Por Luis Bruschtein
El paro que se viene sobrevoló Nueva York. “Argentina ha vuelto a los mercados nuevamente. La pregunta es por qué tenemos que creer que esta vez será para siempre”. Una y otra vez en Nueva York hicieron a Macri esta pregunta que tiene en su horizonte al temido populismo. Es la política, estúpido. Por lo menos, en este caso. En el Foro de Negocios que se reunió en el CCK, los empresarios fueron huéspedes atendidos todos ellos, más de mil, a cuerpo de rey. Una fortuna invirtió el Estado macrista desfinanciado para atender a tantos millonarios. Entre canapé y canapé en el espectacular CCK, entre paseo tanguero y teatro Colón, algunos dijeron que van a invertir. Tenían los dedos cruzados en la espalda. Al gobierno le cuesta informar sobre nuevas inversiones, más allá de las anunciadas desde el año pasado por el kirchnerismo. Son unas pocas más. Pero las respuestas de buena educación en huéspedes mimados, se trocaron en preguntas concretas cuando el huésped no tan mimado fue Macri en Estados Unidos. En la Bolsa de Comercio de Nueva York le descerrajaron esa pregunta que encierra otras como éstas: ¿Qué garantías tiene un inversor de que después de usted, no vuelva a cambiar todo? o ¿Qué garantías tenemos de que su gobierno se proyectará más de cuatro años? Para una inversión millonaria, cuatro años no son nada. Los del Foro de Negocios constataron los malos augurios cuando, a pocas cuadras de donde estaban ellos, los horticultores convocaron a una multitud para repartir gratis toneladas de lechuga. Horticultores quebrados y consumidores empobrecidos en apenas ocho meses.
Las políticas neoliberales de Macri generan simpatía en el ámbito internacional de los negocios, pero al mismo tiempo producen recelos por el tembladeral social que provocan. El macrismo no se muestra sustentable: depende de inversores externos a los que les encantan las medidas de ajuste, apertura de importaciones, flexibilización laboral y demás, pero se asustan por la reacción popular contra esas medidas.
Cuando Macri viajó a China por el G-20, sus opositores amistosos del massismo, inquietos por la entrada masiva de importaciones, pidieron que se frenaran por tres meses. La reacción de Macri fue destemplada. No quería ni que se sugiriera algo así. Frenar importaciones por tres meses huele a pólvora populista.
Al gobierno le importa tres pepinos que miles de medianas y pequeñas empresas quiebren por la entrada de las importaciones porque está dispuesto a lo que ellos han definido como “transformar la base productiva”. Es su proyecto. Desregular todo y lo que no aguante cierra. La historia demuestra que lo que cerró, sólo fue apenas reemplazado y con gran sufrimiento. Los empresarios de la Bolsa de Comercio de Nueva York reclamaron una reforma laboral drástica que elimine “los excesos de una década de kirchnerismo” transcribió Ambito Financiero. Pero además se preocuparon por la estabilidad de la alianza Cambiemos, con Carrió despotricando y el radicalismo apocado por la duda. Y preguntaron por las alianzas de Cambiemos en el Congreso con el massismo y otros sectores del PJ. Las preguntas dieron a entender que para ellos esas alianzas constituyen la única posibilidad del programa de reformas económicas.
La suerte de las reformas neoliberales depende de la política, algo que el neoliberalismo siempre rechaza como demagogia. Y son concretos: el destino de esas políticas está ligado a lo que hagan los radicales dentro de Cambiemos y a lo que hagan el massismo y el PJ, con gobernadores y disidentes. La responsabilidad por las consecuencias desastrosas de estas políticas ya no recaen centralmente en el macrismo, sino en esa franja intermedia que ha permitido que el macrismo avanzara en el macroendeudamiento y el ajuste con el argumento de darle gobernabilidad.
El juego oficialista del macrismo y opositor del kirchnerismo están claros. Las preguntas que circularon en Nueva York, con esa claridad que otorga la distancia al desbrozar los problemas secundarios, muestran que toda la apuesta está en las alianzas del macrismo para aislar al kirchnerismo, al que se visualiza como el único obstáculo real. La suerte de la política económica del neoliberalismo se resuelve en ese punto.
Los inversores pueden invertir con Macri o con el kirchnerismo. Prefieren hacerlo con Macri, pero no lo harán si no existen reglas sustentables. Por eso no aparecen capitales ni en el blanqueo ultrafavorable. Y el paro que se viene les oscurece aún más el panorama. El Momo Venegas, Luis Barrionuevo y hasta Hugo Moyano habían acompañado a Macri en actos de campaña. El paro que anunció ahora la CGT unificada, respaldado por las dos CTA, implica que el movimiento obrero optó por el único camino posible si quiere defender salario, fuentes de trabajo y calidad de vida. Este gobierno no deja opción.
El mundo empresario, que en su gran mayoría se siente identificado con este gobierno –al punto que gran parte de sus Ceo’s lo integran– empieza a ver con pragmatismo el proceso. Macri ha sido la aplanadora que preparó el camino. El que le suceda no tendrá que destruir nada. Después del trabajo sucio hecho por él, quien le siga podrá sostenerse con un discurso demagógico, sin necesidad de tocar nada.
La imagen del presidente en bicicleta en el Central Park mostró a un Macri despreocupado después del papelón de Malvinas, cuando quiso hacer creer que había logrado que Gran Bretaña aceptara discutir sobre soberanía. Ya de regreso se difundió un viaje del presidente en colectivo charlando amigablemente con pasajeros. Macri nunca viajó en colectivo. Fue todo escenografía de cartón y “pasajeros” invitados. Un montaje burdo con el que se quiso mostrar un Macri diferente al verdadero. Es la forma de hacer política entre mentiras y metidas de pata mientras avanza en lo que sí le interesa que son las medidas económicas.
En el peronismo se empieza a sentir cada vez más el peso de la responsabilidad. Cristina Kirchner llamó a la unidad de todo el peronismo para oponerse al macrismo. El PJ llamó a la unidad del peronismo aunque con un signo menos enfático con relación al gobierno. Ni el kirchnerismo ni el PJ plantearon exclusiones. Sergio Massa puso la suya: los que tengan causas en la Justicia “son el pasado”. Para Massa, el kirchnerismo no tiene que formar parte de la confluencia. No es casual que use a la justicia para marcar sus límites. Su marco de alianza incluye a Margarita Stolbizer, el juez Claudio Bonadio y el fiscal Guillermo Marijuan. El PJ, la CGT y el kirchnerismo llaman a la unidad. El único que puso trabas fue Sergio Massa.
A su vez, desde sectores del peronismo le habían adjudicado a Cristina Kirchner la tendencia a cerrarse en su entorno y restringir su marco de influencia. Aunque generó cierto malestar entre sus seguidores más combativos, su llamado a la unidad la corrió de ese lugar y la mostró en un gesto de grandeza. Con muchos de los que abarca esa convocatoria ha tenido roces y cortocircuitos y tienen facturas para intercambiarse.
La unidad del peronismo siempre alimentó la polémica entre los mismos peronistas y es poco entendida desde fuera del peronismo. Están los que dicen que se ha ganado por esa unidad y los que afirman lo contrario: que se perdió por ella. Las dos miradas tienen razón porque cada situación es diferente. Pero frente a un gobierno de la ortodoxia neoliberal más descarnada, el peronismo quedó en otra disyuntiva histórica. Para frenar las políticas regresivas de Cambiemos debe impedir que avance en las próximas elecciones y para eso está obligado a reunificar un voto que fue dividido en el pasado y ampliar su convocatoria. Si se divide el voto peronista, el único ganador es el oficialismo.
En este escenario resulta sintomática la forma como en el mundo de las finanzas internacionales se especula con las divisiones del peronismo como la única posibilidad de continuidad del macrismo, así como la simpatía con que se visualizan las divisiones que se produjeron en el bloque del FPV y el respaldo parlamentario del massismo a las iniciativas del gobierno. En ese sentido, los encuentros de Macri con empresarios y financistas en Nueva York han sido muy instructivos.
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