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1. Estaba solo. Sentado en un banco del Jardín Botánico. En camisa, con el saco en la mano. La mirada perdida en el cielo gris, que apenas dejaba filtrar unos rayos tibios de sol. En silencio. No había, a su alrededor, más que algunos gatos perezosos y el regular murmullo de los pájaros. Solo. La mirada perdida. El rostro marcado por la tristeza. Era a finales de 1976, cuando un amigo reconoció a Rodolfo Walsh sentado en un banco del Jardín Botánico. Había pasado lo de Paco. Había pasado lo de Vicky. Quizá, también, lo de Pablo y Mariana. Rodolfo Walsh estaba encerrado en su laberinto interior, de cara al cielo, cuando un amigo lo vio mal, "con una cara un poco desencajada", diría después. Quiso acercarse, hablar con él, pensó en caminar hasta la esquina y meterse al Botánico por Malabia. Pero no se animó. "Me arrepentí. Me dio miedo", contó, años después. No eran tiempos sencillos aquellos, cuando los encuentros casuales en una esquina podían resultar peligrosos.(1)
Rodolfo se quedó solo. Con el gris marcado en los ojos, buscando un resquicio de sol entre tantos nubarrones.
2. Las primeras semanas después del golpe habían sido devastadoras para la organización. El cerco se estrechaba desde el interior hacia Buenos Aires, y la garra criminal de los militares parecía capaz de aniquilar cualquier estructura clandestina. Un día uno, al día después otro, los compañeros faltaban a las citas, se ausentaban de las reuniones, se esfumaban sin dejar rastro. Las caídas se sucedían y no había respuestas. La efectividad de los grupos de tareas en su faena asesina no dejaba célula de pie. Para octubre de 1976, el Consejo Ejecutivo Nacional de Montoneros había girado un extenso informe sobre resoluciones tácticas y estratégicas a cumplir por la militancia en sus frentes de trabajo.
En el detallado documento, se destacaba el fracaso del gobierno militar en su intento de apertura hacia los partidos políticos, la profundización de contradicciones internas en el seno de las Fuerzas Armadas y la carencia de reservas estratégicas del enemigo para persistir con la represión contra las masas y su vanguardia.
Sin embargo, y a pesar del diagnóstico optimista con respecto al desarrollo de una dictadura que contaba con la iniciativa táctica y un "claro avance militar" sobre las fuerzas propias, la conducción montonera aprovechó el informe para admitir problemas y fallas a nivel político y militar. "Las insuficiencias en la política de poder para las masas, el déficit de propaganda, el aparatismo, el militarismo y el internismo nos han impedido capitalizar hasta el momento, la hostilidad popular hacia la dictadura para convertirla en acumulación de fuerzas", señalan como eje de la autocrítica. Un elemento recorre y se repite en cada página del informe: el "internismo". La conducción evidencia en este aspecto una clave de la situación actual de sus fuerzas, a la vez que se hace eco y responde propuestas y críticas deslizadas por un sector de la organización. La Columna Norte, más precisamente, había insistido en su idea de descentralizar la organización y distribuir las finanzas en cada regional, para intentar preservar a los cuadros ligados a la militancia de base; aquellos más expuestos ante la represión. La respuesta fue exactamente lo inverso: centralizar aún mas el mando sin otorgar autonomía táctica y personificar la conducción a nivel popular bajo la consigna: "Firmenich conduce la resistencia". Asimismo, también desaconsejaba suponer que el aparato partidario era "un espacio seguro para el repliegue del conjunto de las fuerzas propias" y recomendó para la preservación de la militancia "la mimetización en los niveles sociales más numerosos". La propuesta era confundirse con la población a través de un mecanismo sencillo: "La pregunta que debemos formularnos para resolver cada uno de estos problemas es: '¿Cómo resolvería un obrero común esta situación?'..."
Este informe es el que provocaría la respuesta por escrito de Rodolfo Walsh (entonces Oficial 2° y encargado de tareas en Prensa e Inteligencia en Montoneros), a partir de la discusión en su ámbito de militancia. Fueron, en total, cinco documentos críticos enviados a la conducción nacional, con una distancia de seis semanas entre el primero de ellos, fechado el 23 de noviembre de 1976; y el último, del 5 de enero de 1977. A lo largo de esas seis semanas, los informes que después recibirían el nombre de Los papeles de Walsh, van agudizando la crítica desde resoluciones tácticas particulares y el señalamiento de diferencias con respecto a ciertas visiones estratégicas, hasta plantear de forma concreta una línea alternativa a nivel político para preservar a la militancia; además de proponer cambios en la estructura interna de la organización con el objetivo de evitar el aniquilamiento y buscar las raíces de los problemas que determinaron una lectura equivocada de la realidad por parte de la conducción. Si el primero de los documentos se plantea como un aporte a la discusión en el ámbito partidario, en el último se especifica que las divergencias y las dudas manifestadas no deben entenderse "como una forma de cuestionamiento, sino de diálogo interno".
¿Se tratan, en definitiva, de documentos de ruptura? ¿Supo interpretar Walsh la opinión y el sentir de una porción importante de la militancia de base montonera? ¿Los papeles de Walsh constituyen un esbozo de plan alternativo del escritor, más allá de cuestiones tácticas; en oposición a la estrategia de la conducción nacional? ¿Generaron estas críticas el debate interno que pretendía provocar entre los militantes de la organización? ¿Respondió la conducción a las críticas allí expuestas? Esos han sido, a lo largo de décadas, algunos de los interrogantes que generó Rodolfo Walsh con sus aportes críticos en tiempos de un cerco criminal que se estrechaba cada día un poco más. Su validez, en todo caso y como primer aspecto a resaltar, no radica en la exactitud o no de su caracterización de la etapa o en la eficacia (incomprobable, por otro lado) de sus propuestas concretas para preservar a los cuadros; sino en la valentía y la coherencia de intentar ofrecer otra opción. De frente a una catástrofe a nivel nacional (y también personal), Walsh intentó "politizar" sus diferencias con muchas decisiones tomadas por la conducción y provocar un debate en tiempos en que cualquier diferencia era señalada como desviación; toda crítica, una tendencia a priorizar el "internismo" y cualquier duda, como signo inequívoco de debilidad ideológica.
3. En la primera de las críticas al informe de la conducción, Walsh reconoce coincidencias parciales con las rectificaciones allí expuestas, señala aciertos en algunos planteos y lo considera "un avance significativo para el conjunto". También deja entrever su optimismo con respecto a las perspectivas de la lucha contra la dictadura: "Si corregimos nuestros errores volveremos a convertirnos en una alternativa de poder".
Sin embargo, ya en el inicio de sus observaciones, especifica que las rectificaciones "son solo parciales" y que corresponde ahora "una autocrítica profunda sobre los errores que nos condujeron a la actual situación". A partir de entonces, Walsh señala como primer punto, evitar confundir la situación política de entonces con una guerra colonial, como las desarrolladas por chinos o vietnamitas, donde la unidad del pueblo con su vanguardia surge de hecho, ante la amenaza del invasor externo: "Nosotros en cambio tenemos que empezar por ganar la representación de nuestro pueblo a partir de los elementos con que contamos".
En segundo lugar, señala como falencia de la organización la decisión de abandonar la lucha interna dentro del peronismo para priorizar la estrategia militar por encima de la política y para dedicar la atención "a profundizar acuerdos ideológicos con la ultraizquierda"...
La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº65-Diciembre 2007
https://revistasudestada.com.ar/edicion/86/numero-65/index.html
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