Las ventas con tarjetas de crédito sufrieron en febrero una caída del 4,1 por ciento en términos reales respecto del mismo mes de 2016. Es una cifra alarmante porque el descenso se produjo sobre niveles de consumo ya deprimidos tras la devaluación y la disparada inflacionaria del año pasado. La eliminación de las cuotas sin interés de Ahora 12 y Ahora 18 causó el impacto que cualquiera podía esperar, salvo los funcionarios del Gobierno, que aseguraron que la medida reactivaría la demanda por menores precios al contado. No ocurrió, sino exactamente lo contrario. Quitar el financiamiento con tasas subsidiadas a sectores mayoritarios de la población resultó otro golpe sobre el poder adquisitivo, castigado por los despidos, suspensiones, recorte de horas extras, tarifazos y paritarias que en 2016 quedaron en promedio 8 puntos debajo de la inflación. Las ventas con plásticos también bajaron 2,4 por ciento en términos reales respecto de enero. Así lo señala la consultora PXQ, que dirige el ex viceministro de Economía Emmanuel Alvarez Agis. Los datos son consistentes con el informe de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), que reportó un declive del comercio también del 4,1 por ciento el mes pasado, y con el relevamiento de la consultora Scentia sobre el consumo de productos esenciales: alimentos, bebidas, artículos de limpieza y cosméticos. Tras perder 4,6 por ciento en enero, la baja de febrero se ubicará entre 5 y 6 por ciento interanual, anticipa su titular, Osvaldo Del Río, quien proyecta que ese indicador no logrará reaccionar en 2017. “Se moverá en el rango de otra contracción de 1 por ciento o a lo sumo una recuperación de 1 punto. El año pasado terminó con un registro de -4,5 por ciento”, explica el especialista, con veinte años de trayectoria en el mercado, antes en la consultora Nielsen. Este indicador había subido 2,5 por ciento en 2015, 2,9 por ciento en 2013 y 2,2 por ciento en 2012, mientras que en 2014, año en que también se produjo una devaluación, la caída quedó contenida en 1,5 por ciento, una tercera parte de la baja del año pasado. La diferencia fue que el gobierno de Cristina Kirchner y el equipo de Axel Kicillof tomaron medidas para amortiguar el cimbronazo por la escalada del dólar, como por ejemplo la creación de Precios Cuidados y Ahora 12. En sentido inverso, el gobierno de Mauricio Macri y el equipo de economistas neoliberales que encabeza Nicolás Dujovne atentaron contra esas políticas, con los resultados a la vista. 
  El Gobierno puede seguir diciendo que la situación de la economía es fabulosa o que la culpa de todos los males es del kirchnerismo, indistintamente. Incluso puede lograr que muchos que compraron el discurso de la “campaña del miedo” cuando se advertía que la eliminación de las regulaciones cambiarias –el denostado “cepo”– llevaría a una mega devaluación que se iría a precios, que la quita de retenciones agudizaría el problema y que los tarifazos y la apertura importadora hundirían la producción ahora le compren que en realidad antes todo era un desastre y que se robaron todo. Lo que no consigue es revertir la crisis. Y eso está causando desesperación hasta en sectores empresarios identificados con el cambio, como los grandes supermercados y la conducción noventista de la Unión Industrial Argentina. Las ventas de productos esenciales en grandes superficies se desplomaron 9,4 por ciento en cantidades en enero contra igual mes de 2016, según el estudio de Scentia. Antes que eso, encadenaron bajas del 8,4 por ciento en diciembre, 9,5 en noviembre, 8,3 en octubre, 7,9 en septiembre y 5,6 en agosto. Es decir que ya pasó un semestre completo con resultados desastrosos. Ya van 13 meses consecutivos con caídas, que para las grandes cadenas significó una baja de 6,0 por ciento en todo 2016. En febrero los números son todavía peores, en una tendencia que no se corta. En la industria, casi la totalidad de los bloques siguen disminuyendo la producción y generando despidos y suspensiones. Hasta Adrián Kaufmann y Daniel Funes de Rioja, presidente y vicepresidente de la UIA, se quejaron en la semana en la primera reunión del año de Comité Ejecutivo de la entidad por la falta de perspectivas y por los reproches que recibieron del Gobierno, que los acusa de no apoyar lo suficiente el nuevo modelo que los está barriendo.
  Solo el pulmotor del endeudamiento -gracias al desendeudamiento de la década anterior- evita tensiones mayores, sobre todo cambiarias, al menos por ahora. Pero entre grandes empresarios, pymes y trabajadores se respira un aire con reminiscencias a los tiempos de Fernando De la Rúa. Funcionarios que viven en una realidad paralela (muchos son los mismos), que no escuchan, que toman medidas que agravan los problemas, con un presidente embarrado de denuncias de corrupción. “Este martes nos movilizamos en defensa del trabajo y la producción nacional. Somos trabajadores y empresarios pymes de los rubros textil, metalmecánico y otros sectores de la producción lujanense. Si el rumbo económico del gobierno nacional no cambia, la industria de Luján, representada por casi 200 empresas y 6500 trabajadores, corre riesgos de terminar en una crisis similar a la de 2001”, advirtió ayer la federación de empresarios y trabajadores de esa localidad del conurbano bonaerense. Las marchas de la semana de docentes, de la CGT y de las mujeres –con represión incluida– pusieron en escena un clima cada vez más denso. “Yo vivo en el conurbano y siento el calor que se está levantando. Los que viven en la Capi (sic) creen que están alambrados, pero todo llega”, señaló por su parte Ricardo Pignanelli, titular de Smata, uno de los sindicatos de la industria automotriz que está sufriendo despidos y suspensiones.
  Las infografías que presentaron el miércoles los ministros de Producción, Francisco Cabrera, y de Trabajo, Jorge Triaca, para negar lo evidente, que la avalancha importadora está desplazando producción nacional, mereció una respuesta hasta de la Fundación ProTejer, liderada por el entusiasta del cambio Teddy Karagozian. El mercado textil, les recordó la entidad a los funcionarios, se achicó 15 por ciento el año pasado, y sobre eso, la participación de la industria nacional se contrajo de 50 a 39 por ciento. En conclusión, de producir 250 mil toneladas en 2015 las fábricas locales bajaron a 166 mil toneladas en 2016, 33,6 por ciento menos. “La visión oficial sobre la administración del comercio subestima el daño que provocan las importaciones en el empleo y el nivel de actividad industrial”, lamentó ProTejer, que acusó a los hombre del Gobierno de “no comprender la realidad económica por la que atraviesan empresas y trabajadores de la cadena textil”.
  Alvarez Agis, en tanto, retrucó aquel informe de Cabrera y Triaca con datos oficiales. “Hay avalancha de importaciones, es grande y difícil de parar”, avisó. “En la economía argentina, por cada punto de aumento o caída del PIB, las importaciones suben o bajan 3 puntos. Como en 2016  el PIB se contrajo 2,3 por ciento, la cantidad de compras al exterior debería haberse reducido entorno al 7,5 por ciento. Sin embargo, la participación de las importaciones sobre el PIB subió de 25,3 por ciento en promedio entre 2012 y 2015 a 26,7 por ciento en 2016”, apuntó. Además, las importaciones crecieron 4 por ciento en cantidades y bajaron 10 por ciento medidas en precios. “Es decir, la Argentina importó una mayor cantidad de cosas, pero a un menor precio. Este panorama es aún más dramático en las importaciones de bienes de consumo, que son las que afectan de manera más rápida y directa el empleo local, ya que el año pasado crecieron 17 por ciento en cantidades”, agregó. Por último, recordó que “el 80 por ciento de lo que la Argentina importa no tiene ningún tipo de proceso administrativo que permita evitar los efectos de la competencia externa sobre el trabajo local. La inmensa mayoría de los productos importados tienen acceso irrestricto a nuestro país”.
La estrategia de negar la realidad podrá o no ser efectiva en términos políticos para Cambiemos, pero la experiencia de 2001 enseña que llevar la economía con tozudez hacia un paredón termina con un choque de frente. En ese punto, la mentira tiene patas cortas.