Por Luis Bruschtein
Un Presidente enrejado, una fiesta nacional donde la casa se reserva el derecho de admisión, una Plaza de Mayo que 206 años atrás se instalaba en un lugar central de la historia como espacio de expresión de ciudadanía, ahora cerrada al ciudadano. Es una postal de un gobierno que sabe que está haciendo daño. “Hay que proteger al Presidente” dijo la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. La pregunta es de quién hay que protegerlo. La respuesta es obvia: de los afectados por la devaluación, por los aumentos de los alimentos, por la pérdida del trabajo, por la disparada brutal de las tarifas. Hay que protegerlo del descontento ciudadano. Fue la postal de este 25 de Mayo: un Presidente al que hubo que proteger de los ciudadanos. Y recién empieza el baile. Si se piensa en términos de ciudadanía, del motivo de la centralidad de la Plaza de Mayo en la historia y la identidad de los argentinos, en realidad, la premisa tendría que ser al revés: hay que proteger a los ciudadanos, del presidente Macri. Los agredidos por las medidas del gobierno son los que van a protestar, y no el gobierno que dice protegerse de esa agresión.
Una Plaza con vallas, Gendarmería, Guardia de Infantería y motos policiales más carros hidrantes. La historia de la Argentina empezó hace 206 años del lado de la gente que estaba en esa Plaza para apoyar el derrocamiento del virrey encerrado en el Cabildo. Es la historia de un país que se construyó en ese lugar siempre del lado de los miles que han llenado la Plaza, a veces para sacar, como el 19-20 de diciembre de 2001, a veces para poner, como el 17 de octubre de 1945. La gente en la Plaza ha sido el sujeto histórico y no los que estaban adentro de los edificios. Ellos fueron consecuencia de la expresión ciudadana que estaba constituida, y ha seguido siendo así, en esa Plaza.
“No fue por la protesta, si gobernamos rodeados de protestas”, respondió el jefe de Gabinete Marcos Peña cuando le preguntaron el motivo de las vallas y de que se hayan llevado los festejos a la residencia de Olivos. El gobierno hizo lo que pudo para ocultar que el campo fortificado que se montó en la Plaza era por la protesta social. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich aportó a esa causa al difundir que se habían detenido a seis personas con bombas molotov, “que con toda seguridad se dirigían al acampe” de los cooperativistas que exigían aumentos al Gobierno de la Ciudad.
Pero rápidamente fue desmentida por la misma Policía Federal: los detenidos eran quemacoches sin intenciones políticas. Muchos quisieron ver en esa desmentida una hilacha de la interna PRO, entre la ministra Bullrich –una aliada– y el secretario de Seguridad, Eugenio Burzaco –un PRO de paladar negro–. Si fue Burzaco, privilegió la interna antes que la imagen del PRO, porque puso en evidencia la manipulación de una información tan delicada por parte de funcionarios de su gobierno. Hay una diferencia grande entre quemacoches y militantes sociales. Pero al mismo tiempo, la ministra Bullrich, involuntariamente, puso en consideración el nivel de confrontación que ya le asigna, al borde de la violencia, a la tormenta social que han desatado las medidas económicas.
Este gobierno de dueños de grandes empresas y altos gerentes de bancos y financieras demuestra una y otra vez que no tiene termómetro social ni entiende pensamientos o actitudes más allá del que han aprendido en sus colegios y universidades carísimas y privadas. Se entienden entre ellos, sólo conocen bien lo que quieren las personas de su mismo palo. Y las medidas que han tomado apuntaron todas al corazón de esos intereses que ellos conocen tan bien. Son incapaces de ponerse en la piel del emprendedor pequeño o mediano o del trabajador aunque fuera tan sólo para entenderlos. Todo lo social que alcanzan a vislumbrar es a partir de ellos mismos. Es la beneficencia o la concesión paternalista del empresario o del romanticismo del corazón blando de las mujeres o incluso por solidaridad, pero nunca porque está obligado por los derechos del otro. El país se centra en un pequeño grupo de personas con mucha plata que luchan por tener más. Ellas son las que dan trabajo, las que hacen donaciones, las que deciden adónde va la plata en general. El universo de los derechos no entra en ese mundo más que para entender sus derechos a la propiedad, del cual ellos deducen todos los demás, incluyendo el derecho a la vida o a la libertad de expresión, que también está relacionada con ser dueño. Ser dueño es la fragua de todos los otros derechos. Todos los demás derechos están subordinados al de la propiedad que, cuanto mayor es, más derechos está en condiciones de dar.
Es difícil comprender semejante manera de ver el mundo. Como gobierno representan el fracaso de las carísimas escuelas donde los han formado como si vivieran en un frasco de mayonesa. El massismo, que esperaba algún rango de interacción con el gobierno para tratar de aniquilar al kirchnerismo, se agarra la cabeza porque la insensibilidad social y política con que se tomaron las medidas económicas les comió el tiempo político para atacar a sus adversarios. La diputada Graciela Camaño, a la que nadie podrá imputar de simpatías con el kirchnerismo, lo expresó claramente cuando criticó al oficialismo por la burrada de haber aumentado hasta más de mil por ciento la tarifa de gas, sin distinguir entre provincias que tienen climas más benignos y las provincias patagónicas, donde en invierno no se puede vivir sin el fluido. El gas es un derecho en esas provincias porque es una cuestión de vida o muerte. El macrismo no entiende de dónde salen ni si existen esos derechos. No lo concibe. Cuando los gobernadores se fueron a quejar, según relató después uno de ellos, el ministro de Energía, Juan José Aranguren, les explicó figurativamente sus motivos con una metáfora; les dijo que él tenía que llenar “un formulario Excel”. O sea: hacer numeritos y que reviente el que tenga que reventar porque el mercado así lo dispone. El sinceramiento económico del que hablan los funcionarios del gobierno es que en el mercado no existen esos derechos –los que serían una mentira populista–, porque solamente existen los que el mercado, como gran seleccionador darwiniano, acepta. En la selva del libre mercado, el más apto para sobrevivir es el que tiene más poder económico y lo demás es una mentira, según el neoliberalismo. Las libertades y derechos son administrados por ese juez supremo. Las declaraciones de Javier González Fraga, un ortodoxo moderado, son reveladoras: “Le hicieron creer (el populismo-kirchnerismo) al empleado medio que podía comprarse celular, un plasma y viajar al exterior”.
González Fraga es un bebé de pecho con relación a los integrantes del equipo económico. No se trata de una disquisición teórica, más bien es una explicación para el espectáculo dramático de esta semana del presidente Mauricio Macri, a pocos meses de haber asumido, impidiendo el ingreso a la Plaza a los ciudadanos, que son los dueños verdaderos y los que le dan sentido a la conmemoración de esta fecha patria que protagonizaron sus conciudadanos de hace 206 años atrás.
Esa postal está llena de imágenes superpuestas. El Gobierno dice que la pobreza existía con el gobierno anterior. Pero el gobierno anterior, en vez de encerrarse los 25 de Mayo para protegerse de esos pobres, hacía una convocatoria popular, los convocaba. Los festejos del 25 de Mayo y de las fechas patrias en general no son para los funcionarios, sino principalmente para el pueblo y eso no es populismo sino participación y construcción de ciudadanía. El gobierno macrista no quiso convocar y se encerró detrás del vallado.
Cuando se produjeron las primeras protestas por los despidos en el Estado, el macrismo pretendió dar a entender que eran todos ñoquis de La Cámpora. Las protestas se han multiplicado pero el gobierno ya no acusa al kirchnerismo porque no quieren sobredimensionarlo. Sin llegar a abarcarlo ni sentirlo, en el gobierno saben que están haciendo daño y que las protestas no se asientan en una cuestión política. González Fraga puso el dedo en la llaga y dijo lo que el macrismo piensa pero no dice. Cada vez que intentan dar respuesta a esas protestas con concesiones y anuncios, demuestran una incapacidad sorprendente para entender la problemática de los que reclaman. Hacen anuncios rimbombantes que no solucionan nada. A los comerciantes desesperados por las tarifas, les dicen que les financiarán en cuotas la mitad de la tarifa invernal. A los gobernadores patagónicos les prometen que solamente aumentarán hasta el 400 por ciento el gas. A los que reclaman viviendas, les ofrecen 500 mil créditos de 15 mil pesos. A los que reclaman por los precios no les pueden dar respuestas porque varios altos funcionarios son miembros de familias dueñas de supermercados y farmacéuticas, ellos son los formadores de precios que los pusieron en las nubes. A los que reclaman por el desempleo les anuncian programas de empleo basura para los jóvenes, con los que no ganarán ni la mitad del salario mínimo ni tendrán estabilidad laboral. Y también eso explica lo que fue Macri este 25 de Mayo con la Plaza vallada, y encerrado en la Quinta de Olivos con algunos pobres finamente seleccionados por las ONG de ricachones caritativos que trabajan en su gobierno.
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