Este jueves, en coincidencia con el inicio del encuentro del G20 sobre clima, medioambiente y clima, el movimiento cívico y social Avaaz lanzará una campaña en las calles de Nápoles, en las redes sociales y en el diario Financial Times, llamando a los países ricos del G20 a reconocer su deuda ecológica y a comprometer financiamiento concreto en las acciones para mitigar el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad.

En el Financial Times, Avaaz publicará una solicitada con el título: “La gente tiene hambre de esperanza” en la que se destaca a cinco de los líderes ambientales del G20, entre ellos el ministro Juan Cabandie, como los dirigentes que tienen la posibilidad de destrabar las negociaciones internacionales sobre medio ambiente.

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“Cada vez es más claro que proteger el ambiente es la única salida para estabilizar nuestras economías, idea que ha sido reconocida por los ministros de Finanzas del G20, al indicar que siguen siendo prioridades urgentes, ahora toca que los ministros de medioambiente hagan lo propio” explicó Oscar Soria, director de campañas de Avaaz.

La solicitada Avaaz es parte de una campaña que se lanzará en Nápoles en el marco de la Reunión de ministros de medioambiente del G20. Es en ese marco que se pide a los cinco ministros que impulsen un acuerdo para que las naciones asistentes envíen un mensaje contundente en el que todos los países y mercados que las 20 economías más grandes del mundo se comprometan para lograr un cambio sistémico que permita la recuperación justa y ecológica para el mundo.

El presidente de la 26a Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el brítánico Alok Sharma tiene un poderoso menú de opciones donde el 50 por ciento de la financiación climática se dirija rápidamente para atender la adaptación climática ya que los impactos climáticos se han vuelto cada vez más severos, no sólo en los países en desarrollo, sino también aquí en Europa.

John Kerry, enviado presidencial especial de Estados Unidos para el Clima, debe restaurar la credibilidad climática de su país con acciones concretas para que países como China dejen las excusas y tomen acciones. Esto incluye entregar urgentemente los 100 mil millones de dólares en financiamiento climático que prometió Estados Unidos. Y también debe poner toda su influencia para forzar una reforma financiera para que el dinero destinado al pago de la deuda soberana se oriente ahora a pagar la deuda ecológica, atendiendo especialmente a las crisis gemelas del cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

Las naciones en desarrollo no deberían quedarse esperando. Según Avaaz, deberían presentar propuestas en la mesa para cambiar las reglas que generan inequidad e incentivos destructivos para el medio ambiente. Juan Cabandie de Argentina y Barbara Creecy de Sudáfrica son vistos no sólo como defensores de los derechos humanos, sino como potenciales interlocutores del Sur Global para presentar una visión en el que las recuperaciones económicas, sociales y ecológicas vayan de la mano: “La Argentina y Sudáfrica tienen la oportunidad, y la responsabilidad, de liderar el llamado del Sur Global para reconocer la deuda ecológica contraída por los países ricos, y reorientar las finanzas de la deuda soberana hacia una recuperación justa y verde para los países en desarrollo”, dijo Soria.

Por último, el anfitrión de la cumbre, el ministro italiano de transición ecológica, Roberto Cingolani, tiene la oportunidad y la responsabilidad de guiar a todos los ministros del G20 para que acuerden una declaración política sólida que muestre al mundo que hay un camino hacia una eliminación gradual de los subsidios que dañan nuestro clima y biodiversidad.

“El mundo enfrenta una crisis climática sin precedentes: graves inundaciones en el norte y temperaturas a la alza que incrementan los incendios forestales en diversas latitudes. Hoy en Argentina, el río Paraná registra la mayor bajada en los últimos 70 años, que trae consigo sequías y otras afectaciones para las poblaciones que dependen de este afluente”, dijo el dirigente de Avaaz.

El G20 es un importante impulsor de la destrucción de la biodiversidad: representan las cuatro quintas partes de las emisiones mundiales; el gasto público en subsidios perjudiciales para la el medio ambiente fue al menos cinco veces mayor que el gasto total para proteger los ecosistemas; estos 20 países deben redoblar esfuerzos inmediatos de movilización coordinada para cerrar la brecha hacia los 1,5°C de calentamiento global entre ahora y la Cumbre climática de Glasgow.