martes, 2 de abril de 2019

LA PROSCRIPCIÓN DEL PERONISMO: UN ANÁLISIS DESDE EL PENSAMIENTO DE JOHN WILLIAM COOKE



Por Laura Mabel Zang
Con la desestabilización del orden constitucional a través del golpe de Estado de 1955 se produjo el derrocamiento del gobierno de Perón. La extrema derecha, las Fuerzas Armadas y el catolicismo intransigente (Ranalletti, 2009), aliados inconfundibles, creyeron que el problema que representó el peronismo había concluido. Sin embargo, muerto el perro la rabia no había terminado, pues aun en la proscripción y sin posibilidad de presentarse en las elecciones presidenciales de 1958, el peronismo siguió aglutinando a la mayor parte del sector obrero de la sociedad. Sin embargo, el “falso dilema” peronismo-antiperonismo no fue entre partidos políticos sino entre sectores sociales: “con la supresión del peronismo se liquida la voz de las fuerzas del proletariado y demás sectores populares” (Cooke, 1968: 5).
El período abordado en este escrito abarca desde la proscripción del peronismo después de 1955 hasta su retorno para las elecciones democráticas de 1973. La lectura de la correspondencia entre Perón y Cooke, los artículos de la revista De Frente dirigida por Cooke y sus posteriores escritos no sólo representan exponentes de la particular situación política por la que estaba atravesando Argentina en la segunda mitad del siglo XX, sino que además constituyen un reflejo de la trayectoria y del desarrollo del pensamiento político del mismo Cooke como defensor de una posición tercerista por un lado y ligada al comunismo tras su permanencia en la Cuba de Fidel Castro, por el otro.
Durante esos años se produjeron una serie de sucesos que posibilitaron paulatinamente la reorientación de un sector del peronismo hacia la derecha. Fueron manifestaciones de ello el pacto Perón-Frondizi, la alternancia de gobiernos civiles y militares, y el deterioro de los niveles de vida de los sectores bajos, pero sobre todo de la clase media durante la Revolución Argentina.
Pacto Perón-Frondizi
Para 1957 Perón era muy consciente de que las fuerzas armadas no renegaron de la democracia sino de las prácticas democráticas, y que ellas “se han convertido en un instrumento de control de la autoridad civil, pero no al servicio del país y de sus instituciones, sino en beneficio de los intereses foráneos y de los monopolios imperialistas” (en Cooke, 1973: 97). Los frondicistas, que no lograron desplazar a la Unción Cívica Radical del Pueblo como principal fuerza reaccionaria frente al peronismo, siguieron distintas técnicas donde exaltaron el “frente nacional y popular” para lograr la obtención de los votos de las masas peronistas y conformarse, de ese modo, en un tercera posición con la confluencia de los votos sobrantes de ambos bandos: el peronista y el antiperonista. De esa manera, los sectores populares no podían más que votar por las opciones que se imponían, pese a que no guardaba muchas diferencias unas con otras (Cooke, 1973).
La consumación del Pacto entre Frondizi y Perón[1] permitió que en febrero de 1958 Arturo Frondizi ganara las elecciones presidenciales con una mayoría de votos peronistas. En él, a cambio del apoyo peronista a su candidatura, Frondizi prometió la vigencia de la Constitución de 1949, la elevación de los niveles de vida de los sectores populares y el reconocimiento de la Personería Jurídica del Partido Peronista con el consiguiente levantamiento de la proscripción. Sin embargo, luego de su asunción desconoció las tratativas acordadas y adoptó una posición de respeto al orden como barrera contra los desmanes de los gorilas, pero también como un freno a las masas. Ya con anterioridad, Cooke había advertido esta “falta de carácter” de Frondizi, identificándolo como quien siempre trató de “no decir nada que pueda indisponerlo con los peronistas (…) ni con el gobierno” (en Duhalde, 2008: 52).
Tras las elecciones presidenciales, Cooke y su esposa, Alicia Eguren, fueron detenidos, acusados de ser artífices de un plan subversivo que se desarrollaba en Montevideo. A esta primera “traición” del gobierno de Frondizi sucedieron otras, y el 18 de Junio de 1958 en el diario Línea Dura Cooke puso en claro cuál era la posición del Peronismo: “tal como acaba de decirlo nuestro Líder, apoyará todo lo que sea de beneficio popular, pero se opondrá con todas sus fuerzas lo que represente el interés de la explotación y la injusticia. Para eso, lo mismo está en condiciones de enfrentar a gobiernos vacilantes que a supergobiernos histéricos” (en Duhalde, 2010: 15).
Ante este contexto y sumado a la vinculación con las políticas colonialistas del FMI, los gobiernos de Frondizi y de Illia –a pesar de ser los únicos gobiernos civiles con que contó la Argentina en 18 años de dictaduras militares– no lograron afianzarse políticamente y la proscripción del peronismo aumentó esta situación por restarle legitimidad a sus gobiernos.
La “derechización” de un sector del peronismo y la radicalización del peronismo de izquierda
Los gobiernos de Lonardi, Aramburu, Frondizi, Guido e Illia[2] fueron un complemento para la destrucción de los niveles de vida de los sectores populares al desatar el proceso inflacionario, a la vez que fueron antinacionales y proimperiales, pues se convirtieron en los artífices del endeudamiento externo y del sometimiento al FMI.[3] Esta tendencia de vinculación hacia el imperialismo y la consiguiente dependencia se agudizó durante la “Revolución Argentina”, ampliándose el proceso inflacionario que alcanzó a los sectores medios de la sociedad. Con la represión de la política económica del gobierno militar y el decaimiento de los niveles de vida de los sectores medios de la población, muchos de los jóvenes pertenecientes a la pequeña burguesía ingresaron a las filas del peronismo como oposición a Onganía. Sin embargo, este sector, que durante décadas estuvo vinculado a la oligarquía ganadera como “masa de maniobra” y que mayoritariamente continuó con estudios en las universidades apoyadas por el régimen oligárquico, fue abierto defensor del liberalismo y crítico del marxismo. En 1945 la oligarquía terrateniente agrupada en el nacionalismo de derecha pudo ser considerada nacionalista aunque de contenido antipopular. Sin embargo, más tarde, ya ni siquiera pudo considerársela nacionalista, porque su vinculación con el FMI y las políticas imperialistas desvirtuaban esa posibilidad. Para Cooke, las falacias de las políticas desarrollistas y la implementación del Plan Prebisch[4] con la consiguiente desindustrialización del país fueron ejemplos de esto.
Durante su estadía en Cuba, Cooke abandonó la posición tercerista que había impulsado hasta entonces y comenzó no solo a aceptar, sino también a defender la revolución comunista y su contribución en los procesos de liberación nacional en América Latina como mecanismo de oposición a los países imperialistas –Estados Unidos, principalmente. La posición tercerista “sigue siendo válida como política internacional de no alinearse en los bloques en pugna. Pero cuando la quieren trasladar al campo económico social como una posición que ni es capitalista ni es socialista, entonces queda colgada en el aire, al margen de la historia” (en Duhalde, 2008: 512).
En una de las cartas (18-10-1962) enviadas a Perón en Madrid, Cooke recordaba que “Cuba es el único país de América donde al peronismo se lo respetó y no sufre de propaganda en contra”. Defendió abiertamente el comunismo y sugirió a Perón que cambie su residencia de España a Cuba por invitación de Fidel, para evitar confusiones entre los aliados que desconfiaban de la estadía del General en Madrid. El desplazamiento no sería fácil –decía Cooke al General–, pero “nadie sabe cuáles fueron los motivos determinantes, pero sí saben que los cuatro lugares de su exilio fueron Estados que la gente identifica con sistemas antipopulares y proyanquis hasta el incondicionalismo. (…) Pero España (…) arroja sobre Usted sombras que dan una visión falsa a quien no lo conoce. (…) Objetivamente se crea para los extraños una dicotomía de los que Usted representa para su pueblo y esa falsa ubicación producida por el hecho físico de su presencia en un lugar con el cual la propaganda de los imperialismos lo vinculó arbitrariamente” (carta del 24-7-1961). Perón consideró, sin embargo, que las condiciones no estaban dadas para su traslado a Cuba y que ello era prematuro. Para Alicia Eguren, la planeada residencia de Perón en Cuba –casi concretada en 1962– “hubiera cambiado la historia del Continente. El gran gigante invertebrado miope hubiera desarrollado, a partir de una clara decisión de su dirección, todas sus potencias revolucionarias” (en Duhalde, 2008: 17).
En este período, la frecuencia de los contactos entre los jefes militares y los dirigentes burocráticos del peronismo fueron explicados, según Cooke, por la conjunción de dos fenómenos: en primer lugar, debido al deterioro del régimen de la burguesía argentina con el debilitamiento de las formas tradicionales de unificación de los intereses de los sectores dominantes; en segundo lugar, por las fallas internas del peronismo que, ante la falta de una teoría revolucionaria y una política de poder, se fue burocratizando.[5] Como consecuencia, el enfrentamiento al régimen dejó de ser global y se identificó más con la derecha, hasta el punto de negar el pensamiento revolucionario que otrora lo había caracterizado (Cooke, 1973: 19). La misma generación sindical de la resistencia se había convertido en muchos casos en una conducción burocrática que se acercó a los sectores de la burguesía y que concilió con los empresarios, e incluso planteó un acercamiento con los militares. Sin embargo, estos burócratas vieron en el regreso de Perón, no la posibilidad de expansión de la revolución nacional, sino lo contrario: la ilusión de un Perón restaurador del orden alterado por los sectores de la izquierda peronista, un Perón que fuera un freno al fervor revolucionario de las masas populares, un Perón sin la masa trabajadora, “con Isabel y sin el recuerdo subversivo de Evita, con Juventud Sindical y sin Juventud Peronista, con la astrología de López Rega y sin la influencia ideológica de Cooke” (Galasso, 2010: 73).
Sobre el retorno de Perón a la Argentina: en una carta escrita por Cooke a Perón desde Buenos Aires, el 11 de Agosto de 1964, no dejó dudas acerca del regreso del General al país y la importancia que tal acontecimiento suscitaría para recobrar la era de la libertad, no solo para la Argentina, sino para hacerla extensible a América Latina. En la misma correspondencia Cooke reivindicó el histórico papel de los dirigentes obreros en el apoyo al peronismo, en contraposición con la perspectiva sostenida por la burocracia “que hace meses que anda repitiendo que ‘Perón vuelve’ pero no ha pensado en hacer nada para facilitar este regreso”, mientras que “entre los dirigentes obreros hay compañeros que tienen probada su eficiencia, su valentía, su capacidad de lucha. Ellos se jugarán a su lado, como en todos los momentos decisivos. A ellos deseamos que usted escuche y con ellos haga los planes para el regreso” (en Duhalde, 2008: 582). En este sentido, Cooke planteó como necesidad del peronismo la depuración del movimiento y la tarea de desembarazarse de los sectores de la burguesía, eclesiásticos y militares, ya que nada aportaban al programa revolucionario de la masa obrera. Perón respondió a esta inquietud dirigiendo una carta (25-8-1964) a Cooke, donde consideró que era necesario mantener la unidad del Movimiento a toda costa, pues la tarea no era la de purificar sino otra, y solamente el tiempo conseguiría la depuración.
Hacia 1971, el retorno de Perón al gobierno del país era considerado inconcebible por medios democráticos, pues “nuestra experiencia también nos indica que este continuo juego de elecciones fraudulentas seguidas de golpes gorilas sólo tiene un perjudicado: el sistema, porque lo desgasta”. La toma de poder por medio de la participación no puede ser –según Montoneros– por la vía de las urnas, “porque inexorablemente la conseguiremos, pero irremediablemente la perderemos” (Baschetti, 1971: 127), siendo la vía armada la única forma de obtener el poder.
En este contexto, en 1974, ante la radicalización del ala izquierda del peronismo, Perón sostuvo que “cuando se hacen dos bandos peronistas, yo hago el ‘Padre Eterno’: los tengo que arreglar a los dos. Yo no puedo meterme a favor de uno o de otro, aunque alguien tenga la razón. A mí solamente me interesa que no se dividan” (en Galasso, 2006: 164). De este modo, ante la constitución de la Triple A, Perón buscó el apoyo de la derecha del movimiento y pretendió poner límites al sector más radical del peronismo de izquierda (Jozami, 2009: 119). Esta situación puso en dudas que el tercer gobierno de Perón retornase a las bases sociales de su movimiento.
Consideraciones finales
En 1955, en una carta escrita a su madre, Ernesto “Che” Guevara manifestó que la caída de Perón lo amargó profundamente por el significado que tenía para América Latina, pues “la Argentina era el paladín de todos los que pensamos que el enemigo está en el norte” (Galasso, 2006: 168). Es decir, el carácter “nacional” del gobierno de Perón no sólo tenía significación para las masas obreras al interior de las fronteras del país, sino que era extensible a América Latina en cuanto su manifestación de lucha antiimperialista.
En la Argentina en 1945 el nacionalismo de derecha –en la visión de Cooke– pudo haber sido nacionalista pero de contenido antipopular, y después ya no fue ni siquiera nacionalista, mientras que el peronismo fue nacionalista con base popular y obrerista. El nacionalismo auténtico –sostiene Cooke (Che, 22-8-1961)– es aquel que lucha por la liberación de los yugos de la servidumbre y, por ende, “la liberación de la patria y la revolución social son una misma cosa, de la misma manera que semicolonia y oligarquía son también lo mismo” (en Duhalde, 2010: 19).
Entre 1955 y 1973, las políticas económicas y sociales, con abierta vinculación con el capital extranjero y el imperialismo, implementadas tanto por los gobiernos civiles como por los militares, reforzaron la predisposición de John William Cooke a seguir fiel al peronismo, aún cuando éste se hallaba proscripto.
Bibliografía
Baschetti R (1995): De la guerrilla peronista al gobierno popular. Documentos 1970-1973. Buenos Aires, de la Campana.
Cooke JW (1973): Apuntes para la militancia. Buenos Aires, Schapire.
Cooke JW (1973): Peronismo y Revolución. El Peronismo y el golpe de Estado, Informe a las bases. Buenos Aires, Granica.
Cueva A (1974): El desarrollo del capitalismo en América Latina. Lima, Siglo Veintiuno.
Duhalde EL (2010): John William Cooke. Artículos periodísticos, reportajes, cartas y documentos (1947-1959). Buenos Aires, Colihue.
Duhalde EL (2008): Correspondencia Perón-Cooke. Buenos Aires, Colihue.
Ferrer A (1963): La economía argentina. Etapas de su desarrollo y problemas actuales. México, Fondo de Cultura Económica.
Galasso N (2007): Aportes Críticos a la historia de la izquierda Argentina. Buenos Aires, Nuevos Tiempos.
Galasso N (2005): Cooke, de Perón al Che. Buenos Aires, Nuevos Tiempos.
Galasso N (2005): “Cooke, John William (1919-1968)”. En Los Malditos. Hombres y mujeres excluidos de la historia oficial de los argentinos. Tomo II. Buenos Aires, Madres de Plaza de Mayo.
Galasso N (2006): La larga lucha de los Argentinos y cómo la cuentan las diversas corrientes historiográficas. Buenos Aires, Pensamiento Nacional.
Galasso N (2010): ¿Qué es el Socialismo Nacional? Rosario, Germinal.
Jozami E (2009): Dilemas del Peronismo. Ideología, historia política y Kirchnerismo. Buenos Aires, Norma.
Mazzeo M (2000): John William Cooke: textos traspapelados (1957-1961). Buenos Aire, La Rosa Blindada.
Ramos JA (1962): El Partido comunista en la política Argentina. Buenos Aires, Coyoacán.
Ranalletti M (2009): “Contrainsurgencia, catolicismo intransigente y extremismo de derecha en la formación militar argentina. Influencias francesas en los orígenes del terrorismo de Estado (1955-1976)”. En Terrorismo de Estado y genocidio en América Latina. Buenos Aires, Prometeo.
Rosa JM (1993): Historia Argentina. Tomos XIII, XIV y XVII. Buenos Aires, Oriente.
Scalabrini Ortiz R (1940 [2001]): Política británica en el Río de la Plata. Buenos Aires, Plus Ultra-Clarín.
[1] Cooke se convirtió en el artífice del Pacto Perón-Frondizi como única alternativa de levantamiento de la proscripción del Partido Peronista para las siguientes elecciones y en reconocimiento de los alcances de la Constitución de 1949.
[2] La cuestión de Illia puede ser discutible, pues si bien puede ser considerado como proimperialista, muchas de sus acciones políticas difirieron de este sentido. El mismo Cooke remarcó esta situación pues, mientras las fuerzas armadas querían apoyar a las tropas norteamericanas en la ocupación de la República Dominicana, Illia se negó a la posible creación de tropas de la “Fuerza Interamericana de Paz” para el resguardo de los intereses norteamericanos en América Latina; o en el problema limítrofe con Chile, las fuerzas armadas querían un enfrentamiento armado, mientras que Illia no mostraba igual entusiasmo.
[3] Según Cooke, cuando se ratifican los acuerdos de Bretton Woods y la incorporación al FMI, se dio otro paso hacia la recolonización del país.
[4] La desaprobación de la implementación del Plan Prebisch encontró respaldo en Arturo Jauretche, pues significó el traspaso de la riqueza nacional y la renta de la tierra para las potencias de ultramar. Sostuvo Jauretche que, mientras que las exportaciones aumentaban los costos, la riqueza nacional bajaba, “lo que aprovechará el consumidor inglés para ensanchar su cinturón a medida que nosotros lo vayamos achicando. La mayor parte de nuestra industria no tardará en entrar en liquidación” (Galasso, 2006: 172).
[5] Según Cooke, el burócrata “es un estilo en el ejercicio de las funciones”: opera con los mismos valores que sus oponentes, negando la teoría de la revolución. Esto último no es una excluyente determinante, pues muchos burócratas son buenos teóricos revolucionarios, pero esta teoría no encuentra un complemento en la práctica (Cooke, 1973: 20). La “dirección burocrática” según Cooke opera con los mismos valores y preconceptos con los que opera el régimen con el que el peronismo revolucionario está enfrentado (Cooke, 1968: 9).



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