viernes, 11 de noviembre de 2022

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Marcos Acuña: vida de Huevo

Pensó que de acá se iba a la mierda. Calle Bahía Blanca. El reloj marcaba las cinco de la mañana. Hasta en verano era de noche. Estaba a 1300 kilómetros de su casa. Paraba en una piecita. Caminaba hasta la estación Floresta. Un adolescente cargando la vida de un obrero. De ahí, hasta Primera Junta y al micro que salía desde Ferro. El último destino: el predio verdolaga de Pontevedra. Esa madrugada recordó a su mamá. Tenía una furia. Arribaba al Sarmiento y le afanaron. Por tercera vez, Buenos Aires le mostraba los dientes. El Huevo Acuña no abandonó. Nunca abandona.

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