“Más de 30 mil. Somos millones los hijos de las Madres.” Desde el camión de la Asociación Madres de Plaza de Mayo se recorta en medio de la multitud a esa chica sola que había garabateado la consigna en una cartulina. Las Madres se cargan de vida a medida que avanzan desde Congreso a la Plaza de Mayo.
A sus 93 años, Visitación “Visi” de Loyola se pierde en la mirada de esa multitud.
–¿Qué significa estar acá después de 41 años?
–Cuando me pongo el pañuelo siento que me abraza mi hijo, los 30 mil, ya no soy yo, me llevan por el aire y estoy con ellos. Es tan hermosa esta lucha. Me paso el día pensando en mi hijo, en mi nuera. Ellos luchaban por algo tan bonito, tan justo: libertad, trabajo, para que en la mesa haya pan, educación, vivienda... Cuando vinieron a buscarlos no tuve miedo, pensaba que me los iban a devolver: luchaban por algo tan justo.
Una hilera más adelante, Hebe de Bonafini saluda hacia el otro lado de la caravana. La mirada de cientos de miles se nubla al verlas pasar. La mirada de ellas se inunda de lágrimas: “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”, corean miles y muchos otros se dejan ganar por el “Vamos a volver/vamos a volver”.
Años de lucha política dejan al paso también gritos de críticas. “Milani/ basura/ vos sos la dictadura”, se escucha y otra madre comenta: “La Justicia es la que tiene que decidir. Vienen acá a gritar esto cuando tienen a Macri enfrente”.
El camión estaba ataviado con siluetas de colores que llegaron desde distintos lugares del país. “Nuestros hijos nacieron en ustedes, así que tenemos que darles alegría”, había explicado Hebe al contar por qué ya no eran las siluetas blancas, emblemáticas de los cuerpos desaparecidos. En las distintas sillas de plástico se ubicaban los sindicalistas que las Madres habían elegido para que las acompañen: el diputado Edgardo Depetri, integrante de la CTA; Walter Correa (Curtidores), con un cartel por “La Libertad de Milagro Sala”; Carlos Ortega (Anses); Heber Ríos (Atilra); Agustín Bruera y Florencia Losio (Sindicato de Trabajadores Judiciales); Néstor Segovia y Norberto Pianelli,de Metrodelegados; los docentes Eduardo López y Roberto Baradel, y Víctor Santa María (Suterh). Entre los invitados también estaban Daniel Tognetti, Pablo Llonto, Tristán Bauer, Aníbal Fernández y Francisco “Paco” Durañona.
Asombro y regocijo
Todos experimentados en cientos de marchas compartían el regocijo por las columnas abigarradas que detenían el paso del camión. En las pancartas se superponían las consignas de todas las marchas que desde el 6, 7 y 8 de marzo transformaron las calles porteñas en una marea de protestas contra las políticas del gobierno de Mauricio Macri. “Futura docente que cae en la escuela pública”, “No a la baja de imputabilidad”, “En defensa de la escuela pública”, “No a los despidos de AGR-Clarín”, “Por trabajo”, “Ni un pibe menos por los agrotóxicos”, “Basta de asesinar Travestis”, “Ni una menos”, se leía entre los cartelitos que asomaban sobre las consignas unificadoras: “Fueron 30 mil”, “Fue Genocidio”.
“¡Mirá, están las femininistas! –se sorprende Evel “Beba” de Petrini, otra de las Madres–. Yo no soy feminista. Sí estoy por la igualdad de derechos, uno al lado del otro, pero... sin los hombres sería muy aburrido”, comenta y busca la complicidad en su picardía.
“Como a los nazis les va a pasar/adonde vayan los iremos a buscar”, entonan las columnas y desde el camión se solazan por esa masividad, muestra irrefutable de la toma de conciencia colectiva de gran parte de la sociedad.
En la marea de abuelas, madres, hijos y nietos se funden las diferencias. Queda el eco amargo de las palabras de Hebe que un día antes de la gran marcha calificó de “traidora” a Estela de Carlotto. Sin embargo, en ese camión miran hacia el futuro y se esperanzan con un cambio.
Visitación reparte banderas con la leyenda “Ni un paso atrás” y enhebra su historia: “Cuando se llevaron a mi hijo, Roberto Mario, y a mi nuera, Sandy, dejaron a mi nieto de seis meses. Estoy orgullosa de ellos. Tengo una bisnieta, Carmela, de 7 años que les cuenta a sus amigos: ‘A los papás de mi papá se los llevaron los malos y no los devolvieron’ y me dice: ‘Tenés que venir a la escuela a jugar con nosotras, todos saben que sos Madre de Plaza de Mayo’. Así que la semana que viene voy a ir a jugar con los chicos de segundo grado”. “Visi” trabajó durante treinta y cinco años en una fábrica textil y no hay lucha que le sea ajena.
La marcha está cruzada por edades, partidos, recorridos, tragedias, victorias y derrotas diversas pero en esa variedad se impone la alegría del reencuentro, de marchar juntos.
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