Por Horacio Verbitsky
El miércoles pasado las mujeres argentinas ocuparon el centro de la escena con el primer paro nacional y una concentración masiva pese al clima horrendo, dando inicio a un nuevo fenómeno, de proyección internacional. Para encontrar antecedentes hay que remontarse a episodios decisivos de la historia: hasta la década de 1940, con las patas de los obreros industriales en las fuentes del poder o a la de 1970, a partir de la cual los organismos defensores de los derechos humanos fueron un condicionante insoslayable. Esto afectó los modos de funcionamiento del sistema de representación, porque en primer lugar puso en evidencia la crisis profunda que lo desvencijaba: en la década de 1930, el fraude como forma de administración de la depresión económica mundial que afectó la dominación de la oligarquía tradicional; a partir de 1955 los golpes de estado a repetición y desde 1976 la feroz dictadura inspirada por empresarios civiles, ejecutada por militares y encubierta por eclesiásticos que santificaron el baño de sangre con la doctrina teológica de la guerra justa y la redención. La revolución de las mujeres puede tener consecuencias tan hondas y durables como las que se iniciaron hace 71 años, el 17 de octubre de 1945, y fertilizarán todo el suelo político, como ocurrió con la resistencia pacífica de los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado. Otra vez se manifiesta así el desconcertante excepcionalismo argentino.
El prodigio en contexto
La eclosión del miércoles no es de generación espontánea. Los asesinatos de mujeres han sido el detonante, pero no es posible comprender la magnitud del prodigio sin repasar las etapas de su lenta incubación, el contexto general que lo contiene y los aspectos cuantificables de la discriminación que subordina a las mujeres y tiene su expresión extrema en el femicidio. La columna vertebral es el Encuentro Nacional de Mujeres, que se irguió por primera vez en 1986 y que rota cada año por distintas provincias. Tres veces sesionó en Rosario y Mar del Plata; dos en Bariloche, Capital Federal, Córdoba, Jujuy, Mendoza, Neuquén, Salta, San Juan y Tucumán; una en Corrientes, La Plata, Paraná, Posadas, Resistencia, y Termas de Río Hondo (Santiago del Estero). El año próximo volverá a Resistencia. Según las organizadoras, la asistencia creció en forma progresiva hasta 2007 (de 1.000 a 15.000) y a saltos desde entonces: 20.000 en 2009, 35.000 en 2014, 65.000 en 2015 y 70.000 este año. Los tres encuentros rosarinos fueron de especial importancia: en el de 1989 agregaron a la agenda tradicional de género el repudio por el indulto a los condenados y procesados por crímenes de lesa humanidad que había dispuesto el entonces presidente Carlos Menem; en el de 2003 surgió la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que desde entonces es uno de los ejes principales; este año la masividad superó todo lo conocido, al punto que duplicó el máximo número de manifestantes que algún 24 de marzo marcharon hacia el Monumento a la Bandera.
La primera protesta masiva contra el femicidio ocurrió el 3 de junio del año pasado frente al Congreso Nacional, que visibilizó la existencia del problema, la propuesta de solución y el surgimiento de un colectivo potente que tomó la palabra sin timidez. Fue convocado por Facebook con la consigna Ni una menos, que había nacido durante una maratón de lectura realizada en el Museo de la Lengua, que dirigía María Pía López, el 26 de marzo de 2015. Ese grupo, se unió con otro más pequeño pero de periodistas, nucleadas por Twitter, para convocar el 3 de junio a la Plaza Congreso. Este año, sólo el primero planteó repetir la movilización el 3 de junio, se identificó como colectivo Ni Una Menos (NUM) y durante el Encuentro Nacional de Rosario propuso en asamblea abierta crear una Red Federal. “Desde el primer 3 de junio las mujeres somos consideradas el actor político inesperado. Ni Una Menos es producto de los años de Encuentros Nacionales. Propusimos y reclamamos medidas concretas, buscamos extender los círculos de incidencia, recuperamos el goce de la lengua política –habla popular, cotidiana, de vecinas en la vereda, cotilleo– para volver a decir y que esa escucha no fuera sólo de las ya convencidas, sino que conmoviera a otras nuevas. Por eso hubo 400 mil personas en la calle ese día”, dice una de las participantes en la organización. El jueves 13 a las 14, ante la represión con armas de fuego a la marcha de cierre del Encuentro (las heridas en el rostro y la cabeza de dos fotógrafos muestra a qué altura disparaba la policía provincial) y el inmediato femicidio de Lucía Pérez en Mar del Plata, NUM convocó a una asamblea abierta que se realizó apenas cinco horas después en el patio de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, con más de 300 mujeres de 50 organizaciones y autoconvocadas. Allí se declaró el primer Paro Nacional de Mujeres. Una de las oradoras sostuvo que esto le quitaba la idea del paro “a los cinco tipos que están negociando todo el tiempo con el gobierno”, en cumplimiento del pedido de la Iglesia Católica de agotar todas las instancias antes de llegar a un paro. Parte del debate puede verse aquí:
https://www.facebook.com/comunicacion.emergente/videos/660333670796842/. “El primer paro general a Macri se lo hicimos las mujeres”, dice la integrante. La CGT y la CTA percibieron la novedad e invitaron a las organizadoras a reunirse. El muro virtual de las mujeres ilustró una nota sobre el tema con la foto del denominado “Diálogo para la Producción y el Trabajo”, y la leyenda: “La única mujer es la ministra de Desarrollo Social”. Allí los cegetistas firmaron con patrones y funcionarios una edulcorada declaración según la cual “el proceso de ordenamiento de la economía nacional ha generado un contexto favorable para profundizar el fomento de creación de empleo”. Nada menos. En una notable argucia retórica se fijó un piso de 2000 pesos para un bono de fin de año que las empresas podrán dar si lo desean, ya que como aclaró el jefe de gabinete Marcos Peña Braun no se trata de un decreto u orden judicial sino de “una declaración política”, igual que el anuncio de que no habría despidos, aunque entonces los sindicalistas se negaron a suscribir el engaño. En la cámara patronal Cicyp, Macrì agregó que de ahora en adelante el cambio cultural pasará por la productividad. Traducido al argentino: que los trabajadores resignen el salario real perdido desde diciembre (entre el 7 y el 12 por ciento los que tienen empleo registrado, un abismo el resto) y que las actualizaciones futuras no superen el excedente adicional que generen con su mayor explotación.
Condiciones estructurales
“En vez de encorsetar la violencia machista en el código penal, nosotras apuntamos a las condiciones de desigualdad que explican esas violencias. No decidimos parar sólo por los femicidios sino por el tejido cultural que permite su emergencia, por las estructuras institucionales de discriminación. El movimiento de mujeres, travestis y trans es diverso, heterogéneo y no tiene jefas. En gran medida de espaldas a las jerarquías, elegimos avanzar armando redes. No vamos a cada Encuentro solo a estar juntas y compartir espacios, vamos a hacer propuestas políticas, a discutir estrategias y establecer alianzas”, agrega la integrante de la organización. En esta descripción resuenan algunas de las características del movimiento en defensa de los derechos humanos.
El mujerazo del miércoles.
Imagen: Pablo Piovano.
Imagen: Pablo Piovano.
Aparte del documento muy emocional que se leyó en la Plaza de Mayo, las organizadoras prepararon un punteo más analítico de esas asimetrías estructurales para explicar ¿Por qué #NosotrasParamos?, consigna que se repitió después de cada punto:
1) Si el desempleo promedio en Argentina es del 9,3 por ciento, para las mujeres es del 10,5. Las mujeres hacemos el 76 por ciento del trabajo doméstico no remunerado. Por una distribución más equitativa entre varones y mujeres. Por un Estado que garantice sistemas de cuidado.
2) Las mujeres sufren más la subocupación y mayor informalidad laboral. Las trabajadoras informales ganan en promedio 40 por ciento menos que los varones. Contra la precarización del trabajo y de la vida.
3) Las mujeres ganamos 27 por ciento menos que los varones por igual tarea. La brecha salarial se amplía para mujeres con hijxs y para trabajadoras precarizadas. Por salarios dignos y pago igualitario.
4) Cada 5 minutos nace un bebé de una madre adolescente y cada 3 horas uno cuya madre es menor de 15. El 60 por ciento de estas jóvenes tiene que abandonar sus estudios cuando se embaraza. Para que se cumpla la Ley de Educación Sexual Integral y que las madres adolescentes tengan jardines maternales y apoyo para seguir estudiando.
5) Solo la mitad de las trabajadoras goza de licencia por maternidad. La licencia de paternidad es de solo 2 días. Por licencias para todxs, compartidas, que contribuyan a una redistribución de las tareas del cuidado. Necesitamos, también, licencias por violencia de género en todos los gremios, en todos los ámbitos. Exigimos más guarderías y jardines maternales en nuestros espacios de trabajo.
6) Representación política y sindical. Necesitamos más mujeres en las mesas de las confederaciones de trabajadores. Apoyamos la ley de Paridad nacional que tiene que discutir el Congreso.
7) Prevención de las violencias: que se ponga en marcha la ley de patrocinio jurídico gratuito que crea el cuerpo de abogadxs especializados en violencia machista que se votó en el Congreso después de #NiUnaMenos. Que se aplique la Ley 26.485 para erradicar las violencias y con un presupuesto acorde a la problemática.
8) El Poder Judicial debe tener respuestas comprometidas, serias y creativas cuando de violencia contra las mujeres se trata. No queremos penas más duras, queremos que actúen con celeridad cuando denunciamos, que se investiguen los femicidios como tales y más formación en género en todos los niveles del Poder Judicial. Decimos no a las revinculaciones forzadas en las denuncias de abuso sexual y al uso de Sindrome de Alienación Parental (SAP).
9) Aborto legal, seguro y gratuito: por día 1200 mujeres son empujadas a la clandestinidad de un aborto inseguro. En 2014, murieron, al menos, 43 mujeres por abortos inseguros. El Congreso debe discutir la ley de interrupción voluntaria del embarazo.
10) Necesitamos medios de comunicación más comprometidos contra la violencia machista. Para eso son fundamentales más voces feministas en las pantallas, en las radios y en los diarios. Que el cupo y la paridad también sean mediáticas.
Contradicciones secundarias
La transversalidad de la convocatoria tuvo expresiones nítidas, con las adhesiones de la ex presidente CFK y de la empresaria textil Juliana Awada. Cristina asoció el multitudinario encuentro de mujeres de Rosario y su represión con la situación del país. Además de la violación y asesinato de Lucía Pérez menciónó la privación ilegal de la libertad de Milagro Sala; deploró “las políticas que vacían a nuestro pueblo”, sostuvo que el eje a atacar son las mujeres y dijo que el lugar de la mujer no está en las casas, callada, sino en las calles, para reclamar, construir y proteger los espacios del campo popular. Esta descripción es inobjetable, aunque la ex presidente decepcionó al movimiento de mujeres, con su inconmovible oposición al aborto. El presidente Maurizio Macrì sólo fundamenta su negativa en los términos que le sugiere la Iglesia Católica, a la que, igual que su antecesora, corteja: “Defiendo la vida desde la concepción hasta la muerte”, dijo. Awada, empleadora de mano de obra clandestina, incluyendo mujeres y niños migrantes, se limitó a reproducir la consigna “Ni una menos. Hoy y todos los días”. El portal oficialista “Infobae” completó el despropósito llamándola “La mujer de Macrì”. Desde los medios del Grupo Clarín se intentó diluir la idea del paro y sus consignas y reducir la atención a la idea del “Miércoles negro”, sin referencia a desigualdades económicas o condiciones de inscripción de la violencia de género, un enfoque afín a las columnistas del Grupo que participan de la organización junto con Mercedes Funes, la directora de comunicación del ministro de Cultura Pablo Avelluto. En adhesión al paro, trabajadoras del diario La Nación se sacaron una foto en la redacción y afirmaron que el reclamo por la violencia contra las mujeres “no es escuchado por quienes tienen poder de decisión, con un Estado ausente y víctimas sin coberturas ni protección” mientras “el proyecto para modificar el régimen del Ministerio Público Fiscal elimina del organigrama institucional la Unidad Fiscal Especializada de Violencia Contra las Mujeres (UFEM). La violencia machista y los femicidios no son obra de locos. Son emergentes criminales de las conductas patriarcales y de clase naturalizadas culturalmente. Las víctimas directas e indirectas (mujeres, sus hijos, y familiares, y la lista no se agota ahí) son la fatal consecuencia”. La inconmovible posición represiva de la Iglesia Católica también propició desacuerdos entre los organizadores. Desde Roma hubo un llamado telefónico a la CTEP planteando la preocupación por la Catedral, que es una manera insidiosa de demonizar la movilización de mujeres. Esa inquietud fue transmitida por las mujeres de la CTEP y del Movimiento Evita, que cuentan con el respaldo del Papa Bergoglio (ahora en cruzada contra lo que llama “la ideología de género”, como hace cuatro décadas contra la teología de la liberación) pero no hubo una síntesis. En la asamblea de seguridad, algunas mujeres plantearon pasar por el frente de la Catedral y cantar las consignas clásicas. Pero la mayoría decidió privilegiar el hecho político de llenar la plaza y evitar una nueva represión como la de Rosario. Pese a que la Catedral estaba vallada hubo manifestantes que arrojaron pintura roja sobre su frente y pintaron consignas sobre la pared lateral de la calle San Martín. Una decía Aborto Legal, pero una oportuna tachadura posterior lo disimuló. Sólo quedó Legal.
Pintura roja y consignas por el aborto en la Catedral.
No será un camino fácil. Como ocurrió con tantos movimientos de liberación en distintas épocas y lugares, el primer reflejo es exacerbar la represión, con el extremo más notorio en el incremento de femicidios. Pero la conciencia y la organización alcanzados y la inserción del conflicto en las luchas más amplias contra un gobierno expropiador de derechos y expulsivo de minorías alienta el optimismo, a pesar de las posiciones oportunistas de quienes se apuraron utilizar el incremento del cupo femenino en las nóminas legislativas como cortina de humo para legitimar una reforma del sistema electoral. Además de constituir un negocio, que el opoficialista Juan Urtubey de Macedo promueve en todo el país, seguramente sin otra intención que contribuir a la calidad institucional, pone en duda la transparencia y la legitimidad del proceso electivo.
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