“Lo que estamos viviendo es el momento más oscuro. Es como si fuéramos en un túnel. Lo elegimos al túnel. Dijimos este no, este no, este. Nos metimos pensando que realmente por este vamos a llegar al camino que queremos llegar. Resulta que vamos en el túnel y negro, negro, todo oscuro, te empieza a agarrar la claustrofobia, te empezás a preguntar che pero iremos bien, no iremos bien. Este es ese momento”, decía Gabriela Michetti el 5 de junio de 2016, aunque bien podría haberlo dicho ayer. Es una descripción de la realidad actual. Se atraviesa el momento más oscuro. La Argentina está en un túnel. Pero la Argentina no se metió por accidente sino que el Gobierno eligió ese camino, el del túnel. Y resulta que todo es negro, negro, da claustrofobia. A pesar de tantas evidencias de que el túnel no lleva a ningún lado, el presidente Mauricio Macri sigue diciendo que es por acá y pide aguantar. Es lo que conversó con la vecina a la que le contó las últimas medidas, sin animarse a enfrentar a la ciudadanía que esperaba la palabra del Presidente en momentos críticos. La percepción mayoritaria de trabajadores, empresarios y jubilados es que el camino del túnel es un fracaso. También lo creen los especuladores financieros que le sacaron el jugo al modelo todos estos años. Lo reflejan el riesgo país record en 854 puntos y el revoloteo otra vez de los fondos buitre. La confianza está por el suelo. Lo reconocen y se alarman economistas M y medios ultra M, antes impenetrables a cualquier otra agenda que no fuera Cristina Kirchner. El derrumbe de Cambiemos lo reflejó la revista Forbes en tono de catástrofe, anticipando otro default de la Argentina. En ese escenario de máxima tensión, pérdida de confianza generalizada, una inflación que se acelera y la dolarización que no afloja, todavía hay que esperar dos meses para conocer a los candidatos para las elecciones de octubre. Si lo que se vive ahora es tan grave, la mala noticia es que lo peor en materia de demanda de dólares se espera que arranque recién ahí, sometiendo a una prueba definitiva la resistencia del programa del Gobierno y el FMI. En la fría oscuridad del túnel, eso es lo que viene para cuando llegue el invierno.
El Gobierno, sin embargo, cree que esos dos meses que restan hasta la oficialización de las listas de candidatos, el 22 de junio, serán de recuperación económica por la cosecha record, los dólares que se venden del FMI, las medidas de aliento al consumo y el congelamiento de precios que se implementarán gradualmente desde pasado mañana. Es la versión 2019 de lo que explicaba Michetti hace casi tres años, la luz en la oscuridad. “El segundo semestre es el momento en el cual aparece la luz del túnel, allá lejos, pero vos seguís en el túnel. Entonces empezamos a ver pequeñas luces, pero no vamos a sentir en la vida familiar un alivio, una reactivación, porque para que el crecimiento de la economía se dé, vamos sí a esperar al año que viene”, decía. Más allá de las características peculiares de la vicepresidenta para explicar las políticas de Cambiemos, el discurso oficial era ese. Se atravesaba un momento difícil, pero había que confiar porque el Gobierno había introducido a la Argentina en el camino correcto. Era la teoría del segundo semestre. Ahora es la teoría del alivio. Como el alivio llegará antes, por los créditos de la Anses, el freno parcial a los tarifazos y el pacto de caballeros con los precios, las pequeñas luces se transformarán en brotes verdes y lloverán inversiones que renovarán las esperanzas. Con ello, renacerán las posibilidades electorales del Presidente para imponerse en segunda vuelta, lo que le permitirá recuperar la confianza de los mercados y empezar a encontrar una salida para la crisis. El plan para hacerlo, anticipó Macri, es seguir por el mismo camino pero más rápido. La idea es acelerar en el túnel.
La encuesta de Isonomía que da ganadora a Cristina Fernández por 9 puntos en un eventual balotaje con el Presidente fue un golpe duro a esa teoría, que repercutió en el valor de los bonos y la suba del riesgo país. El Ministerio de Hacienda, a su vez, anticipó que pasado mañana subirá la tasa de la emisión de Letes hasta el 5 por ciento, medio punto más que la licitación anterior. Del mismo modo que la inflación y la desconfianza, las tasas no bajan, solo escalan más y más. Cortar con la dinámica de que todo sea cada vez peor es una necesidad urgente para el Gobierno. Si no logra recomponer su credibilidad, los comportamientos especulativos y defensivos en materia de precios y compra de divisas seguirán acortando los tiempos hacia una explosión devaluatoria con riesgos de desembocar en una inflación bien por arriba del 50 por ciento este año. De hecho, en los últimos doce meses ya está en 54,7 por ciento y cuando se conozcan los números de abril superará el 57 por ciento. Con esos guarismos, cuando el Indec difunda el dato de la pobreza del primer semestre, el 30 de septiembre próximo, a menos de un mes de la primera vuelta electoral, será un fuerte revés para el oficialismo, ya que el índice avanzará hasta no menos del 36 por ciento de las personas sufriendo esa condición.
El túnel, como se aprecia, es cada vez más aterrador. Macri transita una situación de descomposición política y económica que presenta puntos de contacto con el final de Raúl Alfonsín en 1989 y de Fernando de la Rúa en 2001. Un punto que lo distingue es que nadie como él tomó tantas vacaciones, incluso en momentos de zozobra nacional como el actual. Pero la diferencia sustancial con sus antecesores radicales es el apoyo que conserva del gobierno de Donald Trump y su correa de trasmisión, el FMI. Sin los 50 mil millones de dólares que el Fondo Monetario está desembolsando desde el año pasado, la Argentina ya habría caído en default. El problema es que hacia adelante, esa dependencia de los dólares del organismo inhibe la puesta en marcha de un plan de reactivación económica. En la agenda de Cambiemos no figura lanzar un programa de mejoras de salarios y jubilaciones, promoción de la industria y creación de puestos de trabajo. La palabra desarrollo es una rareza para Macri, quien no habla de producción, ni de fábricas, ni de obreros, salvo para pedirles más esfuerzo. El único plan a la vista son las reformas que piden el FMI y la OCDE: la previsional, para estirar la edad de jubilación a los 70 años, y la ley de flexibilización laboral, para anular las indemnizaciones por despido y reemplazarlas por un fondo de ahorro de cada trabajador para solventar su propia cesantía. Es decir, no hay ni siquiera una promesa de pobreza cero o revolución de la alegría para la campaña que arranca dentro de dos meses. El oficialismo solo habla de ajuste y recorte de derechos para las mayorías populares, en un programa auditado a rienda corta por el FMI.
Las expectativas de los sectores que vienen siendo atacados por la política económica los últimos tres años y medio, que son casi todos, no mejorarán con esa agenda. Pero el Gobierno no puede salir del túnel.
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