Las tácticas se reacomodan cuando ya estamos a mitad de camino entre las Primarias Obligatorias (PASO) y las elecciones generales. Hay 24 campañas provinciales, Cambiemos interviene en todas y le superpone una nacional, la única.
La votación del 13 de agosto funcionó como una variante de primera vuelta en las elecciones de senadores. Las que quedaron afuera y, en varias de las ocho provincias que los eligen, hasta parece echada la suerte de quién se alzará con las dos bancas por la mayoría y quién con la restante. Buenos Aires hace excepción por su paridad aunque allí también, la opción por un tercero en discordia equivale a un pronunciamiento testimonial, sin impacto en la integración futura del Congreso.
Para la Cámara Baja, por imperio del sistema proporcional, cada voto puede contar y mover la aguja. Por eso, por conformismo o pertenencia, la mayoría de los ciudadanos repetirán el 22 de octubre las preferencias que expresaron el mes pasado.
Atraer a los desencantados por la performance de sus listas, imantar vía polarización o desalentarla son objetivos perseguidos por variados candidatos. Otro filón a explorar son las personas que se abstuvieron. En las generales precedentes participó más gente que en las PASO. El presentismo fue muy elevado en Buenos Aires, acaso tentado por la dimensión de la disputa: más del 77 por ciento. Tomando en cuenta que el padrón incluye personas muy añosas, enfermas, alejadas de sus domicilios por n razones y otros etcéteras cuesta imaginar que se agreguen muchas. Sin caer en la adivinación ni confiar en las encuestas (reglas que rigen para toda esta columna) cuesta pensar que más de un dos o tres por ciento “nuevo” se movilice en “la Provincia”. No es poco, sobre todo para la competencia por el tercer curul senatorial que se definió por el canto de una uña.
Esos ciudadanos pueden-deben ser buscados de a uno, con el solo punteo del padrón y una ardua labor militante. Aunque la misión se ejercitará sobre el total, la lógica indica que sería mejor centrarse en los colectivos más afines: los jóvenes, los pobladores de barrios o ciudades humildes, el Conurbano profundo para Unidad Ciudadana (UC). Sus contracaras para Cambiemos.
Otro núcleo a seducir son quienes sí participaron pero inclinándose por partidos que quedaron eliminados al no superar el umbral del 1,5 por ciento de los votos. Imposible detectarlos a priori. Son contados en la mayoría de las provincias: apenas superan los 705.000 sumando a todas. En Buenos Aires trepan al apetecible 4,5 por ciento de los sufragios emitidos: 359.300 electores en tránsito, algo más que la mitad del total nacional.
Cada provincia tiene sus tradiciones, su sistema político “vivo”. En dos se renuevan gobernadores: Corrientes, que desdobla las votaciones, Santiago del Estero que las celebrará juntas el 22 de octubre. El ex gobernador Gerardo Zamora es amplio favorito en Santiago. En Corrientes, el delfín del gobernador Ricardo Colombí tal vez esté en pole position pero se avizora una pugna más reñida.
Los oficialismos cuentan con ventaja inicial en cualquier territorio. Disponen de recursos superiores a sus rivales. Hay quien se rasga las vestiduras cuando los gobernantes “hacen obra” (pública, a menudo) en vísperas electorales. Denuncian demagogia, malas artes… too much. En puridad, es un incentivo democrático clásico, beneficiar a sectores mayoritarios para procurar su apoyo. Cambiemos confía en esa prerrogativa, de la que también gozan los 18 mandatarios provinciales y los intendentes de otro signo..
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La segunda estrategia: Aqueja a las campañas un síndrome típico de la comunicación actual: saturan–aturden sin informar y, en buena medida sin llamar la atención. El reportaje que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner concedió al periodista Luis Novaresio quebró la inercia. Audiencia record para un horario inusual, propagación en directo en canales de cable, amplia repercusión, trending topic.
La entrevista tradicional, más allá de detalles que dejamos de lado, es una caricia al público en la era del panelismo: una turbamulta de personas que gritan, interrumpen y se explayan sobre temas que ignoran o bastardean o las dos cosas.
La repercusión electoral es imposible de cuantificar y acaso importa menos que el ejercicio democrático.
Cristina siempre polemiza, es elocuente y habla con contenido. Expresó posiciones, afrontó preguntas difíciles, se emocionó, no alzó la voz. Salió airosa, se hizo escuchar: una pregunta de cajón es por qué no se expuso antes. Se “dejó decir” por otros demasiado tiempo, cediendo un espacio que solo podría recuperar si repite la experiencia, lo que le habilitará más soltura e inducirá a los cronistas a enriquecer el repertorio de interrogantes.
Tal vez la afirmación política más saliente (título principal en este diario y en otros) fue que está dispuesta a no ser candidata en 2019 si eso obstaculiza la unidad. La frase debe (re)leerse de modo más complejo. En principio, está dispuesta a seguir en el ruedo. Queda abierto el enigma sobre quién, quiénes cómo resolverán si es ese obstáculo.
CFK estuvo sólida y coherente en la revista y defensa de la obra de los gobiernos kirchneristas, casi colada en los intersticios que dejaban las preguntas sobre otro temario.
Los tramos autocríticos incorporan una novedad, acaso también demorada de más. Un ejemplo fue revisar la extensión y el tono de los discursos en cadena oficial, el abuso de modos confrontativos.
Las caracterizaciones del macrismo superaron la caricatura que propone el oficialismo. Cero golpismo, cero mensaje destituyente. El presidente Mauricio Macri, subrayó, terminará su mandato, como debe ser. El macrismo no es una dictadura pero tampoco un estado de derecho. Hasta admitió la pregunta machacona sobre Venezuela y la respondió con una reprobación.
Los dos contertulios se esmeraron en mostrarse respetuosos. El cronista lo consiguió en buena proporción. Derrapó en un vicio característico cuando transformó el reportaje en una variante de una declaración indagatoria. En ese menester cometió errores, algunos señalados por Cristina. Dio por presentada la pericia de Gendarmería sobre la muerte violenta del fiscal Alberto Nisman cuando no pasa de ser un trascendido que Clarín viene propagando desde hace casi cuatro meses, antes de que se realizaran los estudios. Decidió que una cantidad de denuncias equivalen a condenas penales, una desmesura, falla esperable en energúmenos flojitos de formación pero no en un abogado que hace gala de serlo. Obstinado en ese rol erró al repetir que Cristina es o fue socia de Lázaro Báez porque firmó con él contratos de locación. La palabra “sociedad” apunta al cargo de “asociación ilícita”, predilecto de los inquisidores de tribunales. Novaresio pareció rumbear para ese lado, incurrió en un error difícilmente excusable… imposible saber por qué lo hizo sin conversar con su almohada.
Se vio un diálogo “profesional”, mérito compartido de los dos interlocutores. Este cronista entiende que el mayor desliz de Cristina se produjo en el final. Le agradeció a “Luis” (dos recursos clásicos a los que apeló varias veces) dejando constancia de que “pensamos distinto en todo”. Novaresio replicó que hay cosas que piensan parecido. CFK insistió: nos diferenciamos en todo. Había probado su identidad y convicciones, tal vez era superfluo o contraproducente un cierre tan binario. No solo porque, posiblemente, no sea exacto sino porque además refuerza la hipótesis de que no hay alternativa ni matiz más allá de la consabida “grieta”. Dicho sea de paso, Cristina la rebautizó con garbo “brecha”.
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Otras tareas: La campaña para el segundo tramo se ramificará en otras entrevistas, en un trabajo territorial cara a cara que desafiará a la militancia kirchnerista acunada en el confort de ser oficialista, en actos masivos “de local” como el de hoy en Florencio Varela. Los reportajes, casi siempre, se jugarán de visitante con la cancha inclinada.
Prepararse para el día del comicio constituye otro desafío ya que UC se dejó “dormir” por Cambiemos en el escrutinio provisorio. Las denuncias valen alguito… pero lo más premioso es cuidarse de reincidir. Se está instruyendo a los fiscales señalando los errores o distracciones en que pudieron incurrir y en las “picardías” del adversario. Se exigió acceso igualitario al software y, en una sobreactuación ineficaz, que Gendarmería no interviniera en el acto electoral.
Vaya a saber uno si ese haz de tácticas agrega votos. De cualquier manera, tienen lógica y coherencia que, ay, no garantizan eficacia. En cambio, cuesta entender el objetivo de la carta pública difundida por la ex presidenta. “Pedir el voto” es de manual pero la oferta suena incompleta si no se promueve algo más concreto para el espacio opositor. Un listado mínimo de acciones comunes, otro de propuestas, por ejemplo. Caería en saco roto, todo lo indica, pero la interpelación cobraría sentido.
La convocatoria, además, contradijo una de las jugadas más discutibles de Cristina que fue rehusarse a competir en las Primarias contra el ex ministro Florencio Randazzo. Rehusó formar una lista única, que ahora ronda por otro camino. Hubo quien auguró un éxito pragmático de la jugada: en las generales todos los votos de Randazzo fluirían hacia UC. Si sucede, Cristina rondaría o excedería el 40 por ciento cifra que, verosímilmente, sellaría la victoria y, aún con otro desenlace, constituiría un caudal notable. Es un hecho pendiente de corroboración, que se verificará pronto. Hasta entonces la polémica es especulativa… lo habitual en la previa de las competencias.
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La coalición Cambiemos: Cambiemos construyó una ola nacional, de magnitudes diferentes según los territorios, alta en el promedio. Sacó tajada de la fragmentación del peronismo, acunada en octubre de 2015 e irresuelta desde ese entonces. Es una fuerza activa en campaña, simula timbreos pero también los realiza.
Un puñado de dirigentes peronistas que gobiernan, consultados de modo informal y exprés, confiesa en que se dejaron estar en la instancia electoral anterior. Aseguran que escarmentaron, se pusieron las pilas y mejorarán en octubre. El diagnóstico de los macristas, más vale, es polarmente diferente.
La narrativa M se encarniza con el kirchnerismo, Cristina y las mafias categorías que unifica velozmente. Sus candidatxs son el proyecto, esa base ya se edificó.
Cambiemos apuesta a la campaña y a la gestión. El accionar estatal se intensifica, en especial la obra pública. Pudo hacerlo desde su primer día, el interrogante es por qué demoró tanto. En la coyuntura, la pregunta devino abstracta.
La obra pública aminora la reducción del trabajo formal, activa la economía real y visibiliza a un gobierno “presente”. Les mejora la vida a personas del común, no es una minucia. Con el tonel (aparentemente) sin fondo del endeudamiento externo, el presidente Mauricio Macri cuenta con muchos recursos (ver nota aparte).
El ala judicial de la Coalición oficialista milita y aguanta los trapos amarillos. Aporta la cuota de escándalos, causas pegadas con alfileres, cargos altisonantes. El escándalo es sesgado al máximo.
Los medios hegemónicos están en guerra, como franqueó uno de sus editores más francos.
El tridente de Cambiemos se implica a fondo, como el chancho en la fábula copiada por el ex ministro Esteban Bullrich.
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Tribulaciones de los terceros: “¿Conservarán los votos?” chusmea el cronista con aliados de Randazzo o del diputado Sergio Massa. Palabra más o ironía menos, convergen en las contestaciones: “la pregunta no es si bajaremos, sino cuánto”. Esas fugas, se presume, engordarán los capitales de Cambiemos o de UC. El tercero y el cuarto sumaron algo más del 20 por ciento, si se les evapora un tercio (un toco aunque se especule con números más altos) habrá cerca de 7 puntos para añadir a los grupos de ausentes o de votantes sin partido. El Frente de Izquierda y los Trabajadores calcula que capitalizará una parte.
Ese acumulado variopinto, acaso un quince por ciento del padrón estimado a ojímetro, descompensará la balanza.
Con el oficialismo en pole position, los peronismos locales tratando de fortificarse o de achicar distancias, Cristina en el centro de la escena comienza la segunda mitad del interregno.
Las variables fundamentales, da la impresión, están a la vista. Es dudoso que las campañas formales influyan algo, quizá un debate televisivo de los principales candidatos bonaerenses le ponga más pimienta al tramo final.
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