sábado, 4 de marzo de 2017

La gran batalla: Mauricio vs. Macri

mo cualquier presidente, Mauricio Macri tiene muchos rivales/contendientes/enemigos. No me voy a tomar el laburo de citarlos. Los hay más y menos duros. Por ejemplo, Massa lucha para derrotarlo; Cristina, para derrocarlo. Pequeño matiz. Pero además, periódicamente se le aparecen dos adversarios difíciles de catalogar. Uno es su gobierno. El otro, Mauricio Macri.
Empecemos por el segundo. Cada vez resulta más nítido que el Presidente se desdobla en dos. Para entendernos, al bueno, al que sueña con cambiar la cultura política del país, vamos a llamarlo Mauricio. Al picarón, al que pone piedras, Macri. Me van a decir que es común tener una doble personalidad. No tanto. Cristina es parejita: siempre es Cruella de Vil. Lo mismo Aníbal Fernández: siempre es un poco peor. En el Presidente, el juego de roles es fluido. Cuando se constituía el gabinete, bajar línea dura a los ministros sobre honestidad y transparencia fue, obviamente, trabajo de Mauricio. Cuentan que llegó a amenazar: "Al que encuentro en algo raro, le corto los dedos y lo saco a patadas". Un viejo dirigente del PJ, sin manchas de corrupción (sí, no hay error de tipeo), me decía el otro día: "Es un gobierno que se equivoca más de lo que acierta, pero la verdad es que no están afanando". Mientras Mauricio ponía esa piedra basal, su otro yo, Macri, dejaba la AFI en manos de Arribas y de Majdalani. Pobre Mauri. Se le escapó Macri.
En el affaire del Correo (hay que agradecerles a los franceses la palabra affaire, que convierte escándalos de cuarta en episodios cool), las dos personalidades del Presidente pelearon a brazo partido. Cuando parecía un triunfo seguro de Macri, Mauricio se rehízo y terminó consiguiendo un empate salvador. La historia fue así. Después de seis meses en la Casa Rosada, Mauricio estaba convencido de que las cosas iban bien y que incluso irían cada día mejor. "No nos para nadie", se animaba en la intimidad. En cambio, Macri venía con perfil bajo, esperando para hacer de las suyas. En ese contexto, Mauricio logró un acuerdo para que el Estado le pudiera cobrar una vieja y multimillonaria deuda por el Correo a la empresa de su familia; a su propia empresa. Lo que consiguió es revertir un acuerdo vil entre el kirchnerismo y su padre, Franco. A cambio de no pagar, Franco acompañó durante 12 años la gestión de Néstor y Cristina. Tan feliz estaba con ese arreglo inconfesable que siempre se lo vio más cerca del matrimonio que de su propio hijo. Ya en el poder, Mauricio le puso fin a esa morosidad y, según expertos independientes, lo hizo en términos técnicamente correctos. Pero se olvidó de Macri. Macri, astuto, lo dejó hacer porque siempre supo que un acuerdo entre Mauricio presidente y la empresa de su familia, digamos, entre Mauricio acreedor y Mauricio deudor, nacía necesariamente mal. Insalvable defecto de origen, aunque el acreedor lo estuviera obligando a pagar al deudor. Macri se quedó callado. La mayor contribución al escándalo era que nada saliera a la luz, que todo se resolviera sin que se enteraran la Sigen, la Oficina Anticorrupción, el Congreso y, por supuesto, el resto del país. Su único error fue cantar victoria antes de tiempo. No contaba con la vuelta "a foja cero" de anteayer. Mauricio tiene esas cosas. Reacciona. Cambia. Camina con la misma convicción hacia delante y hacia atrás. Es malo cuando imita a Freddie Mercury y buenísimo en el célebre pasito en retroceso de Michael Jackson.
Estaban equivocados, entonces, los carteles exhibidos por los diputados del Frente para la Victoria en la sesión del miércoles, que decían: "Mauricio es Macri". Justamente escribo esta columna para desmentirlos. Mauricio es el de Cambiemos, y Macri, el de no cambiemos tanto. Mauricio es el que puso en cuarentena, por las dudas y para dar el ejemplo, a Gómez Centurión; Macri es el amigo de Angelici, el operador que muestra su condición en los audios. Además, me sorprende que la bancada oficialista no haya replicado con carteles que dijeran que "Cristina es Kirchner", "Boudou es Kirchner", "Josecito López es Kirchner", "Lázaro Báez es Kirchner", que es como decir que todos ellos abrevaron en la fuente del poder sin límites y la eterna prosperidad.
Un amigo, cientista político, piensa que en un hombre de Estado conviven el que no se aparta del camino y el que encuentra atajos, el que escribe con la mano derecha y el que borra con la izquierda, el que mira y el que cierra los ojos. El cielo y el infierno tirando para el mismo lado. Mi amigo diría, muy convencido, que "no puede haber Mauricio sin Macri".
Otro adversario del Presidente es, tantas veces, su propio gobierno. Si se distrae, le hacen desastres, como el de esta semana con el aumento de las jubilaciones, o antes con Ganancias, o antes con las tarifas, o antes con... En realidad, Correo y jubilaciones pueden ser fallas surgidas de la misma matriz: ¿error de cálculo o "probemos a ver si pasa"? Pero claro, siempre aparece alguien -una fiscal bocona (perdón, Boquin), un Alconada Mon, algún opositor- que descubre la cosa y pega el grito. El Gobierno no cuenta con la astucia de los que no son gobierno.
Lo positivo es que en los dos casos hubo reconocimiento de culpa y propósito de enmienda. Seamos agradecidos: ahora también podemos festejar cuando vamos para atrás.


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