Herrera Bartis, economista de la UnquiI, señaló que cada vez que hubo fuertes desequilibrios en la balanza de pagos en los últimos 48 años, sobrevino una crisis externa. El déficit actual es el más grave de la historia.
Reproducción del gráfico de Germán Herrera. Evolución del saldo de cuenta corriente de la balanza de pagos, como porcentaje del producto.
Hasta dónde podrá avanzar el gobierno en su política económica, sostenida en el endeudamiento externo para financiar los graves desequilibrios internos, es la pregunta que se formulan los analistas económicos, a derecha e izquierda, adentro y afuera del país. Y en qué puede derivar la situación económica si se produce una crisis, es el otro interrogante central. Germán Herrera Bartis, economista de la Universidad Nacional de Quilmes y de AEDA, especializado en economía del desarrollo, ofrece la siguiente reflexión. “Las cuatro últimas crisis de divisas que sufrió el país, entre 1981 y 2001, estuvieron precedidas de un fuerte déficit en la cuenta corriente del balance de pagos; precisamente es la situación que se da ahora, un déficit de la cuenta corriente que alcanzó niveles récord en 2017; debería prestársele más atención al asunto, porque cuando el déficit en cuenta corriente llega a niveles tan altos, es un buen predictor de una crisis en el horizonte”. El gráfico que acompaña esta nota fue elaborado por Germán Herrera, y da cuenta de los cuatro episodios que refiere en su comentario: crisis de la deuda en 1982 (fin de la dictadura cívico militar), caída del Plan Austral en 1988 (el principio del fin para el gobierno de Alfonsín); crisis del Tequila en 1994/95 (que Menem logró sortear siendo reelecto para un nuevo mandato) y el colapso de la convertibilidad en 2001 (fin del gobierno de De la Rúa). Previo a cada uno de ellos, el país había estado sometido a una fuga de divisas que disparó un desequilibrio entre el ingreso y egreso de dólares que llevó el déficit en la balanza de pagos a niveles de entre 3,5 y 4 puntos del PBI. En 2017, ese déficit va en vías de superar el 5 por ciento del PBI, un récord histórico. ¿Es el preanuncio de una nueva crisis?
La cuestión del déficit externo fue el tema del Panorama Económico de PáginaI12 en su edición de ayer. Herrera Bartis envió un comentario a este diario sobre dicha nota, señalando sus observaciones y preocupación sobre el mismo tema, lo cual motivó el diálogo que aquí se resume. “El punto a analizar es que, en una economía como la nuestra, el déficit en cuenta corriente es una variable determinante, como se puede ver en una perspectiva histórica (que es lo que refleja su gráfico). La potencialidad de predecir una crisis que tiene esta variable es muy superior a cualquier otra, y el nivel récord que alcanzó actualmente sería motivo suficiente para considerar los riesgos a los que nos enfrentamos”, analizó.
La cuenta corriente del balance de pagos es el resultado de las transacciones en divisas entre los agentes económicos del país y los del exterior. Si el resultado es negativo, es decir si hay déficit, quiere decir que están saliendo más dólares que los que entran. Cuando esta salida neta es constante y por volúmenes importantes, hay una razón para preocuparse: de algún modo hay que financiar esa necesidad de dólares para pagar la cuenta. Si fuera un desequilibrio circunstancial y rápidamente superable, se podría atender pagando con reservas internacionales (cuenta en divisas bajo control del Banco Central). Cuando el desequilibrio es permanente, como en la actualidad, se recurre al endeudamiento externo. Pero si se mantiene el déficit en cuenta corriente, la deuda se infla como un globo hasta estallar. Es lo que le pasó al país en 1982, en 1988/89, en 1995 y en 2001: todas ellas fueron “crisis de la deuda”, al llegar a un punto de imposibilidad de pago. ¿Puede volver a suceder ahora lo mismo?
“Lo típico de las crisis externas argentinas –repasa Herrera– es que el déficit de la balanza de pagos venía dado por la remisión de utilidades al exterior, el pago de intereses de la deuda y el desequilibrio en el comercio de bienes, principalmente manufacturados, esto último como consecuencia del crecimiento (atado a la dependencia de insumos del exterior). Lo particular del déficit actual es que no se da en una etapa de crecimiento, pero igual el saldo negativo en el intercambio de bienes y en la remisión de utilidades al exterior es muy importante; el pago de intereses por ahora no es tan grande porque venimos de una situación anterior de baja relación deuda/PBI, lo cual es un atenuante o permite que la soga se estire un poco más; pero lo novedoso es un déficit escandaloso en turismo, donde la diferencia entre los gastos de argentinos en el exterior y lo que gastan los extranjeros en el país llega a los diez mil millones de dólares al año, una cifra sin precedentes”.
La historia económica argentina marca que de estas crisis se sale con medidas drásticas, nada simpáticas para la población, como una brutal devaluación o una renegociación de la deuda en términos denigrantes. Y una historia repetida: quienes se benefician de esta salida de dólares son las grandes firmas y fondos especulativos que hacen su negocio con el dólar barato y las tasas altas; y una franja minoritaria de la sociedad, con posibilidad de ahorrar en divisas y remitir sus ganancias al exterior, y que gastan fortunas en viajes y compras fuera del país. Quienes pagan los costos, en tanto, son los sectores empresarios no concentrados (pymes) y empleados que pierden durante la crisis y luego pagan las consecuencias.
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