concentración de la Argentina, pidiendo a gritos comida a un grupo de galeses a través del cerco. Son Catriel, Pincén, Coliqueo y Sayhueque, perseguidos por los generales Uriburu, Levalle, Rasedo, Lagos, Vinter y Villegas por la Patagonia. Son los pampas, ranqueles, mapuches, selknam y tehuelches diezmados por la viruela, cercados por los alambrados y asesinados por los Remington y los Winchester para arrancarles sus testículos y venderlos por media libra a los ingleses. Son el cráneo de Calfucurá despellejado en las alforjas de Estanislao Zeballos, profanador de cementerios indios con la excusa de la ciencia. Son el cacique Inakayal, muerto de tristeza después de ser sometido por Francisco Pascasio Moreno a observar los esqueletos de su familia en las vitrinas del Museo de Ciencias Naturales de La Plata donde había sido confinado.

Foto: Marcos Zimmermann

Mucho más acá, son también la masacre pilagá de Rincón Bomba, Formosa, donde en 1947 fueron envenenados y ametrallados por un escuadrón de gendarmería cientos de hombres, mujeres y niños. Y hoy son Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, héroes de la resistencia india, asesinados por desidia o voluntad, por la misma fuerza y por la espalda. En fin, son todas estas desgracias enhebradas las que se esconden en el fondo de los ojos de los indios de América cuando nos miran y ven en nosotros a los hijos de quienes perpetraron estas masacres. Todos hemos sentido ese desprecio. ¿Seremos ahora testigos mudos de una nueva barbarie?

Foto: Marcos Zimmermann

Hoy, las imágenes que provienen de Bolivia nos retrotraen a los momentos más oscuros de la historia de Latinoamérica. La clase blanca boliviana, cuyo mascarón de proa es una india traidora teñida de rubio, ha vuelto a desatar la masacre. Quienes propician tal exterminio indio, que está sucediendo en mismo momento en que escribo esta nota y que la prensa democrática no muestra, creen que la modernidad lleva implícita un vacío previo. La senadora Áñez y sus secuaces piensan seguramente que el concepto de nación del futuro requiere la destrucción completa del pasado. Que hay que silenciar la voz de los pueblos originarios porque es ella el vehículo por donde van y vienen sus secretos, el ojal por donde se filtran conspiraciones y sueños. Se debe suprimir todo lo pretérito. Y lo que no pueda aniquilarse, diluirlo en la miseria. El monstruo que quieren parir debe convertirse en una nación nueva, pura, justificada por un fanatismo bárbaro de biblia y sin una pizca de olor a indio.

Foto: Marcos Zimmermann

Habrá un día no muy lejano en el que los hechos que hoy vivimos serán vistos con el mismo horror a la barbarie de los actos más salvajes que enumeré más arriba. Es que, a pesar de todo, el mundo avanza. Y vendrán nuevas generaciones más libertarias, inclusivas, humanas. Y pueblos que se rebelen en grupo a la injusticia. Que se movilicen en masa por el bien común. Cuando llegue ese momento, ¿con qué rostro enfrentará la clase blanca latinoamericana ese nuevo tiempo? Porque, entonces, este fanatismo bárbaro de bala y crucifijo juntos será colectivamente contestado como es debido: con la razón, con la verdad y con más conciencia. Y nacerán generaciones nuevas educadas en el bien y en la deshonra que significará la mentira. Jóvenes que se interesarán por la verdadera historia de América y se avergonzarán de llevar apellidos como los beneficiarios de las tierras arrancadas por las tropas de Roca a los indios luego de la Campaña del Desierto. (O mejor dicho, en la campaña de exterminio de los pueblos que allí habitaban.) Aquellos 583 propietarios, muchos de ellos integrantes de la Sociedad Rural, que obtuvieron 18.668.000 hectáreas a 4 pesos. Todos apellidos hoy nobles: Alvear, Álzaga, Anchorena, Arguibel, Azcuénaga, Bemberg, Bianchi, Bonament, Bosch, Cambaceres, Casares, Casey, Castex, Chas, De la Plaza, De la Torre, Devoto, Diaz Vélez, Dorrego, Durañona, Echeverría, Eguía, Elizalde, Elortondo, Ezcurra, Fontán, Frers, Guerrero, Jurado, Larreta, Leloir, Lynch, Madero, Martínez de Hoz, Miguens, Newbery, Obarrio, Ocampo, Olivera, Ortíz Basualdo, Otamendi, Piñeiro, Quintana, Roca, Roldán, Shaw, Tornquist, Ugarte, Unzué, Vidal…

Foto: Marcos Zimmermann

Sucederá entonces, en un tiempo no muy lejano, en una estancia inmensa, que un hombre de apellido también patricio estará sentado en la galería y oteará el cielo pensando en su cosecha. Su hijo adolescente estará leyendo historia a su lado, tratando de entender el mundo. En un momento, el muchacho cerrará el libro y le preguntará a su padre: «¿Qué hizo nuestra familia para detener toda esa masacre india?» El padre se reclinará entonces en su sillón y buscará argumentos. Dirá que los indios realizaban malones para robar vacas, que fueron siempre brutos, vagos, borrachos, que no se podría confiar en ellos y que solo servían para que los políticos aprovecharan sus votos para ganar elecciones… Repetirá nervioso alguna parte del decálogo del padre Ortiz ante el consejo de Indias, la frase de un periodista que escuchó en el canal de cable hace poco y, finalmente, dirá que todo se hizo en aras de la civilización y la de democracia… Recién entonces mirará a su hijo. Y, envuelto en pánico, verá en lo profundo de sus ojos la misma distancia, el mismo reproche, el idéntico miedo y el mismo desprecio que muchos hemos visto en los ojos indios.



LA AMENAZA Un dirigente rural del ARI de Carriò amenaza con un alzamiento contra las retenciones, que llama saqueo


Juntos por el Cambio ya tiene planes para convertirse en oposición virulenta y esmerilar al Presidente electo Alberto Fernández, aún antes de que asuma. Se trata de la máscara Campo + Ciudad, donde militantes y funcionarios de la Alianza Juntos por el Cambio que en diferentes ciudades del país acompañaron a Macri en la denominada marcha del millón ahora se declaran en alerta ante una posible suba de las retenciones. “Se genera un movimiento que por ahí no tiene fin. Y eso es ser protagonista del cambio. Vamos a estar parados en una posición constructiva pero defendiendo los valores. Y no vamos a ceder un centímetro en eso”, explica el ministro de transporte Guillermo Dietrich en un video que se comparte en la cuenta de Facebook de Campo + Ciudad.
“No somos un partido político, así que no podemos atribuirnos el rol de oposición. Pero sí nos posicionamos como atentos observadores de cualquier gobierno. Especialmente de uno que, en el pasado, se caracterizó por la voracidad fiscal y el atropello a las libertades ciudadanas”, se presentan desde su cuenta en Twitter. Ahí señalan que: “C+C se formó de cara a la masiva marcha del #19O, con intención de nuclear a muchísimas personas que querían sumarse desde el interior, descentralizar la movilización, apoyar desde cada punto del país”. Habiendo perdido las elecciones, ese espacio se prepara para representar a su núcleo duro y para intentar sumar a sectores medios despolitizados.


Ayer sábado 23, en la ciudad de Córdoba, «productores agropecuarios y otros actores que integramos C+C nos reunimos en mesas de trabajo destinadas a generar propuestas y coordinar posturas de cara a los próximos cuatro años”. Asistieron unas 200 personas de todo el país, cuenta Sebastián Quiroga de Campo + Ciudad. Quiroga es vicepresidente de la Coalición Cívica ARI del Departamento San Javier- Córdoba.  La representación de Campo + Ciudad “no es sólo la franja amarilla del mapa (refiere a las provincias donde Juntos por el Cambio ganó), vino gente de otras provincia, como Salta, Jujuy, Formosa, Santiago del Estero, San Juan, La Pampa; Chaco; Misiones; Corrientes”, dice el organizador y difusor.

Sebastiàn Quiroga con Elisa Carrió.

“En lo particular estoy dentro del grupo porque por mi profesión me dedico a hacer marketing digital y aporté a la difusión de todos estos videos y toda esta movida para contactar gente en todo el país”, cuenta Sebastián Quiroga, que es licenciado en telecomunicaciones. Remarca que no es su militancia partidaria opositora la que lo hace estar en el grupo. Uno de los videos que se encargó de difundir desmiente eso mismo que se encarga de remarcar una y otra vez al expresar: “No somos oposición a nadie ya que no somos un partido político, ni enarbolamos banderas partidarias”.


Las imágenes que aparecen en el video son de algunos puntos de los más de 200 que hubo en todo el país donde la gente salió el 19 de octubre en apoyo a Macri. “Si te fijás, en ninguna está Macri como protagonista. Este video fue un poco en agradecimiento a todos aquellos que salieron hace un mes a las rutas y plazas”, explica Quiroga. Más que agradecimiento, el video busca marcarle la cancha al Presidente electo Alberto Fernández antes de su asunción. Sobre la participación de organizaciones agrarias en Campo + Ciudad, remarca que no hay “ninguna en particular, más allá de que muchos de los productores que están en toda esta movida pertenecen a asociaciones”.

Reproductor de audio

Deconstrucción

Para la socióloga María Pía López, lo que expresa el video es preocupante. La lucha articularía a las grandes ciudades adversas al peronismo o el actual Frente de Todos —por ejemplo Córdoba y la ciudad de Buenos Aires— en alianza con los sectores agropecuarios. “Cuando dicen Campo + Ciudad están tratando de forjar esa alianza que trasciende el interés sectorial inmediato, que es el que habían puesto en juego con las retenciones, y diciendo que esas retenciones pueden ser el punto de articulación con otros sectores que no sean afectados por ese sistema impositivo, como la población de las grandes ciudades”.
Un punto preocupante y perverso es para la ensayista que el video termine con la expresión Nunca Más, «que es la fundación misma de la transición democrática en  la Argentina. Sobre esa legitimidad de decir Nunca Más al terrorismo de Estado construimos acuerdos institucionales y políticas públicas. Que tomen ese Nunca Más para calificar como gesto autoritario el cobrar impuestos es muy grave”, señala. María Pía López recuerda que Macri, a través de la alianza Cambiemos, “ya intentó hacer esa operación diciendo que había que pasar del Nunca Más que habíamos construido en el ’83 al Nunca Más a la corrupción. Ahora aparece esta resignificación y son resignificaciones complejas, porque lo que están haciendo no es sólo por lo que afirman sino por lo que desplazan. Y lo que desplazan es el pacto democrático en Argentina”, concluye.
El 20 de noviembre se conmemoró el Día de la Soberanía Nacional. Aquel nacionalismo territorial expresado por Rosas junto a estancieros bonaerenses, frente a la invasión internacional de los ríos argentinos por parte de la escuadra de guerra anglo-francesa, podía ser anticolonialista y al mismo tiempo conservador. Años después, cuando el imperialismo británico se instaló con sus ferrocarriles, bancos y puertos, los estancieros de la Pampa húmeda abandonaron toda posición nacional porque sus privilegios los garantizó el imperio. Hoy ofrecen la identidad falsa Ciudad + Campo en nombre del país, estando en “alerta”, a lo que puede venir y llaman “saqueo”. La reconstrucción del país es con todos, como señaló Alberto Fernández, pero hay sectores que ya le están marcando la cancha para decirle que no quieren que sea con ellos.