Hola, ¿cómo estás? Yo acá, con frío. Espero que hayas comido tanto guiso y locro como yo estos días. Para complementar, vamos con una picadita. Una avenida para la modernizaciónLa semana pasada se cumplieron 212 años de la Revolución de Mayo. Justo unos días antes, el urbanista Eduardo Reese dijo en una clase que “la Avenida de Mayo es uno de los primeros grandes proyectos urbanos de la región” y empezó a contar una historia que yo desconocía y que se remonta al año 1884, cuando se creó la Plaza de Mayo y por primera vez se proyectó la avenida insignia del casco histórico porteño. Aunque posiblemente lo conozcas más por su rol presidencial, Marcelo Torcuato de Alvear fue el primer alcalde de la Ciudad de Buenos Aires e ideólogo de la avenida central de una de las ciudades más pujantes de América a fines del siglo XIX. Pero su concreción tuvo más de un obstáculo. Aunque él mismo pertenecía a la aristocracia de entonces, la élite porteña se opuso a las expropiaciones que requería la traza de la avenida al punto tal que llevó el tema a la arena judicial, donde los jueces -muchos de los cuales vivían en las casas que se necesitaban demoler- fallaron en contra de la Avenida de Mayo. La inauguración de la avenida recién pudo concretarse en julio de 1894, diez años después del primer diseño de Alvear, cuando finalmente se lograron expropiar las 44 parcelas que faltaban. En 1896 se terminó de adoquinar y con el correr de los años se fueron levantando edificios insignia como el Barolo (donde iban a descansar los restos de Dante Alighieri), la London y el actual edificio de la Municipalidad. Pocos años después, en 1906, se inauguraría el Congreso de la Nación y la avenida cobraría la función que cumple hoy: unir el Poder Ejecutivo con el Legislativo. Solo tres años después, por debajo de la Avenida de Mayo se empezaba a construir el primer subte del hemisferio sur. Acá podés meterte más de lleno en esta trama. La expulsión no paraLa semana pasada me crucé con dos notas muy diferentes que me hicieron pensar en un mismo tema: la Ciudad de Buenos Aires como un lugar para cada vez menos personas, algo que te mencioné en la entrega pasada cuando hablamos de las proyecciones de población del último censo. En la primera, Matías Ferrar nos cuenta el origen de una denuncia del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, dirigida a la Ciudad de Buenos Aires. El jefe comunal le reclama al Estado porteño una deuda de 100 mil millones de pesos originada, entre otros motivos, en la política de erradicación forzosa de villas que llevó adelante la última dictadura cívico-militar, sobre la que te conté varias veces en este espacio. Alrededor de un quinto de la población de esas villas, según cálculos del distrito bonaerense, fue relocalizada en predios de la entonces Municipalidad de Buenos Aires en La Matanza. Sin embargo, la Ciudad nunca pagó un canon ni tasas municipales por esos terrenos. Más allá del litigio, que probablemente no tenga un desenlace favorable para La Matanza, me pareció interesante que se ponga sobre la mesa el debate por una política urbana que tiene sus consecuencias hasta la actualidad y que, por otros medios, sigue vigente. En la segunda nota que mencioné, Federico Poore hace referencia a algo que tiene que ver con eso: la ausencia de mixtura social producto de la escasa oferta de vivienda para sectores de ingresos medios y bajos. Para revertir esa dinámica (que termina en la expulsión de familias a barrios del conurbano) se plantea que se podrían introducir mecanismos de zonificación inclusiva en la Capital, una herramienta que el gobierno porteño no exploró nunca y sobre la que sobran ejemplos en el mundo. A grandes rasgos, la zonificación inclusiva consiste en que el Estado ofrezca un cambio de zonificación, venta de tierra pública o permiso especial y en contraprestación el desarrollador urbano beneficiario destine una cantidad determinada de unidades a vivienda de interés social o subsidiada. |
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