Acaso premonitoriamente, en el prefacio del libro publicado en agosto de 2015, este columnista recordó que cuando en 2003 se dio por terminada la misión de aquel colectivo, se dijo: “El mejor servicio que El Manifiesto Argentino puede seguir brindándole a la Nación es permanecer alertas y dispuestos a un retorno cuando sea necesario, porque es nuestra obligación como ciudadanos independientes, como trabajadores intelectuales y como gente honrada que somos”.
A 15 años de aquella proclama, y a sólo ocho meses del retroceso fenomenal que viene produciendo la desdichada decisión de la sociedad argentina de colocar al Sr. Mauricio Macri en la Presidencia de la Nación, todo indica que aquel prometido retorno es necesario y es urgente.
Dicho sea lo anterior entendiendo, claro está, que tal retroceso debe atribuirse fundamentalmente al engaño fenomenal de que fue víctima el pueblo argentino, fraude moral y periodístico que esta vez llevó a votar a las grandes mayorías en contra de sus propios intereses.
El nuevo Manifiesto Argentino (https://www.facebook.com/Manifiesto-por-la- Constitución-y-la-Paz-1411608759139307/info/?tab=page_info&edited =official_page) empezará a circular esta semana. Y como la primera vez, se trata de una declaración seguida de propuestas. Las que serán simplemente apropiadas a voluntad por aquellos compatriotas que compartan el ideario y quieran practicar la transparente militancia de la decencia, la verdad y los principios democráticos que define la Constitución Nacional. Porque la democracia, la igualdad y la libertad son valores y objetivos hoy en riesgo dado el salvaje autoritarismo neoliberal.
Y es que ya es hora, y es imperioso, de convocar a la ciudadanía a ponerse de pie política, cultural y socialmente. Es posible hacerlo y muchísimos ya lo están haciendo, más allá de vinculaciones, o no, con el kirchnerismo. Y más allá, también, de la responsabilidad por los errores cometidos desde el campo popular y progresista que esta convocatoria no dejará de marcar.
Lo que es evidente, y auspicioso, es que a menos de un año de las últimas elecciones millares de compatriotas ya se dan cuenta del fraude que les hicieron. La estafa tiene patas cortas, sobre todo cuando los contentos de esta república son los de siempre: los dueños de la tierra, prebendarios, vagos y depredadores; los corruptos evasores de impuestos que frecuentan las cuevas financieras del mundo en la que todos los cálculos coinciden en que se han llevado más de 300 mil millones de dólares; los avaros banqueros foráneos y su gerentería local; los empresarios ciegos, los políticos todo servicio, y por supuesto la indefendible y mafiosa “familia judicial”.
Y por encima de todos ellos, el nuevo dios contemporáneo: el sistema-régimen comunicacional extremadamente concentrado que envenena día a día, hora a hora y noche a noche al pueblo argentino, al que quieren manso y estúpido, consumista y bobo.
Ese sistema es el que manda; no el Sr.Macri, que sólo vendría a ser testaferro, beneficiario y figurón. Lo que manda hoy en esta república es lo que bien puede llamarse ya la Antinación, encarnada por la entente macrista-radical que en 2016 repite los pasos del roquismo de 1880 y 1930, del gorilismo patológico de los años 50 y de las dictaduras feroces de 1966-73 y de 1976-83. La Antinación hace hoy lo que hicieron siempre, pero ahora con saña especial porque ellos sí aprendieron la lección de la Historia y ahora son más astutos, más preparados, más ambiciosos, más soberbios y más sofisticadamente violentos. Por eso entregan, además, la soberanía, con el actual alineamiento neocolonial y la clausura del ideal latinoamericanista.
Por todo ello es absolutamente no recomendable reproche alguno a la pobre inocencia de la gente, más allá de que somos también una sociedad que es parte del problema. Pero el ojo avizor debe seguir enfocado en los bandidos de traje y corbata, a los que la sociedad argentina identifica con impecable facilidad. Son obvios, los contentos. Y aunque durísimos de vencer, no son infalibles.
Es ya innumerable el daño que han provocado en sólo ocho meses. Y van por más y cuanto necesiten lo harán por decreto, al estilo dictatorial de sus mayores, desdeñando la Constitución, el Congreso, las Leyes y la Paz Social. Y para colmo con el necio consenso de diputados, senadores y dirigentes sindicales y políticos cuyos nombres y apellidos el pueblo argentino sabrá recordar para que el juicio de la Historia los condene, inexorablemente, por traición a la Patria.
En todo el territorio nacional, que algunos recorremos y conocemos muy bien, son muchos los compatriotas que piensan y reclaman, otra vez, que “hay que hacer algo”. Y tienen razón, además de sed de justicia social y ansias de participación ciudadana. Hay que librar esta batalla política. Y hacerlo desde la moral y los principios éticos, principalmente, terreno en el que la ciudadanía honesta es imbatible y en la que los chorros, de todos los gobiernos pero ahora de éste en particular, sólo saben escudarse detrás de mentiras mediáticas y de una justicia cómplice y servicial.
El Manifiesto Argentino comenzará a hacerse público esta semana.
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