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12/09/2021 Hoy son las PASO de 2021. Será una elección extraña aun en un país acostumbrado a las elecciones extrañas. Luego de un año y medio de pandemia, luego de la campaña más bizarra de la que al menos yo tenga memoria. Una campaña sin actos masivos, con las figuras políticas hablando con barbijo y sentadas en taburetes con distanciamiento social. Una campaña signada por la discusión de temas francamente insólitos (¡El uso de la palabra “garchar”! ¡La astrología! ¡Las canciones de La Renga! ¡Si hay que lamer el sobre para cerrarlo!) cuando no irritantes, que generan indignaciones tan intensas como efímeras. ¿Por qué votamos, entonces? ¿Vale la pena ir a votar? ¿Servirá para algo? No hay que dejarse engañar por el ruido y la furia de las palabras que se escuchan en los medios masivos de comunicación. No es cierto que en esta campaña no se discute nada con sustancia: al contrario, nunca estuvieron tan claros (tan “polarizados”) los dos perfiles ideológicos, programáticos, de visiones del país y el mundo, que se ponen en juego como hoy. Varios hemos escrito sobre la rebipartidización de la política argentina; o, mejor dicho, la bicoalicionalización de la Argentina. No voy a repetir los argumentos, solo que está claro que la mayoría del espacio político está ocupado por Juntos por el Cambio por un lado y el Frente de Todos por el otro. Uno podría decir que se trata de un regreso al viejo bipartidismo PJ-UCR, y, si bien es cierto que hay paralelos con el viejo bipartidismo en términos geográficos y de clase, creo que existen diferencias relevantes. Mi intuición (que es una hipótesis, lo reconozco, pero no totalmente incomprobada) es que estas dos coaliciones están más diferenciadas ideológicamente entre sí de lo que estaban los viejos partidos movimientistas del siglo XX. Eran partidos amplios, que se disputaban sectores de las clases medias que se solapaban, con raíces en populismos inclusivos, con sectores progresistas y dirigentes a veces profundamente conservadores. Justamente, la característica fundamental del movimientismo del peronismo y el radicalismo clásicos es que no podía hablarse de que uno fuera “de izquierda” y el otro “de derecha”, sino que cada uno de ellos contenían facciones más a la izquierda y más a la derecha. Esto queda reflejado, por ejemplo, en el libro Latin American Party Systems, compilado por Kitschelt y coautores y que muestra datos de la década del noventa. Uno de los hallazgos más interesantes de ese libro es que cuando preguntaron por temas como apoyo a la legalización del aborto a legisladores del PJ y la UCR encontraron que en ambos partidos existían grupos a favor y grupos en contra de legalizar. Esta situación no se daba en otros países de la región, en donde en general un partido concentraba el sí y otro el no. Hoy existen datos que parecerían señalar que las dos coaliciones son ideológicamente más heterogéneas entre sí, y cada una es más homogénea en términos programáticos. Con mi colega y amigo Ignacio Ramírez hemos terminado un capítulo sobre la polarización política argentina para un libro que saldrá publicado dentro de poco; uno de los datos citados allí sale de un estudio realizado por Gabriel Vommaro sobre legisladores porteños del PRO y el FpV, publicado en el libro Las elites políticas en el Sur, compilado por él y Marina Gené. Vommaro halla que los legisladores porteños del PRO y del FpV tienden a estar en desacuerdo en todos los aspectos del debate público: sobre derechos humanos, sobre los roles del Estado-Mercado, sobre la represión a la protesta social. Los dirigentes de cada espacio están ubicados en espacios ideológicos más estrechos y homogéneos que hace treinta años. Por supuesto, es cierto que sigue habiendo variaciones dentro de las coaliciones. Es cierto que el FdT no es una coalición de partidos a los cuales podría llamarse “de izquierda” en sentido clásico. Para continuar con el caso del aborto, es cierto que muchos senadores del PJ votaron en contra de la legalización del aborto, y que su jefe de bloque, José Mayans, dio un dicurso francamente reaccionario en ese debate. También es cierto que los senadores radicales de la Capital Federal votaron a favor, y fueron clave en la sanción. Sin embargo, también es cierto que el FdT aportó la mayoría de los votos a favor de la IVE, y que la mayoría de los legisladores de JxC votó en contra. Dos últimos puntos que sostienen la hipótesis de la homogeneización ideológica de los partidos. El primero es que Juntos por el Cambio hizo una campaña signada por la presencia de Mauricio Macri y por el temor a perder votos por derecha. Desde la decisión de plantear la eliminación de las indemnizaciones en el último día antes de la veda, pasando por el acto de cierre con Rodríguez Larreta copiando la estética de las gorras rojas del trumpismo, y el uso de #BASTA como slogan final, se trató de una campaña que decidió en qué andarivel quería correr. Podría haber optado por hacer un “cordón sanitario” con los que los corrían por derecha, como hizo por ejemplo la Democracia Alemana de Merkel con sus competidores de ultraderecha; decidió en cambio que debía pujar por esos votos. El segundo punto es la presencia de la “nueva-nueva-nueva derecha”, cuyo candidato respondió en televisión a la simple pregunta de “¿creés en la democracia?'' no con un igualmente simple “sí” sino con la frase “¿conocés el teorema de Tarrow?”. Esto tiene efectos sistémicos: lo que aparece “por afuera” de las grandes coaliciones no es una ancha avenida del medio, sino un agujero negro que “tira” a la derecha aún más hacia la derecha. ¿Por qué votamos, entonces? ¿Vale la pena ir a votar? ¿Servirá para algo? No puedo responder por otras personas. Sólo sé que hoy yo agarraré mi barbijo N95, mi DNI, mi propia lapicera, mis auriculares para poder escuchar música en la cola todo el tiempo que haga falta, e iré, otra vez, a poner mi voto dentro de una urna. María Esperanza PD: Si te gustan las producciones de Cenital, podés hacer un aporte para seguir leyéndonos. | |||
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