Por qué Putin sedujo a la ultraderecha y a la izquierda
Conflicto Rusia Ucrania: la guerra que cambió cómo se interpreta el mundo
Putin sedujo a la ultraderecha con su aura de Napoleón, su oposición al islam y su homofobia. Y a la izquierda, debido a su hostilidad a la hegemonía de EE.UU. El eje analítico pasa ahora del "Choque de las Civilizaciones" de Huntington a la geopolítica de Primakov.
Desde París
El extendido y múltiple antagonismo entre Rusia y las potencias occidentales confluyó en la guerra en Ucrania y este episodio plasmó el fin de una lectura del mundo que, en Occidente, influenció todos los pensamientos estratégicos desde finales de los anos 90 al mismo tiempo que puso en el centro de la confrontación actual el grado más elevado de una doctrina geopolítica que ha dictado la posición de Rusia desde hace varias décadas. La lectura del mundo corresponde al libro de Samuel Huntington “El Choque de las Civilizaciones” publicado en 1996 y cuya interpretación ha acompañado y configurado las corrientes estratégicas.
La doctrina, conocida en todos los centros de estudios sobre relaciones internacionales, le pertenece al político, académico y orientalista ruso Evgueni Primakov. Ex Ministro de Relaciones exteriores del difunto presidente Boris Yeltsin, Primakov es uno de los estrategas más brillantes de finales del Siglo XX y es él quien impregnó con su doctrina la dirección de la política exterior rusa.
En primer lugar, la doctrina Primakov plantea una diplomacia triangular articulada en torno a relaciones con China, Estados Unidos y Europa con el fin de circundar el unilateralismo de Estados Unidos y oponerse así al carácter unipolar del mundo después de la caída del Muro de Berlín (1989) y del desmembramiento de la Unión Soviética (1991).
Primakov escribió en su doctrina: “es un error creer que Estados Unidos es tan potente como para que todos los acontecimientos importantes del mundo giren en torno a ellos. Un enfoque semejante ignora la enorme transformación que constituye la transición de un mundo bipolar conflictual a un mundo multipolar”. La meta de Primakov consistía en frenar el desarrollo de un orbe unipolar con Estados Unidos en el centro, impedir que la Alianza Atlántica extendiera sus brazos hacia los países de Europa del Este y no permitir que Rusia fuera vista como una potencia empobrecida y sin influencia.
El presidente Vladimir Putin reactivó esa doctrina a partir del año 2000 y es ella quien preside hoy la filosofía de sus decisiones. No cabe duda alguna de que, durante mucho tiempo, Occidente abusó de la debilidad estructural de la Rusia post soviética y amplió sus zonas de influencia a través de la OTAN. Sin embargo, contrariamente a lo que se afirma de forma irresponsable y apresurada, no existe ningún tratado internacional mediante el cual la OTAN se haya comprometido formalmente a no ensanchar sus bases. No. El pasado primero de febrero Putin declaró: ”quisiera explicar una vez más la lógica de nuestro comportamiento y nuestras propuestas: como es sabido, se nos prometió que la OTAN no desplazaría ni un centímetro sus infraestructuras hacia el Este”. Occidente prometió y no cumplió. En su portal la OTAN afirma que “jamás existió un acuerdo de ese tipo”.
Sólo existe un Memorando desclasificado de los archivos Nacionales de Seguridad de Estados que hace referencia a la frase de Putin. Se trata de un intercambio entre el difunto presidente Mijaíl Gorbachov y el entonces Secretario de Estado norteamericano James Baker. El texto dice: “si mantenemos una presencia en una Alemania que forme parte de la OTAN, la Alianza Atlántica no extendería su jurisdicción ni un centímetro hacia el Este”. Otros documentos retoman esas promesas y garantías, pero no están reflejadas en ningún tratado. Rusia creyó, pero la OTAN hizo caso omiso.
Estructuradores
Lo cierto es que la doctrina de Primakov y el libro de Huntington funcionaron como estructuradores de parte del mundo y en torno a ambas ideas se organizaron incluso las posiciones políticas, sobre todo en la extrema derecha y las llamadas izquierdas radicales.
El Choque de las Civilizaciones es esencial para comprender cómo, en Occidente, se formatearon las conciencias y las estrategias. Para el autor, el elemento central de una civilización ha sido siempre la religión de referencia y la cultura, ambos factores que Huntington utiliza para presentar su “choque” entre las civilizaciones en el cual ya no es la ideología o la conquista territorial sino la religión la que organiza los conflictos. La irrupción del islamismo radical hizo de Samuel Huntington el papa de los pensamientos estratégicos. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 validaron su postulado y su teoría se alzó como credo incuestionable.
El enemigo era, para Huntington, el islam. Dividió el mundo en ocho civilizaciones: occidental, slavo-ortodoxa, islámica, africana, hindú, confucionista, japonesa y latinoamericana. La slavo-ortodoxa era parte del eje civilizador, un aliado contra la barbarie del extremismo islámico.
El ingreso de las tropas en Ucrania afianza la doctrina Primakov al tiempo que trastorna la teoría de Huntington con tanta más pujanza cuanto que los ejércitos no están al mando de islamistas fanatizados sino de Moscú. Cabe recordar que la capital de Rusia ha llevado el calificativo de “La Tercera Roma” desde la caída de Constantinopla, cuando se le encomendó la misión de preservar la fe ortodoxa y las tradiciones de la Roma Imperial. Fuera de Rusia, la doctrina Primakov funcionó como un separador político de la misma manera que el Choque de las Civilizaciones sirvió para situarse del lado de un mundo blanco y liberal.
La doble función de Putin
Los posicionamientos fueron particularmente drásticos en países como Francia. La ultraderecha francesa vio en Vladimir Putin a la única figura contra la arrogancia de Estados Unidos y el símbolo capaz de decir no al unipolarismo del imperio, a la mezcla cultural. Y al islam. Putin fue siempre la encarnación idónea de una figura con doble función: a la vez escudo frente al imperialismo estadounidense y broquel contra el islamismo.
En más de una ocasión, el candidato de extrema derecha Eric Zemmour llegó a decir que “A Francia le hace falta un Putin”. Zemmour escribió en el diario Le Figaro:” Putin se convirtió en el ultimo resistente del huracán de lo políticamente correcto, una idea que salió de Estados Unidos y destruye todas las estructuras tradicionales, familia, religión, patria, para imponer la ley planetaria del mercado. Putin rehúsa con energía el multiculturalismo y combate el islamismo en Rusia y en el extranjero. No se deja intimidar por los lobys feministas y gays”.
En 2017, la candidata presidencial de la ultraderecha, Marine Le Pen, visitó a Putin en Moscú. Aunque no es una adepta encandilada de El Choque de las Civilizaciones Marine Le Pen elogió “el nuevo mundo” que Putin estaba acuñando.
Paladín de la izquierda
La izquierda, a su vez, también percibió en el presidente ruso a una suerte de paladín intacto al frente de una potencia nuclear y cultural con suficiente fuerza como para interceptar los caprichos imperiales. El líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, siempre apoyó a Putin (mucho antes de la guerra), respaldó los reclamos de Rusia y denunció la forma en que “la OTAN provoca una escalada con toda la sangre fría”.
Esa izquierda es calificada hoy en Francia de “cómplice activa” o “idiota útil” de Putin por sus adversarios. La guerra en Ucrania los dejó a todos en una mala postura. Las elecciones presidenciales de abril de 2022 los obligaron a moverse de sus posiciones, tanto a la extrema derecha como a las izquierdas. Presionados por lo sondeos, los candidatos y candidatas pedalearon hacia atrás a toda velocidad. Zemmour y Le Pen cuestionaron la acción militar y Mélenchon la calificó hace unos días de “crimen contra el interés general humano de nuestra época”.
Vladimir Putin ha seducido a dos adversarios al mismo tiempo: a la ultraderecha con su aura de Napoleón, su encarnación de la autoridad imperial y su oposición al islam y su homofobia. Es un “macho” solía decir Eric Zemmour. A la izquierda la fascinó debido a su hostilidad a la hegemonía estadounidense en las relaciones internacionales heredada de la doctrina Primakov.
Hace más de un cuarto de Siglo que un libro escrito por un ensayista norteamericano y una doctrina trazada por un estratega ruso se vienen confrontando entre los telones de la historia. La guerra fuerza definiciones y obliga a salir de la histeria radical “anti” Putin o “pro” OTAN y a huir de las manipulaciones serviles de la derecha argentina.
Los hechos de ahora invitan a ir más lejos y pensar nuestro mundo, nuestro Sur, sin ambas dependencias. Ni Putin ni la OTAN. El Choque de las civilizaciones se estrelló contra la realidad y la doctrina de Primakov se reencarnó en ejércitos que hoy avanzan sobre las tierras de Ucrania. Evgueni Primakov está ganando una batalla póstuma. Nuestra libertad de pensar sin odios y por encima de las disputas entre potencias imperiales podría perder otra batalla.
efebbro@pagina12.com.ar
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