El ránking de las palabras más usadas en la marcha federal docente fue encabezado por: “gato”, “Carnero” y todas las formas derivadas del verbo “caer”. El discurso del gobierno de Cambiemos, ambivalente y engañador, en onda de máxima zen a pequeño saltamontes, tiene un límite. Cuando se rompe esa cáscara de mentira declarada como absoluta verdad genera violencia. De los falsos llamados al diálogo, al que a veces ni siquiera asistieron los mismos funcionarios que decían convocarlo, el discurso oficial se volvió agresivo contra los maestros y algunos de sus dirigentes. Se hizo persecutorio y macartista e inclusive el gobierno bonaerense mandó policías a las escuelas para hacer listas negras. Se llamó a carnerear y se intentó dividirlos. Hicieron una campaña pública para movilizar “voluntarios” no docentes para carnerear y después ofrecieron plata a los maestros para que traicionen a sus compañeros.
El retroceso cultural que ofreció este gobierno a la sociedad con su actitud hacia la educación pública, hacia los maestros y hacia la comunidad educativa que se nuclea alrededor de la escuela pública retrasa más de un siglo y medio, y hace polvo hasta el iluminismo liberal sarmientino. Los ministros de educación, la gobernadora María Eugenia Vidal y hasta el mismo presidente Mauricio Macri han expresado de una u otra manera que descreen de los derechos a la libre agremiación y a la huelga, descreen de la escuela pública y desprecian al docente empleado público, como actor educativo central. En esa secuencia de degradación del discurso, el nivel más bajo ha sido el comienzo de una ofensiva para desprestigiar a la educación pública en general. En el último tramo del conflicto, los funcionarios y los medios oficialistas compitieron para descalificar a la escuela gratuita exhibiendo los resultados manipulados de la encuesta Aprender. Cuando difundió esos resultados, Macri dijo que los que pueden pagar eligen a las escuelas privadas y lo que no, “caen” en las escuelas públicas. Ese argumento es usado para no aumentar el salario de los docentes. Tendría que ser al revés: si algo está mal, hay que mejorarlo con el aporte de más recursos y no sacárselos.
Marcos Peña dijo en el Congreso que los policías ni los médicos tienen paritarias y quedó en el aire que tampoco tienen derecho a huelga, equiparándolos con los maestros. Como si la función de policías y m{edicos fuera garantizar o, por lo menos, facilitar el principio democrático de igualdad de oportunidades. Esa misión igualadora y democratizante que tiene la educación pública es contraria a la imagen que van desnudando las políticas de la alianza de conservadores radicales y no radicales. A través de esas políticas de pauperización de lo público, la función igualadora de la educación muta en una mecánica de fragmentación: Distintos niveles de educación, según el nivel económico de los estamentos sociales que, de esa forma, perderán posibilidades de movilidad ascendente. Abajo de todo, la educación pública, sólo para pobres que siempre serán pobres. En esa escala descendente se inserta la palabra “caer en una escuela pública” que en la visión presidencial sería como caer en el fondo del tacho de la sociedad. Y al quitar la paritaria nacional está planteando lo mismo con las provincias: las más pobres tendrán una pobre educación y se profundizará la diferencia con las más ricas.
Según versiones, Macri confesó a algunos de los periodistas oficialistas con los que se reúne, que uno de sus principales errores fue haber consentido el acuerdo paritario docente de 2016. El mismo presidente que se queja del nivel de la educación pública (medido por una prueba cuya metodología ha sido rechazada por los expertos) no hace nada por mejorarla. Ni siquiera equipara los salarios con la inflación y tiene paralizado el Instituto Nacional de Formación Docente. No hubo una sola precisión ni decisión nacional en política educativa en todo este año que no fuera para problemas como cuando se quiso bajar el presupuesto a las universidades o cuando se dejaron de distribuir las netbooks en las escuelas.
En ese contexto tan hostil a la educación pública por parte del gobierno, fracasaron todos los intentos por dividir y aislar. Los siete gremios nacionales docentes, donde los hay más radicales, más de izquierda, progresistas y peronistas, marcharon juntos y con las mismas consignas. Lo mismo la izquierda que es opositora en los gremios más grandes marchó encolumnada con las mismas consignas de la convocatoria. La respuesta de los maestros fue masiva como pocas veces. Había padres con chicos y miles de maestras y maestros con guardapolvos y miles de cartelitos inventados con gran creatividad en cartulinas y papeles de colores. Lo que se vio ayer en la calle fue una comunidad educativa que se siente agredida por este gobierno y está enojada. El gobierno encaró este conflicto dispuesto a dejar tierra arrasada para frenar discusiones paritarias. Pero dejar tierra arrasada en el terreno de la educación pública sería como herir el corazón de esta democracia incipiente.
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