- La revelación sobre la cercanía futbolística de varios de los funcionarios judiciales encargados de acusar y juzgar a CFK en la causa que investiga las obras de vialidad realizadas durante su gobierno excede los problemas meramente casuísticos vinculados a una eventual recusación listados en los códigos procesales. La información publicada, cuya repercusión debería contrastarse con la que tuvo la visita imaginaria del juez Sebastián Casanello a la Quinta de Olivos, da cuenta de algunos de los peores vicios de las cercanías y complicidades de esa corporación que expresa por sí sola gran parte de la Justicia Penal en el fuero Federal. La realización de los torneos en Los Abrojos, la propiedad de descanso de la familia Macri, confirma las sospechas no solo sobre la promiscuidad entre actores judiciales, políticos y de inteligencia durante el anterior gobierno sino la enorme despreocupación respecto de los resguardos formales vinculados al ocultamiento de esa información. No hace falta creer en la inocencia de Cristina Fernández de Kirchner -ni de ningun ciudadano- para denunciar la violación grosera de las garantías de imparcialidad y debido proceso judicial que la Constitución consagra desde hace más de un siglo y medio. A propósito de esos registros lúdicos, un pasaje del libro Macri de la colega de LN+ Laura Di Marco:
“Una curiosidad en la cartografía del nuevo poder: Los Abrojos, que siempre ostentó el cetro simbólico de tener la mejor cancha de césped del país, es el corazón de la intimidad presidencial. Los funcionarios que juegan al fútbol semanalmente los miércoles por la noche — en torneos domésticos de Casa Rosada, que organiza el vocero Iván Pavlovsky — no lo hacen en la quinta presidencial sino en Olivos. Ser invitado a “San Miguel”, como dicen los Macri, implica un nivel de proximidad de la que no goza cualquier ministro. Entre esos privilegiados, por ejemplo, pueden estar, entre otros, Nicky Caputo, María Eugenia Vidal, Michetti, Peña o el gurú ecuatoriano”.
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