Por Mario Wainfeld
En la mesa de conducción del Congreso de Obras Sanitarias se aposentaron el gobernador formoseño Gildo Insfrán, el sanjuanino José Luis Gioja, aspirante a ser presidente del Partido Justicialista (PJ), y la autoridad saliente, el jujeño Eduardo Fellner. Un gobernador cuasi vitalicio del NEA, un cuyano que dejó de serlo pero con un delfín continuándolo. Y Fellner, del NOA, un derrotado en toda la línea.
Insfrán manejó el micrófono, Gioja instrumentó previamente los lineamientos del cónclave.
La escenografía siempre es didáctica: el sentido común de los gobernadores o líderes territoriales se encarnaba ahí. Los demás abajo, entremezclados.
La asistencia fue numerosa. Estuvieron presentes, aunque silenciosos, díscolos conspicuos con el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey a la cabeza.
La intención del mainstream del PJ convencional (pongamos) era un encuentro tranqui, con poca discordia. En ese marco, consagrar a la Junta Electoral para la virtual elección de mayo.
Colaron y quisieron poner a votación una propuesta para cambiar la Carta Orgánica del PJ supliendo la elección de autoridades por voto directo y obligatorio de los afiliados urdiendo un mecanismo de voto indirecto.
Gioja, personalicemos, logró que se aprobara el requisito legal más importante, la Junta. Con ese recaudo se sigue cumpliendo el apretado cronograma electoral cuya etapa posterior es la presentación de listas en abril.
El cambio de sistema electoral fue derrotado en uno de los dos buenos debates que pusieron pimienta al cónclave. El otro, el más determinante, versó sobre la actitud de los legisladores frente a las propuestas del gobierno nacional. No podía saldarse pero quedó sincerado y seguirá desarrollándose en varias canchas.
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Una junta masiva: La Junta Electoral tendrá 14 integrantes. La cifra es, a fuer de elevada, disfuncional para las tareas que pueden competerle, que son básicamente decisiones veloces. El número tributa a la voluntad de gobernadores (o ex colegas) de meter uno propio.
Los nombres trasuntan lealtades locales. Para la sección chimentos quedan Mauricio Mazzón, hijo del histórico operador Juan Carlos, “el Chueco”, y la dirigente porteña Marta Cascales que lleva un largo recorrido militante pero que figurará en las crónicas como “la esposa de Guillermo Moreno”.
La Cámpora rechazó el ofrecimiento de un puesto en la Junta, pura racionalidad instrumental. Dejó constancia de su divergencia y no aceptó el anzuelo de una silla en un órgano de 14, esto es con nula perspectiva de incidir. Legitimar sin peso propio, floja invitación.
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La costumbre y la regla: El voto directo y obligatorio jamás fue aplicado para elegir las autoridades partidarias del PJ. Gioja y su sector procuraron convertir esa costumbre opinable en una regla legal.
El ex diputado y ex ministro Agustín Rossi se opuso a la moción, que estaba a un tris de votarse. Pidió la palabra, enalteció el valor de la participación, invocó la memoria de la interna presidencial de 1988 entre Antonio Cafiero y Carlos Menem. Votar es siempre un valor, razonó, sobre todo cuando se atraviesa una etapa difícil tras la derrota electoral.
Lo interrumpieron, sacudieron el decibelímetro, tanto como para acallarlo. Avezado en las lides parlamentarias, el Chivo Rossi alzó su voz, se dejó oír. Hubo más gritos que susurros, vocinglería. El orador siguió avante y llegó al objetivo.
Se sumaron adhesiones, en particular de los sectores cristinistas. La moción cayó por falta de consenso.
Los gobernadores del “interior profundo” valorizan la elección indirecta que a su ver compensa el mayor número de argentinos que viven en las provincias más grandes. Añaden, en el “cono del silencio”, que una elección partidaria directa es imposible de concretar.
Curiosamente uno de sus razonamientos es que en las provincias más chicas es difícil controlar, con fiscales de distintas listas en todas las mesas. La memoria de la interna del ‘88 se revierte, para otros usos: Menem consiguió guarismos siderales en su La Rioja y en Catamarca donde primaba su aliado, el compañero Vicente Leonides Saadi. Los porcentajes de participación fueron inverosímiles, de tan elevados. Paradojas te da la vida, desde el “corazón del peronismo” se discurre que sólo la zona centro (Capital, Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, algún otro distrito grande) puede albergar una interna con controles cruzados. Organizar una elección competitiva es difícil, convengamos. En particular si falta gimnasia y se corre contra reloj. Transformar esas dificultades prácticas en una regla, una suerte de imperativo categórico, es una demasía.
La cuestión pasó para mejor oportunidad, cuya fecha se pierde en lontananza.
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El rol de la oposición: Otra controversia, central, divide al Frente para la Victoria: cómo actuar frente a las iniciativas del oficialismo.
En un rincón sabe acomodarse el presidente del bloque de senadores, Miguel Pichetto. En un cover de sus declaraciones a la prensa y de la intervención en el Consejo del PJ, insistió que en debe contribuirse a la gobernabilidad. Traducido al criollo, no valerse el recurso de rehusar el quórum en el Congreso. Traducido a otras lenguas, avalar el levantamiento de la “ley cerrojo”, requisito sine qua non exigido por el juez norteamericano Thomas Griesa para catalizar un acuerdo con los fondos buitre. La mezcla de judicialización de la política y la intromisión extranjera tienen un nuevo top five.
Pichetto se adjudicó la mejor marca del abucheómetro. Pero no está solo aunque sea vanguardia extrema.
En el rincón opuesto se anotaron, desde días previos, dirigentes que propugnaron dar mandato a los legisladores nacionales para oponerse a la aprobación de esa norma. La discusión se prolongó, fue vibrante.
La iniciativa no prosperó ni hubiera sido eficaz en el hipotético caso de éxito. La autonomía de cada diputado o senador es un síntoma de la crisis interna que atraviesa el Frente para la Victoria (FpV). El “bloque chico” de la Cámara baja (encarnado en Diego Bossio), un número indeterminado de senadores, que fluctúa con asiduidad. En “la provincia” los afines al kirchnerismo son mayoría pero las disidencias gravitan.
La polémica cobró vivacidad, que acaso fastidió a la Mesa de Conducción. A no magnificar: el Congreso terminó en buen orden. Empellones o chicanas asumidos, la conducta general fue más similar a un encuentro del gandhismo pacifista que a históricas mini batallas del PJ.
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Judicialización local: La jueza federal y electoral María Romilda Servini de Cubría tiene a su cargo el control de la renovación de autoridades. Maneja una espada de Damocles: la intervención al PJ. Ahora dicen o malician que Su Señoría lo desea.
Las consecuencias concretas serían menos impactantes que las simbólicas. Todo modo, Gioja y sus aliados porfían en llegar a buen puerto, embarcados en la lista de unidad. Su ambición de máxima es “contener” (dar espacios) a los compañeros kirchneristas y a los más anti K.
Urtubey no ve con malos ojos tal movida aunque sus aledaños calculan que preferiría no visibilizarse en la lista. Podría ser suplido por el gobernador riojano, Sergio Casas. Un hombre con menos pretensión de liderazgo, menos conocido, más plebeyo. De su confianza, de momento.
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Continuidad y debate por el resultado. Gioja mantuvo la institucionalidad, el proceso sigue. El primer objetivo, conseguido.
La mayoría que sin duda tiene en ese ámbito no le basta para congregar unanimidad de los congresales. Menos para construir algo así como una hegemonía política o un liderazgo. Así están las cosas, en tránsito.
Las diferencias puestas en escena son sustanciales, lógicas tras una dura derrota electoral. La horizontalidad y la pluralidad son saludables, aunque no curan todos los males.
Página/12 dialogó con varios asistentes de distintos palos. Los peronistas son locuaces y se divierten en fastos como el de ayer. Para variar, les formuló una pregunta mitad en broma. “Si se hubiera jugado un partido de fútbol, ¿qué resultado le pondría?”. Resistieron poco, a condición de proteger a la fuente. Se escucharon varios scores, una minoría muy imaginativa. Los más representativos, al parecer de este cronista van a continuación.
Del lado de Gioja: “Ganamos, sin duda. Dos a uno porque no se pudo modificar la regla electoral”. Del otro sector nadie se consagró vencedor pero alguien sugirió: “Ellos eran locales, tenían todo armado. Les empatamos dos a dos, un buen resultado como visitante”.
En el registro del off hubo una coincidencia importante. Sólo podrían competir dos listas si la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner impulsa o da su enérgico aval a la opositora. Hasta el cierre de esta edición, Cristina no había movido ficha ni insinuado querer comprometerse en esa faceta de la interna peronista.
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