Por Luis Bruschtein
El presidente Mauricio Macri se ha embrollado con un tema con el que no debería tener problemas. Las idas y vueltas con el Impuesto a las Ganancias le han generado altibajos con sus simpatizantes y turbulencias con los aliados del massismo de los que depende su desempeño legislativo.
La posición de Mauricio Macri con relación al Impuesto a las Ganancias siempre fue la misma, hasta que le tocó decidir sobre el tema. El cinismo pragmático del teorema de Baglini cuando afirma que la dimensión de las promesas es directamente proporcional a la distancia del poder del que las formula tiene algún sentido. Una cosa se dice en el llano y ya en el gobierno es otra. En plena campaña electoral, Macri dijo directamente que se debía eliminar ese impuesto. Después se habló de que elevaría el mínimo a 30 mil pesos. Al final de ese camino hubo 500 mil trabajadores que antes no pagaban y ahora deberán hacerlo, incluyendo a más de cien mil jubilados que estarían en la franja social que más respaldo le dio al PRO.
El teorema de Baglini no aplica con todos los políticos. Hubo otros que hicieron lo que prometieron. Pero en este caso, Macri encaja en las generales del teorema y tendrá un costo político entre su propia base electoral.
Pero tendrá, además, un costo extra. Porque el PRO necesita el respaldo de otros bloques en el Congreso. Sergio Massa ya anunció que sus diputados van a presentar este año un proyecto para elevar al mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias, algo que también planteó el FpV, cambiarle las escalas y agregarle una cláusula de ajuste automático como la que tienen las jubilaciones. Macri había dicho que cualquiera de esas modificaciones serían discutidas recién en el 2017. Las pateó para adelante.
La situación del macrismo es paradójica. Desde el punto de vista de su plataforma ideológica neoliberal, tendría que impulsar la desaparición del impuesto pero, por el contrario, amplió su aplicación y se resiste a racionalizarlo, aunque eso le cueste confrontar con sus aliados del massismo que, en este tema, pueden llegar a confluir con el bloque del Frente para la Victoria.
El macrismo se encontró que después de la devaluación y el quite de las retenciones, el camino para tomar deuda se está alargando y no es tan fácil en un mundo con más sequía que liquidez, con lo cual es probable que ya tenga problemas de caja y no quiera desfinanciarse si quiere emprender alguna obra pública que compense los bajones que su gobierno impuso a la actividad económica. En ese marco, Sergio Massa parece haber tomado el impuesto a las Ganancias como estandarte para diferenciarse de un gobierno al que apoya en rasgos generales. Los votos del massismo en el Congreso ya le salieron caros cuando debió anunciar que devolverá en cuotas a todas las provincias el 15 por ciento de la coparticipación, como había ordenado Cristina Kirchner antes de su salida. Habrá que ver que cuánto le cuesta Ganancias.
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